Yo fui la celestina de Fernando Botero (final)
Opinión

Yo fui la celestina de Fernando Botero (final)

La historia no contada de cómo Botero llevó a cabo personalmente la remodelación del Museo en Bogotá y el de Medellín con su monumental donación

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abril 21, 2018
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Una vez estábamos de nuevo en Bogotá y con la idea de Botero que “los arquitectos son los enemigos del arte” empezó la remodelación simple y limpia en donde los detalles eran todo. Salió de una vez la lámpara pomposa de cristal, la escalera principal es importante: se pulió la piedra y pintó el balaústre para aprovechar el brillo del cobre. Era importante instalar un ascensor para los discapacitados. Creó unos nichos que rompieron las largas salas y le dan una doble lectura a las obras por ejemplo -el torso masculino de Botero frente a la escultura femenina del francés  Malliol-.  Se cambió el piso madera sin olvidar el guardaescobas.  Nada podía interrumpir la relación de la obra con el espectador. Se omitieron interruptores y enchufes. Se necesitaba una limpieza total. Se creó un recorrido de las obras con salas numeradas- que hoy las guías incumplen-.

 

 Escalera  principal Museo Botero, Bogotá

Era importante el jardín. Trajeron varios tipos de flores y árboles de los cuales se escogieron los que están. Fue muy importante que ese lugar al aire libre hubiera bancas con su piedra correspondiente que hicieran amable la estadía por eso fue importante unas colchonetas de cuero verde oscuro. (Hoy y después de 18 años están desbaratadas por el uso). Fue importante las sillas para los guardias de cada salón. Se escogió una cómoda diseñada por un artista joven.  Ya no existen y las remplazaron por un engendro. Y, ahora que estamos en el tema de las quejas a la Subgerencia Cultural, otra preocupación es la constante humedad que aparece en casi todo el primer piso.

Era muy importante el cambio de color en las paredes, la dimensión de las fichas técnicas, el tamaño de las letras. Las luces tenían que ser exactas para cada cuadro. Las distancias impecables para que cada cuadro tuviera su espacio específico.

Con la lógica de Botero se distribuyeron los cuadros empezando por su colección en donde se ve su ojo de pintor, dibujante y escultor. Primero el Impresionismo y después el siglo XX en donde también se incluyeron importantes cuadros de artistas latinoamericanos. Poco a poco, y después de mil vueltas logramos que cada cuadro encontrara su lugar determinado. Arduo y maravilloso trabajo fue ese montaje. En el año2.000 se entregó la donación que hoy se llama Museo Botero para todos los colombianos

 

Botero en la Sala Pedrito

Una vez lo sensatos antioqueños se dieron cuenta que lo sucedido había sido una catástrofe, viajaron a Nueva York a visitarlo.  Él, como buen antioqueño generoso, cedió a las peticiones y pensó en continuar y complementar la sala que había entregado en la década de los setenta: La Sala Pedrito como homenaje a su hijo más pequeño que perdió la vida en un accidente. En ese entonces, el lugar se llamaba: Museo Zea. Para la donación Botero el nombre cambió a Museo de Antioquia.

Botero donó un millón de dólares para la remodelación de las salas de un viejo edificio donde había funcionado el Palacio Municipal y que alberga interesantes murales. Las cabezas visibles de la gestión eran el alcalde Juan Gómez Martínez y el gerente de las EPM.

 

Con uno de sus cuadros de la serie La Corrida

Se recuperó el enorme segundo piso que se distribuyó con igual pasión y exactitud.  Predominan sus cuadros que tienen referencia con Medellín, los cuadros de la serie de La Corrida y otros testigos del narcotráfico y la violencia en Colombia. En el Museo de Antioquia quedaron 93 pinturas y dibujos de su autoría y 21 obras de artistas internacionales.

Volvimos a los tres meses a supervisar los trabajos  y como si fuera poco, frente al museo diseñó una gran plaza a donde en una mágica y lluviosa noche, quedaron situadas 23 esculturas monumentales. En un acto de paz donó otro pájaro al parque Berrío que le otorga sentido al destrozado por una bomba.

Uno de los pájaros fue destrozado por una bomba; Botero, entonces, donó uno más

Cuando le pregunté por qué lo hacía me contestó:  “No tengo una explicación extravagante. Quiero a mi país”.

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