Deshacerse de los seudoambientalistas
Opinión

Deshacerse de los seudoambientalistas

Los sacamos del camino, los exprimimos, los ordeñamos, los finiquitamos

Por:
agosto 04, 2015
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¡Estoy feliz! No tengo palabras para describir esta felicidad que me alborota desde el esófago hasta el intestino grueso. Solo recuerdo haber estado tan feliz en dos ocasiones anteriores: el día de la reelección de Álvaro Uribe, y el día de la elección de Juan Manuel Santos; ambos momentos maravillosos, de dos históricos aliados incondicionales; prohombres de esta patria nuestra (no se preocupen, ya volverán a ser los grandes amigos que antes fueron, ¡eso lo sabemos los uribesantistas!)

En todo caso estoy feliz, pleno. Por fin logramos atajar a algunos de los seudoambientalistas más molestos de este país. Los sacamos del camino, los exprimimos, los ordeñamos, los finiquitamos. Y como si esto fuera poco, al mismo tiempo (el mismo día) políticos avezados, planificadores urbanos aventajados, funcionarios que creen firmemente en el progreso, finalmente tuvieron la valentía de tumbar un atravesado bosque urbano que estaba deteniendo la construcción de una nueva autopista en Envigado, Antioquia. ¡Paisas visionarios, campesinos emprendedores de mi alma.

La tala la presencié yo mismo. Dateado por mis aliados los comerciantes de carros, fui temprano allá, polarizado y con buen sombrero. Alcancé a oler el delicioso aroma de la madera motosierrada, alcancé a imaginarme esa bella autopista decorando esta esquina del progreso. Infortunadamente, la fiesta se aguó apenas llegaron los revoltosos: niños, mujeres, adultos mayores, ridículamente pidiendo que se detuviera la tala (porque supuestamente no se había socializado ni con la comunidad vecina). Aunque me fui porque esos enfrentamientos con indefensos ignorantes no me gustan, ya pudimos saborear la victoria.

Por otro lado, la renuncia del cobarde líder de los seudoambientalistas la detectamos virtualmente. Mi compatriota Sepúlveda —experto hacker— me hizo el favor de chuzarle decentemente el correo electrónico al personaje en cuestión. Gracias a esta labor de inteligencia, desarrollada con absoluto respeto, accedimos a la valiosa información que compartimos textualmente, a continuación:

Asunto: accidente y fractura

Querida Matilda,

Te escribo desde lejos. Me caí, me fracturé el hombro, pero estoy bien.

Aunque pronto volveré al país, quiero contarte esto ya mismo:

Cuando caí Matilda mía, cuando sentí ese pequeño hueso de mi hombro crujir como una galleta de soda que se rompe en pedazos; cuando miré hacia arriba —aún con los ojos cerrados— explorando en silencio mi cuerpo, supe que la fractura no era física, sino más bien una fractura simbólica sobre mi propio camino en la vida.

Acepté en ese mismo momento lo que mandan a decir mis seres queridos de manera indirecta: a nadie le importa mi lucha, mis lectores “retuitean”, pero no les importa; mis amigos me tratan de “falso profeta”, mis compañeros ciclistas hacen su mejor esfuerzo por callarme. Pocos, muy pocos están dispuestos a hacer pequeños cambios en sus vidas; a consumir menos plástico, a comprar más frutas locales, a consumir menos carne roja, a montar más en bicicleta.

No pude pararme, pero me senté. Agarré mi brazo derecho desde el codo, con mi mano izquierda. Miré a mis tres compañeros —a quienes además de querer, admiro—apenado por lo que se venía: sabía que había dañado su camino. No hablé, y ellos tampoco. Pero volví a pensar en ti, en lo linda que eres cuando recién despierto y te admiro a escondidas mientras haces tu yoga con esa camisa vaporosa, con esa larga trenza perfecta recostada sobre tu espalda; me acordé en ese preciso instante, de las tantas veces que me has rogado que insistamos en ser diferentes, que no aceptemos ser obligados a ser lo que esta sociedad nos exige.

Mira, es claro: necesitamos más parques y menos parqueaderos, más ciclorrutas y menos autopistas inhumanas atravesando nuestras ciudades. Urge que los niños puedan salir a la cuadra, a jugar con sus amigos, con árboles que les regalen sombra, sin miedo a ser atropellados por camionetas que aceleran a fondo, como si estuvieran en una etapa de la París-Dakar.

Sin embargo, la realidad es otra. A los políticos poco les importa la sostenibilidad; no da votos. Arauca y Casanare sufren por el agua, las mineras hacen fiesta con nuestras reservas naturales, los flamencos están a punto de desaparecer de la Guajira, y los voraces incendios causados por atar vanes acaban con las montañas de Medellín.

–Matilda hermosa créelo: me retiro de este movimiento ambientalista, y me dedico a ti. Hasta pronto.

¡Por fin! Finalmente se empieza a desmoronar ese falso movimiento ambientalista. Y nos llega en buen momento, porque mientras menos ciudadanos activos tengamos generando ruido en esta campaña electoral, mejor.

¡Traigan el whisky y prendan el asador!

Atentamente,
JJ Mendoça

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