Manizales cambió a Colombia
Opinión

Manizales cambió a Colombia

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noviembre 11, 2014
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Desde el año 2018 no volví a visitar a Manizales. Acepto que me duele, porque me encantaba ir de paseo de fin de semana, bajarme todo el Cristal con mis amigos, y despertarme tarde con la increíble vista del nevado; además, siempre fui simpatizante del blanco-blanco.

Pero no volví; por orgullo, por honor. Desde el 2015, Manizales ya es irreconocible. Una serie de personajes se dedicaron a convertir mi querida Manizales en una ciudad adicta a las bicicletas. Se metieron de lleno a rediseñar su ciudad, buscando que fuera un ejemplo de ciudad verde y sostenible.

Duré dos años, desde principios del 2013 hasta finales del 2014, diciéndoles que no lo hicieran. Les rogué que no olvidaran el concepto básico del “progreso” que nos han dictado los poderosos: que depende directamente de la cantidad de carros lujosos en las vías, de la cantidad de autopistas gigantescas rompiendo patrimonio arquitectónico y quebrando los pulmones de las ciudades. Les dije de todas las maneras que no le prestaran atención a los pseudoambientalistas.

Pero nada sirvió. Se juntaron los ciudadanos con la empresa privada. Se unió la Alcaldía. Lo cobijó la universidad pública. En un par de meses, cogió tanta fuerza esta idea, que ya ni a Mendoza escucharon.

Con el primer circuito de ciclorrutas diseñado en torno a pendientes moderadas, la avenida Santander se llenó de bicicletas de todo tipo. Los estudiantes aprendieron a coquetear mientras se impulsan con los rieles eléctricos instalados en las más empinadas faldas manizaleñas; los habitantes de Villamaría invadieron sonrientes el centro histórico (con sus bicicletas privadas), gracias al Cable Aéreo; los ejecutivos de corbata se pasaron a las elegantes bicicletas eléctricas; y los servidores públicos terminaron siendo los más asiduos usuarios del sistema de bicicletas públicas.

Así fue la primera fase de un proyecto que creció como espuma. Crédito: Oficina de la Bici – Manizales.

Así fue la primera fase de un proyecto que creció como espuma. Crédito: Oficina de la Bici – Manizales.

 

Pero el ‘batacazo’ final lo propinaron desde la Mesa Interinstitucional de la Bicicleta. Desde allí, se dedicaron a crear, liderar y supervisar programas de educación y cultura en torno a la movilidad no motorizada, con una creatividad positiva que antes solo le habíamos visto al héroe de los peligrosos pseudoambientalistas: Mockus superciudadano. En paralelo, se permeó todo el proceso explicándole a los manizaleños que el sueño solo podría funcionar si se entendía como un sistema integrado: que las bicicletas se pudieran transportar en los cables aéreos, en los portadores instalados en la parte delantera de los buses, y hasta plegadas en el baúl de los taxis. Que la ciudad se repensara para poder caminar cómodamente y en seguridad, cualquier trayecto corto.

¿El rol de la ciudadanía abraza la acción de los otros sectores? Crédito: Mesa Interinstitucional de la Bicicleta – Manizales

¿El rol de la ciudadanía abraza la acción de los otros sectores? Crédito: Mesa Interinstitucional de la Bicicleta – Manizales

La caminabilidad (incluida la ciclabilidad) se convirtieron en imán para talento creativo y empresas innovadoras. Llegaron miles de estudiantes de pregrado y posgrado de otros lugares de Colombia y Latinoamérica. Se creó un distrito de innovación, repleto de “startups” relacionados con movilidad y sostenibilidad. Allí, surgió la patente del sistema de carga de bicicletas eléctricas que se regenera por la “captura” de la energía, obtenida por el calor del frenado. Desde 2017, ese ‘kit’ se vende como pan caliente en todo el mundo con la marca “Manizales”, ya que el mismo usuario lo puede instalar en su bicicleta, sin pagar más de lo que vale una botella de Ron Caldas extra añejo.

Tres ingenieras caldenses y una artista caleña diseñaron una red de bici pasarelas automáticas —potenciadas por energía hidroeléctrica— para enganchar bicicletas y subir pendientes con total comodidad, en segundos. Las cubrieron con geotextiles avanzados para proteger a los ciclistas de todas las edades, de la lluvia. Cuando se ganaron un apetecido premio en Japón, el gobierno colombiano aportó el dinero para construir la primera ciclopista intermunicipal piloto de Colombia, conectando con Chinchiná y Palestina, en una conexión que incluye viaductos de avanzada para atravesar la barrera topográfica.

A principios de 2018, los indicadores ya eran detestables. La infraestructura para ciclistas y peatones aumentó la visibilidad y las ventas de los establecimientos comerciales en un 66 %; la contaminación por material particulado PM10 bajó a niveles propios de Estocolmo, y la esperanza de vida aumentó a niveles como los de Singapur.

Finalmente, el equipo de gobierno que se arriesgó en contra de mis consejos, terminó consiguiendo reconocimiento global, y ahora están empujando transformaciones similares en otras ciudades de este país atrasado. Lo acepto, ya no los quiero ni ver porque me carcome la envidia. Además, me tocaría aguantarme el dolor de cabeza que me genera escuchar ese eslogan con el cual se ganaron los corazones de miles: “En Manizales, las bicicletas pueden volar”.

@CadenaGaitan

 

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