Hablo de la próxima terna que el presidente deberá presentar para elegir la persona que sustituirá en la Corte Constitucional al magistrado Mauricio González.
Debo aclarar para empezar que no creo que haya una esencia que haga mejores a las mujeres. Tampoco peores.
Tampoco creo que la igualdad numérica sea la garantía del cambio social y cultural que requerimos.
Y aún más: no creo que nuestro sistema de justicia, basado en el castigo y en “negociar” penas, sea para nada justo, que se acerque a los dramas humanos, los comprenda, e intervenga intentando sanar esa historia, cuidar de la vida, reparar a las víctimas, rescatar a los victimarios. Me gustaría más que las mujeres estuviéramos masivamente fortaleciendo sistemas de justicia innovadores, restaurativos, amorosos, pedagógicos, comunitarios, cambiando el paradigma del derecho, poniéndolo al revés.
Y a pesar de ello, como acto de elemental justicia, como reconocimiento a la exclusión vivida históricamente que ha puesto a los hombres como detentadores del poder y tomadores de las decisiones públicas y a las mujeres confinadas en lo doméstico, merecemos y necesitamos más mujeres en todos los espacios de toma de decisión.
Dicen algunos que se lo ganen solas, sin ayuda y sin cuotas. Así ha sido. Carlos Gaviria, defensor de la ley de cuotas que busca garantizar un número mínimo de mujeres en todos los niveles de la administración pública decía que en su larga carrera de profesor de derecho, podía afirmar que de sus 10 mejores estudiantes, al menos 7 habían sido mujeres. A sus estudiantes hombres después, no importa si regulares estudiantes los veía ascender rápidamente en sus carreras, llegar a magistrados, ocupar las más altas dignidades. A sus mejores estudiantes mujeres las veía luchando solas, litigando, o en la carrera judicial, estancadas por años en un mismo nivel. Algunas por no tener padrinos políticos, otras, por dedicarse a la maternidad, otras porque ejercían un verdadero apostolado en pequeños lugares, en comunidades que las atrapaban como hijos pegados a sus pechos.
De manera que no es asunto solo de ganarse un puesto merecido a pulso. Se requieren movimientos y empujones de la sociedad y eso es la ley de cuotas: una acción afirmativa, una medida temporal que se aplica para que, sectores históricamente excluidos lleguen a los lugares donde siempre debieron estar. Una vez se alcance una “masa crítica”, ya no se necesitan empujones, se afirma. El cambio es imparable.
En Colombia el cambio en las altas esferas ha venido en tortuga o mejor en caracol. Una democracia de dos siglos que todavía se plantea si no será mucho tener 30 % de mujeres en la toma de decisiones. De las tres ramas del poder, la que más ha pasado “de agache” es precisamente la rama judicial.
Los ojos han estado centrados en la cuota del 30% mínimo (algunas personas creen que es el máximo) en que haya representación “adecuada” en el ejecutivo. Y muchas trampas y giros se han visto, de alcaldes, gobernadores y presidentes que ante el escrutinio y la pregunta por las mujeres en su administración, presentan estadísticas donde muestran con orgullo la cantidad de secretarias, aseadoras y personal de servicios generales.
También en el legislativo, hemos visto el espectáculo de los directorios y movimientos políticos intentando con el argumento de la autonomía que no se les obligue a incluir mujeres en las listas y después intentando “rellenar” las listas con mujeres manipulables, voceras de sus dirigentes hombres, o comprometiéndolas a que si son elegidas renuncien al año para darle paso a los “políticos de verdad”
Y en la rama judicial? Estudios de la Corporación Excelencia en la Justicia y Quarterly Americas, indican que en promedio la presencia de mujeres en las altas cortes en Colombia solo llega al 22%.
Fuentes:
www.ramajudicial.gov.co | www.eleccionvisible.com
Cálculos: Corporación Excelencia en la Justicia
Desde la elaboración de esta estadística ya se ha superado la cifra en la Corte Constitucional, llegando a 22 % con la presencia de las magistradas María Victoria calle y Gloria Stella Ortiz. A propósito de estas dos magistradas: en el reciente escándalo de corrupción que involucró a Jorge Pretelt y otros integrantes de la Corte, una de las medidas que tomó esta corporación para someter a escrutinio público sus calidades fue la de publicar sus declaraciones de renta. Las dos mujeres fueron las únicas cuyas fortunas no llegaron a los 1.000 millones, es decir, patrimonios acumulados por personas trabajando, sin revolverle tráficos de ningún tipo a su vida.
Para el reemplazo del magistrado Mauricio González, se han presentado 72 aspirantes, 24 de ellos mujeres. Algunas de ellas juristas con gran trayectoria y que han logrado impactar los escenarios donde han estado con una especial sensibilidad. Una de ellas, que conozco por sus actuaciones, es Elda Patricia Correa. Con una actuación impecable y además viendo más allá de la justicia patriarcal, ha logrado introducir giros en casos como el de violencia sexual en el marco del conflicto armado y el de feminicidios, que nos acercan a creer en que aún en este árido sistema se pueden obtener pequeños logros, pequeñas alegrías, pequeñas sensaciones de justicia, aunque sean temporales. Por ella y por las que han presentado sus hojas de vida intachables… Que el presidente conforme de manera audaz y justa la terna de reemplazo del magistrado González con tres mujeres. Después de tantos siglos es elemental justicia, no privilegio.
