Yagé, un viaje al mundo amazónico

Yagé, un viaje al mundo amazónico

Los indígenas le atribuyen las enfermedades al mundo de los espíritus y con el efecto del trance producido por el yagé penetran ese mundo que para ellos es el real

Por: Carlos Eduardo Lagos Campos
julio 29, 2022
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Yagé, un viaje al mundo amazónico
Foto: Leonel Cordero

Esta es una experiencia mítica, mágica y religiosa. Las culturas indígenas de la Amazonía colombiana pudieron conservar y mantener sus prácticas de chamanismo, basadas en el consumo del yagé, su planta más preciada.

De estos grupos se reconocen los siguientes: los kamsá, del Valle del Sibundoy; los siona, habitantes del río Putumayo; los cofanes, del río Putumayo, San Miguel y Guamuez; los coreguaje, localizados sobre las márgenes del río Orteguaza; uitotos, del río Caquetá y sus afluentes; los ingas, del Valle del Sibundoy y Mocoa, entre otros.

Los indígenas le atribuyen las enfermedades al mundo de los espíritus y a través del efecto del trance producido por el yagé, afirman pueden penetrar en ese mundo que para ellos, es el real; un mundo donde descubren la raíz de la enfermedad, su causa y posible cura. Por eso, en los rituales de yagé hacen sus sanaciones.

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Las visiones que genera el efecto de la planta son llamadas pintas, de ahí la inspiración artística para la elaboración de sus artesanías. Esto demuestra la importancia cultural de la planta en su manifestación material. El Ayahuasca, como la llaman en Ecuador y Perú, quiere decir, el bejuco del alma o el bejuco de los muertos; en Brasil se le conoce como cappi, y en Colombia, yagé. Su nombre genérico es Banisteriopsis y la harmalina es su principal alcaloide.

Este no es un acto pagano, por el contrario se trata de un ritual de la luz, los taitas son muy marianos. Existen varias clases de pócimas qué dependiendo cómo se corta el bejuco o se mezcla con las demás plantas hermanas, se denominan: cielo guasca, loro guasca, curi-guasca y culebra guasca, etc.

Durante el ceremonial, el taita emite sonidos de animales, soplos silvestres que según supe, se hacían para llamar a los espíritus del bien. Después de que la primera toma, el taita junto a otros yageceros experimentados que lo acompañaban, musitan canciones de la madre tierra, al agitar su báculo para producir un cascabeleo de semillas, que parece como un río, "no corriendo, si no caminando paso a paso".

El ritual dura toda la noche, de pronto se puede sentir que el tiempo se detiene, todo se torna confuso. Al cerrar los ojos se ven luces de colores, figuras, cosas muy hermosas. Las plantas hablan, en un momento se siente la presencia muy poderosa de los espíritus chamánicos que piden arrodillarse ante su presencia, dejar atrás la soberbia, es el momento para llorar y pedir perdón por todos los errores cometidos como persona en este largo camino de la vida, y de  perdonar a quienes te han hecho daño.

Cuando el chamán y sus discípulos entienden que tu arrepentimiento es real entonces recibirás  una luz y luego veras cosas mucho mas muy hermosas. Quedarás liberado de tus egos, tus pasiones, tus temores y de cualquier cosa que pudiera atar tu voluntad, finalmente de pesar de ser una experiencia dura todo se torna hermoso.

La ceremonia termina con un ritual de limpieza donde todos los músicos con sus atuendos indígenas, flautas, quenas, guitarras y tambores, entonan canciones en los lenguajes de esas tribus ancestrales, y a través de plantas y toda clase de sahumerios y lociones naturales se recibe un nuevo amanecer tras liberar todas las cadenas que pueden atar nuestras vidas.

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