Willington Ortiz, espectáculo y leyenda del fútbol colombiano

Willington Ortiz, espectáculo y leyenda del fútbol colombiano

En esta entrevista, el viejo Willy hace un vehemente llamado para que no se aísle a su Tumaco natal. “Somos seres humanos y tenemos derechos”, enfatiza

Por: Albeiro Arciniegas
junio 08, 2020
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Willington Ortiz, espectáculo y leyenda del fútbol colombiano

A Willington Ortiz no le fue bien en el inicio de su carrera. En reiteradas ocasiones, técnicos y equipos nacionales no lo tuvieron en cuenta al considerarlo de poca estatura y muy liviano, pero él perseveró con profunda convicción para debutar, finalmente, con Millonarios y convertirse en el más grande del país en una época cuando el fútbol colombiano no era tan valorado en el mercado internacional.

“Como no tenía la posibilidad de ver televisión, ni leer el periódico, ni nada de eso, uno tenía que imaginarse lo que debía hacer para jugar al fútbol”, dice Willington, a quien, posteriormente, las instituciones y los medios especializados lo van a elegir como el mejor futbolista del siglo XX en Colombia.

Dueño de una habilidad endiablada para proteger el balón y una velocidad única que lo llevó a convertir goles de antología, Willington Ortiz es la gran figura de la Selección Colombia en la década de los 70 y los 80, Millonarios, Deportivo Cali y América, donde cerró su carrera deportiva.

Hasta hoy se recuerda el gol que marcó a River Plate con el Deportivo Cali, el 21 de abril de 1981, cuando, después de una vertiginosa carrera desde mitad de cancha, se enfrentó a Ubaldo Matildo Fillol y lo eludió para marcar el 2 a 1, con que el equipo vallecaucano eliminó al encopetado River –en ese momento media plantilla de River Plate era la Selección Argentina que se había coronado campeona del mundo en 1978–.

Con Willington Ortiz hablamos en una entrevista que nos llevó a otras épocas, a otras formas de entender el fútbol, a palpar el espíritu de un hombre humilde, sin arrogancia innecesaria –a pesar de que la gloria lo acompaña desde hace mucho tiempo–. Y es que es rara la persona entrevistada que concluye con frases como esta, “ojalá haya salido bien, espero que sea útil, siempre a la orden y cuídese mucho”, como si creyera que lo que dijo carece de importancia.

Maestro Willington, ¿cómo recuerda su vida en Tumaco? ¿Cómo estuvo conformada su familia?

Mi familia la conformaba mi papá, Otoniel Ortiz, y mi mamá, Clemencia Palacios; éramos siete hermanos, yo soy el tercero dentro de la lista. Todos nacimos en Tumaco, en la avenida Ferrea con Barrio Vargas. La población de Tumaco no era grande y había empleo, mi papá trabajaba en una empresa maderera, era ayudante de mecánica. Mi mamá tenía una tienda en su casa; ellos trabajaban y nos daban la posibilidad de sustento a los siete.

¿Algunos de sus hermanos quiso ser futbolista como usted?

Sí, un hermano menor, Julio César, intentó jugar fútbol, estuvo en el Caldas y tuvo una lesión de tibia y peroné y, lamentablemente, allí terminó su carrera y no pudo seguir.

Hablemos de sus inicios en el fútbol, ¿cómo llegó a Millonarios?

En esa época había equipos de barrio con unos entrenadores también de barrio que armaban los equipos de fútbol y allí uno empezaba su carrera, no como ahora que hay escuelas de fútbol y escuelas de formación. Había un señor que hacía de entrenador y lo poco que él sabía, nos explicaba. El fútbol era una actividad lúdica. Jugué en divisiones menores y pasé a una selección Tumaco juvenil que jugó en Pasto y fuimos campeones, yo fui el goleador de ese torneo. Después hice parte de la Selección Nariño en los 70, tocó eliminarnos con Cauca y el Huila, pero yo no era titular en esa selección por ser demasiado joven. En mi paso al profesionalismo, fui primero del América de Cali donde estuve unos seis meses en prueba y me dijeron que no tenía condiciones, que era muy bajito y que pesaba muy poco y me terminaron echando –este episodio involucra al director técnico argentino Guillermo Reinoso quien no tuvo la capacidad para valorar el talento del joven nariñense–. De ahí me fui a Pereira, tenía un amigo en Pereira, y en esa ciudad estuve alrededor de otros seis meses probando y me volvieron a decir lo mismo, que no les servía. En Armenia, me sucedió igual. Yo para llegar, entonces, tuve que hacer un periplo por tres clubes antes de que lograra jugar en Millonarios.

