'Ya no estoy aquí' o la mexicanización de la cumbia

'Ya no estoy aquí' o la mexicanización de la cumbia

La entrada de la cumbia colombiana a México significó todo un fenómeno cultural que de un modo u otro se ve en esta película de Fernando Frías de la Parra

Por: Alberto Luna Avila
marzo 30, 2021
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'Ya no estoy aquí' o la mexicanización de la cumbia

En el filme mexicano Yo no estoy aquí del director Fernando Frías de la Parra, que acaba de ser nominado como semifinalista para el Oscar como mejor película extranjera, hay un mensaje al inicio que dice “movimiento contracultural que por su amor a la cumbia se llamó Kolombia”, que muestra todo el fenómeno cultural que significó la entrada de la cumbia colombiana en México y el arraigo de este ritmo dentro del pueblo manito.

La cumbia, el aire musical, sinónimo de la región Caribe de Colombia, llegó a México por los años 40 y 50, a través de cantantes como el barranquillero Luis Carlos Meyer y la cartagenera Carmencita Pernett, quienes grabaron cumbias y porros, como Micaela, La Puerca, La Cumbia Cienaguera, Sebastián rómpete el cuero, Dame tus besos, El Gallo Tuerto; Ven, Ven, Ven, con orquestas tan afamadas como las de Rafael de Paz, Pérez Prado o La Panamericana, que fueron todos unos éxitos en el país del norte.

Cumbias que también se dieron a conocer a través del cine mexicano, de su época de oro, en películas como “Pasiones tormentosas” de 1946, donde el cantante cubano Kiko Mendive y su paisana, María Antonieta Pons, una de las más famosas bailarinas de la época, interpretan y bailan canciones como Prende la Vela o Se va el Caimán. En la cinta de 1956, Pueblo, canto y esperanza”con Pedro Infante, los actores Roberto Cañedo y Columba Domínguez aparecen bailando con otros danzantes la cumbia Sampuesana con velas, pero con una vestimenta y danza diferentes a las típicas colombianas.  Yolanda Varela, Ariadne Welter y Víctor Junco actúan en el largo metraje “Llamas contra el Viento” de 1956, una parte de ella, filmada en Cartagena en la época de las fiestas novembrinas, donde se escuchan canciones como Te olvide, 039, y se ven danzas como la del Garabato o del Gallinazo.

Más tarde, ya en los años 60 y 70, entra con mayor fuerza la cumbia a través de conjuntos y cantantes colombianos como Los Corraleros de Majagual, Aníbal Velásquez, Alfredo Gutiérrez, Lucho Argain, Aniceto Molina, Lizandro Meza, Andrés Landero, que la esparcieron por todo México y la convirtieron en el ritmo más popular del país.

En Monterrey, la ciudad donde se filmó la película “Ya no estoy aquí”, la cumbia y el vallenato ingresaron y se dieron a conocer a través de los llamados sonidistas (especies de picoteros nuestros), quienes traían los LP no directamente de Colombia sino por la vía de Miami o Nueva York, como lo afirma uno de los más reconocidos de ellos, Gabriel Reyes. Ya a principios de este siglo, en esa ciudad mexicana, era común escuchar los ritmos tropicales colombianos en emisoras como la XEH Radio 1420 AM La Grande o encontrar en los almacenes de discos, los CD del Binomio de Oro, Diomedes Díaz o Los Diablitos, que fueron creando toda una cultura basada en la cumbia, fundamentalmente en los barrios marginales situados en las montañas de Monterrey y también en nuevas formas de bailarla. Los sonidistas manitos hicieron popular un nuevo sonido, la llamada Cumbia Rebajada, que consiste en hacer girar el disco en la tornamesa a una velocidad menor de la normal. Este nuevo sonido surgió de un hecho fortuito, en una fiesta que se estaba realizando, el equipo de sonido de uno de los picoteros mexicanos tuvo un daño y los discos comenzaron a girar a una menor velocidad, lo cual produjo ese nuevo sonido en la cumbia, más lenta y con la voz del cantante distorsionada, que la gente no rechazó, sino que le gustó y de ahí se popularizó la cumbia rebajada.

Ya en los años 80 y 90, comienzan a emerger grupos y músicos autóctonos de Monterrey que se dedicaron a interpretar cumbias y vallenatos, el más reconocido de todos, Celso Piña y su conjunto musical llamado La Ronda de Bogotá, convirtiéndose en todo un ídolo en la ciudad nuevoleonés y en todo México, internacionalizando su música. Es muy común ver por las calles de los barrios populares de la capital del estado de Nuevo León pinturas en las paredes con la imagen de Celso y hasta un museo se erigió en su honor, en el sector donde nació.

La película del director Fernando Frías de la Parra se basa en la vida de un joven perteneciente a una pandilla que le toca emigrar de su ciudad natal Monterrey por amenazas de la mafia. Filmada en el 2019, se recrea en dos tiempos y dos espacios, que se combinan simultáneamente. Dos lugares, Monterrey y Nueva York, y dos tiempos, separados por algunos meses, su vida como pandillero juvenil en la ciudad que lo vio nacer y como inmigrante en la gran metrópoli neoyorquina. Todo dentro del marco de la violencia por el narcotráfico que se dio en el año del 2011, el más violento del gobierno del presidente mexicano Felipe Calderón y que se reflejó con mayor crudeza en los barrios marginales, como los de la ciudad norteña de Monterrey. Y como ingrediente central de la película, la música, la cumbia colombiana y toda la cultura que se originó en esos barrios alrededor de ese aire musical.

Ulises, el personaje central de la película, es un joven perteneciente a la banda de Los Terkos, una pandilla que representa todo un rasgo propio de los barrios marginales de Monterrey, denominado Kolombia, que se dedican a escuchar, bailar y cantar la cumbia. Que se distinguen por su vestimenta especial con camisas bien anchas y coloreadas, pantalones holgados que le llegan a los tobillos y zapatos tenis. Con unos peinados que recuerdan a los de los indígenas de la época precolombina, los mayas o los aztecas y a lo que se le suma una jerga particular de esos barrios populares. Los Terkos muestran su propia identidad en los bailes populares donde se escucha la cumbia rebajada con su forma peculiar de danzar y bailar la cumbia.

Mientras la inmigración y estadía en Nueva York, le crea a Ulises, todo un choque y un desarraigo cultural y de identidad, que lo obliga prontamente a volver a su tierra, para encontrar que sus antiguos amigos, integrantes de Los Terkos han sido absorbidos por las bandas de narcotraficantes, quedándose al final de la película completamente marginado en su entorno y dentro de la inmensidad de la ciudad, rodeado de la cotidianidad de la dura violencia y defendiendo lo único que le quedaba, la cultura Kolombia, que se muestra dramáticamente en la última escena de la cinta, Ulises, bailando solo, sobre un tejado, una cumbia rebajada.

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