Apreciada Ministra,
En relación con la alusión permanente e insistente que Usted hace al hecho de que los estudiantes deben estar en las aulas pues debemos garantizarles su derecho a la educación, no puedo más que estar de acuerdo con Usted, pero presiento que estamos de acuerdo de maneras distintas y voy a explicarle por qué.
La educación, como bien lo reza nuestra Constitución Nacional, es un derecho fundamental. Sin embargo, y a riesgo de parecer una acérrima contradictora suya, eso en términos prácticos en nuestro país parece no ser del todo cierto. El problema es muy complejo como para reducirlo al hecho de que porque los maestros estamos en huelga, los estudiantes no tienen a dónde ir, no tienen quién los “cuide” como lo expresó en días pasados el señor Presidente Juan Manuel Santos. Le cuento aquí entre nos, que yo he sido una de esas madres que tiene que salir a trabajar y por cuenta de que los salarios de los docentes no alcanzan, he optado por tener dos trabajos para poder sostener a mi hijo. Un joven que está terminando su bachillerato en un colegio público de Bogotá. He tenido que dejarlo en guarderías y con su abuelita porque mis ingresos no me daban para estar más cerca de él en muchos momentos clave de su vida y eso no tiene precio y nadie me lo devuelve. No obstante, jamás he pensado que el colegio tiene que llenar ese espacio que yo no podía porque tenía que salir a atender a los hijos de otras personas todo el día y dejar solo al mío. Al contrario, siempre he asumido que como madre debo cumplir con la responsabilidad de educar a mi hijo, de enseñarle las cosas importantes en la vida, que la escuela es un espacio de aprendizaje en el que él va a aprender a socializar, a crear y a recibir herramientas que le permitan ser un buen ser humano, pero que yo tengo un papel fundamental en su educación, que en la casa es donde se enseñan los valores, con el ejemplo y la honestidad. Me parece que su discurso está enfocado en que los docentes somos una especie de cuidadores que imparten asignaturas y se equivoca.
La protesta, la lucha válida y justa porque el Estado garantice a los docentes el derecho a una vida digna y acorde con el lugar que ocupan en la sociedad, es también una manera de educar y de enseñar que los ciudadanos de un país tenemos derechos y que si el Estado se compromete a garantizarlos debe cumplir. Eso también es dar ejemplo, es construir ciudadanía, es construir sujetos políticos capaces de empoderarse y luchar por sus derechos. Sus amenazas e intimidaciones no hacen más que demostrarnos que esta lucha vale la pena, que no estamos pidiendo favores sino que estamos exigiendo que el Estado cumpla. La escuela no es solo una infraestructura bien o mal dotada (la mayoría de veces mal), la escuela es la calle, la escuela es la esquina, la ciudad. La escuela es el ejemplo que reciben los niños a través de los medios de comunicación con mensajes que les hablan de paz y de un proceso que se lleva a cabo entre actores armados y el gobierno, pero por otro lado les muestra a ese mismo gobierno sofocando la justa protesta de sus maestros con amenazas e intimidaciones, con un discurso cerrado y autoritario. ¿Qué están aprendiendo los niños en esos escenarios? La escuela es todo eso Señora Ministra y mucho más, así que sigo sin entender sus reduccionismos, su arrogancia y su poca tolerancia y disposición a dialogar con los maestros que somos también actores importantes y que seremos determinantes en la construcción de una paz duradera y de un mejor país.
Atentamente,
Una docente más