Para su debut en el equipo capitalino, ¿qué papel desempeñó el entrenador Jaime “El loco” Arroyabe?

Don Jaime era entrenador de las divisiones menores y veedor de Millonarios, trabajaba con el médico Gabriel Ochoa Uribe. Se organizó un cuadrangular en Tumaco donde participaban Millonarios, Deportivo Cali, la Selección Buenaventura y la Selección Tumaco; yo hacía parte de la Selección Tumaco y en ese torneo nos fue muy bien a Eladio Vásquez y a mí y don Jaime nos dijo que nos llevaba a Bogotá para una prueba, para ver si podíamos hacer parte de las divisiones menores de Millonarios. Si no pasábamos, debíamos volver a nuestro municipio. El hecho es que pasamos y me quedé como jugador de Millonarios por allá en 1972.

¿Cuál es el director técnico que le permitió debutar a nivel profesional?

El técnico que me ayudó muchísimo, el que me dio la oportunidad fue Gabriel Ochoa Uribe; él era técnico de Millonarios y estando en divisiones menores, me vio y me ascendió al equipo profesional y me hizo debutar. En mi primer partido hice un gol y eso me abrió las puertas definitivas en el fútbol profesional colombiano.

Hablemos sobre su paso por el Deportivo Cali.

Después de mi etapa en Millonarios, donde obtuve dos campeonatos, el Deportivo Cali compra mis derechos deportivos y pasó a esa institución en los años 80, 81 y 82 –dejando atrás ofertas de equipos españoles como Barcelona y Valencia–. En el Cali estuve al mando de tres técnicos, Carlos Salvador Bilardo, Eduardo Luján Manera y Edilberto Righi; en 1980, quedé subcampeón con ese equipo y goleador del mismo; en 1981, en Copa Libertadores, hice uno de los mejores goles con el cual ganamos a River Plate, en Argentina, 2 a 1. Un gol que hoy es considerado histórico. En Montevideo, había hecho un gol importante contra Uruguay, pero este gol fue mucho más, primero, por la forma como se concretó y, segundo, porque había jugadores muy buenos en el equipo de River Plate, que venían de ser campeones mundiales en el año 78. Por eso la importancia de ese gol.

A nivel de Selección Colombia no logró participar en ningún mundial, ¿qué ocurrió para que ello sucediera de esa forma?

Albeiro, teníamos buenos jugadores, pero nuestro equipo era muy local, muy regional, y no teníamos la experiencia para jugar a nivel internacional; por eso no pudimos clasificar en toda esa década a un mundial, no teníamos las condiciones. Y en mi caso, me privó de la posibilidad de jugar un mundial.

¿Cuál Selección Colombia le impacta más, la de los 90 con Carlos “El Pibe” Valderrama o la del 2014 con Radamel Falcao García y James Rodríguez?

A ver, yo creo que todas las selecciones o los equipos en el momento que hacen una buena presentación, que hacen algo importante se deben valorar. A mí me parece que la del 90 fue muy buena y esta del 2014 también; creo que la una no puede entrar a demeritar a la otro, ya que las dos en su época han sido destacadas.

En relación con la Selección Colombia, ¿qué hay que mantener y qué se podría mejorar?

Mantener, lo que se viene haciendo; hay muchos jugadores en el exterior que hacen parte de ligas europeas y esa experiencia permite conformar una selección importante, que puede competir de igual a igual con cualquiera; y lo otro es seguir trabajando con divisiones menores, seguir preparando jóvenes y dándoles más oportunidad para que pueda jugar a nivel profesional y, a la vez, tener la opción de jugar en el exterior. Yo creo que en la medida en que tengamos muchos más jugadores de talla universal, nuestra selección va a ser muy competitiva.

Carlos “La Gambeta” Estrada, Jairo Castillo, Pablo Armero y una cantidad importante de futbolistas de primera línea han nacido en la ciudad de Tumaco, ¿qué factores pueden ser determinantes para que su tierra sea la cuna de excelentes deportistas?

Primero, nuestra raza, el biotipo, es especial para este deporte. Lo otro es que entrenamos en unos campos de arena y eso hace que la gente sea muy habilidosa y muy rápida; la velocidad en el fútbol es importantísima; sí, en el fútbol todos tienen que ser rápidos y esas condiciones las tenemos en Tumaco porque jugamos descalzos en nuestros primeros años de vida. Otro factor es la alimentación, pues un sector costero al pie de monte de Nariño permite que la alimentación sea bastante buena, con el marisco y los productos del interior y, por eso, creo, que de Tumaco salen jugadores dotados de grandes condiciones técnicas y biotipo.

¿Suele regresar a Tumaco?

