¡Vivan las raíces de Tambó!
Opinión

¡Vivan las raíces de Tambó!

Noticias de la otra orilla

Por:
julio 01, 2017
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Se me pierde en la memoria la ocasión pero sé que fue hace más de 30 años cuando conocí a un grupo de muchachos encabezados por los hermanos Lisandro y Camilo Polo, secundados entonces por el gran tamborero Cheo Peñaranda, que empezaban a redondear la idea de crear un grupo musical de inspiración folclórica que decidieron bautizar con el nombre de Tambó.

Y fueron poco a poco haciéndose visibles en el contexto local y regional, no solo musicalmente participando en todos los espacios culturales propicios a estos aires, sino que emprendieron al poco tiempo una labor de investigación de nuestras sonoridades raizales que poco a poco fueron convirtiéndose en piezas que pasaron a integrar un repertorio consolidado hecho de todo lo iban conociendo, tocando, compartiendo, a través de la experiencia acumulada en incontables correrías que hacían permanentemente detrás de tamboreros, gaiteros y milleros que salían de sus montes y sus campos a hacer parte de los festivales que nutren de música de la provincia del Caribe todo.

Y así fue. Todo ese conocimiento y toda esa experiencia fue definitiva para hacer música propia y para reinventar raíces y remozar recuerdos musicales sirviéndose de la inmensa memoria popular de nuestra música, que cada año se reactualizaba en el inmenso crisol sonoro del carnaval de Barranquilla. ¡Cómo no! Y también, claro, para crear y fortalecer uno de los eventos más importantes que hoy existen en todo el Caribe colombiano en el que se rinde homenaje a esa música y sus intérpretes. Pero de ese evento hablaremos en otra columna.

Hoy quiero recordar y detenerme en la oportunidad feliz que tuve al conocer el que fue el primer trabajo musical del Grupo Tambó que entonces saludé con palabras que querían presentar un disco que era en verdad una suma de experiencias. Esas a las que me he referido antes.

Y decía entonces que llegar a proponer la música que ofrece ese primer trabajo discográfico del Grupo Tambó había sido necesario contar con la vivencia y reflexión comprometida que este grupo había tenido durante los que en ese entonces eran ya sus quince años de existencia. Nada era gratuito.

Solo después del conocimiento y la experimentación con las múltiples formas musicales de nuestra cultura sonora popular: sus formatos diversos, las corrientes rítmicas centrales, al igual que sus variantes y matices, sus personajes protagonistas legendarios, vivos y actuantes, famosos y anónimos, los espacios míticos de nuestros cantos, las historias de vida de nuestros músicos y el universo de nuestras temáticas, todo eso, que es realmente una suma indispensable de nuestra verdad cultural  la habían asumido estos muchachos de Tambó para devolvérnosla convertida en un extraordinario repertorio musical que va desde lo más puro y más raizal hasta las más osadas propuestas de experimentación interpretativa.

 

Quince años después todo suena auténtico
porque está hecho con el espíritu fundamental
que habita nuestra música

 

Y lo mejor es que, vuelto a escuchar aquel trabajo, como me ha ocurrido ahora que han pasado otros 15 años, todo ello suena auténtico porque está hecho con el espíritu fundamental que habita nuestra música.

Así, ritmos nuestros institucionales como la cumbia, la puya, la puya farotiá, la gaita corrida, la chalupa, el bullerengue, la tambora, y esa rareza cultural nuestra que es el son palenquero, adquieren en este trabajo de Tambó un hálito nuevo en virtud de un propósito de búsqueda y de nuevos momentos de expresión que yo juzgo absolutamente válidos y necesarios.

Y es eso lo que puede explicar  la inclusión en el disco de una narración oral a la manera de nuestros clásicos contadores de cuentos, como es el caso de la historia de Tuburcio; el bolero de José Barros A la orilla del mar, que se convierte en son palenquero para un triple homenaje a Tabalá, al genial compositor banqueño y al maestro Armando Galán que nos regala en este tema la flor de su trompeta; el porro El Culebro del maestro Pello Torres que sirve de pretexto para devolver nuestro gran ritmo a los días primeros en que era interpretado por nuestros formatos típicos de gaita, adornado aquí con clarinete, bombardino y trompeta; un curiosísimo chandé pascuero (no pascual) en el que hay inclusive matices de inexplicable gaita zuliana; la cumbia en la que se reencuentran gozosos un saxo y un acordeón; y esa maravilla de fusión de cumbia y jazz que es Capítulo I en la que el gran músico boricua William Cepeda, con el respaldo firme de la percusión afrocolombiana de Tambó, restriega su trombón contra el mundo y toca sus mágicos caracoles haitianos, dándole a nuestra gaita criolla un espacio para el diálogo universal. La chuana original en el reencuentro con su forma prehistórica: los caracoles.

En este disco de vivas raíces, viven las raíces de Tambó. ¡Vivan las raíces de Tambó!

 

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