¡Por supuesto! Voy a Tumaco con frecuencia, pues tengo familiares allá. Y a Pasto también voy con frecuencia. Cuando regreso siento el cariño de la gente.

¿Usted sigue vinculado con el medio deportivo?

Sí, trabajo con el fútbol; vivo en Bogotá y tengo una escuela de fútbol y sigo haciendo parte de ese medio, ya no activo, pero no alejado del deporte.

La Escuela de fútbol Willington Ortiz es su manera de permanecer en contacto con el balón, de no alejarse de una disciplina que lo convirtió en el rey de todos los tiempos en Colombia. Lo llevó hacia otro campo. ¿Qué experiencia le dejó el haber incursionado en la política?

Fui representante a la Cámara. La experiencia cuando uno es deportista y no hace un proceso político, no es la mejor. En mi caso, yo pensaba más como deportista y no como político. Cuando llegué al Congreso impulsamos unas propuestas muy importantes; con María Isabel Urrutia promovimos el proyecto de ley donde la telefonía móvil paga dinero (o un impuesto) que se destinan al deporte y la cultura.

¿Con qué se quedaría con el fútbol o los avatares de la política?

Con el fútbol, con el fútbol tú haces amigos; con la política, no.

Recomendaciones de Willington Ortiz para los jóvenes que aspiran a una carrera profesional dentro del fútbol colombiano.

Lo primero el joven tiene que querer el deporte, no dejarse ilusionar por el dinero o las cosas que rodean al fútbol –a veces, el joven o el papá del joven que lo lleva de la mano a un equipo o una escuela de fútbol está pensando en cuánto va a ganar y qué es lo que va a ganar–; el consejo es que no piensen en eso, que lo importante es que les guste jugar al fútbol y que den todo lo que tengan que dar por el deporte; si hacen bien las cosas, les va a llegar dinero, reconocimiento, familia. Les llega todo.

¿Qué es lo más importante que le dejó su carrera deportiva?

Primero, el reconocimiento de la gente; si voy a mi departamento, me identifican y me quieren, valoran lo que hice. Además, me dejó muy buenos amigos y, a través del fútbol, conocí y formé una familia, pude apoyar a mis hermanos. Sí, ese deporte fue muy importante porque hizo posible que mejorara la calidad y las condiciones de vida.

¿Qué significa para usted ser considerado el mejor futbolista del siglo XX en Colombia?

Ese título me lo entregaron los entes deportivos. Es muy significativo, demuestra que el esfuerzo y sacrificio y todo lo que se hizo valió la pena.

Su mensaje para la ciudadanía de Tumaco, en estos momentos complejos, por la pandemia de COVID-19, que ha pegado tan duro por su tierra.

Tumaco es un municipio en el que el 80% vive de trabajos informales, es una población de unos 200 mil habitantes. Se puede pedir que la gente se quede en casa, que se tiene que cuidar mucho, pero a la vez los gobiernos local, departamental y nacional tienen que ayudar a esta población. Bueno, si tú te quedas en casa, pues por lo menos tienes que tener un mercado, para que no tengas que salir. Y, si sales a la calle, ayudarles para que puedan tener un tapabocas. Tumaco es un municipio que tiene una frontera porosa, no es como Ipiales que tiene sólo una frontera terrestre; el puerto tiene dos variables, la terrestre y la marítima. Por eso, de Nariño es la población con la mayor cantidad de contagios y la mayor cantidad de muertos en este momento. Es muy importante que el gobierno conozca esta problemática. No como un ex político, Harold Rivera, salió diciendo que a Tumaco se debe aislarlo; no. ¡Qué tal! Hay que ayudarle, somos seres humanos y tenemos derechos y, como nariñenses, también tenemos que ayudar.

Willington Alfonso Ortiz Palacios nació en San Andrés de Tumaco el 26 de marzo de 1952. Es un hombre de sonrisa a flor de labios. Siempre se distinguió por su frente amplia y la nobleza de sus rasgos color noche. Es difícil imaginar que con su estatura de 1,69 iba a marcar la historia del fútbol nacional y sudamericano con una brillantez irrepetible.

Y también es un ciudadano que no olvida y le deprimen las condiciones en que viven sus coterráneos. Al concluir este diálogo, volvió a insistir en la importancia de que los diferentes estamentos del gobierno vuelvan sus ojos hacia su tierra natal, que no la olviden.

Y agregó: “Espero que la nota haya salido bien, cuídese mucho”. Palabras que –bajo la lupa de lo subyacente– hacen comprender que la fama que enorgullece al mentecato no hace mella en un hombre de tez negra; un ser excepcional dueño de un espíritu repleto de humildad, que lo mejor que tuvo que decir, lo dijo o lo escribió en la cancha.

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