Víctor Paz habla de lo divino y humano

Víctor Paz habla de lo divino y humano

En su refugio en Popayán, el novelista e intelectual Víctor Paz Otero habla sobre el Bicentenario, Bolívar y una independencia fallida

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febrero 17, 2019
Víctor Paz habla de lo divino y humano

Víctor Paz Otero es un novelista colombiano, nacido en Popayán. Mereció el Premio Internacional del libro latino en cuatro oportunidades, reconocimiento también obtenido por los Premios Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa e Isabel Allende; ha sido finalista en el Premio Rómulo Gallegos y nominado al Premio Fil de Literatura en Lenguas Romances en 2016. Con veinticinco obras en su mayoría de novela histórica, es el autor más prolífico de este género en Colombia y probablemente en América Latina.

Andrés Oliver: Gustave Courbet, pintor francés del siglo XIX, parece querer decirnos con el “L'Origine du monde” que todo comienza en cualquier gran historia con una mujer. La expulsión de Adán y Eva del paraíso (tan parecida a la expulsión tantálica del Olimpo). Los griegos tienen a Atenea como patrona de su ciudad, quien es reemplazada como arquetipo femenino por Deméter y Perséfone, la mujer sumisa. Después vino Artemisa, la prostituta de los Dioses. Y la mujer de hoy, que tiene poder sobre la vida y la muerte, no sabe cuál es su rol, pudiendo elegir entre todos los anteriores. ¿Cuál es su percepción sobre la mujer y la historia?

Víctor Paz.: En un sentido casi estricto, uno podría aceptar, que al menos la vida humana, la origina la mujer. La mujer es engendradora de vida. Más específicamente la vida humana, como ciertas enfermedades, se origina por un contacto sexual. Mi comparación no es de la mujer con la enfermedad, sino de la vida misma con la enfermedad… También sería interesante averiguar cuál es el sexo de Dios… Para mí el sexo de Dios debería ser femenino. Tendría más coherencia con la gestación de la vida.

A.O.: La Independencia es otra gran historia que empieza con una mujer: Marie-Louise de Bourbon y Parma, la reina más fea de la historia de España. Usted cuenta en su novela sobre Bolívar, que dicha reina tuvo a un payanés como amante: Don Manuel Mayo. ¿Es esto realidad o producto de la ficción?

V.P.: La realidad imita al arte decía Wilde. La realidad a veces es la hija de la ficción. Pero en este caso específico, lo del amante payanés es un hecho histórico constatado por muchos historiadores. Don Manuel Mayo fue un personaje nacido en Popayán; su familia era de origen venezolano. El padre de este payanés llegó a Popayán huyendo de un lío judicial que tuvo en Caracas. Llegó con su familia y don Manuel —no sé si por un azar perverso o afortunado—, nació en este valle de Pubenza, un valle que nunca ha sido feliz. Regresaron a Caracas cuando Manuel era un preadolescente. Su familia era muy amiga de la familia materna de Bolívar. Manuel es enviado a estudiar a España. Cuentan todas las crónicas que era un hombre de “varonil fermosura” (como se decía en castellano antiguo). Perteneció a la guardia imperial, y todo parece indicar que, en un conflicto de María Luisa con su amante oficial, don Manuel de Godoy, conocido como “el príncipe de la paz” (retratado muchas veces por Goya), su lecho quedó transitoriamente vacío. Y como lo han relatado con cierto morbo los historiadores españoles, Su Majestad era una mujer de lujurias incontroladas. Una mañana, o posiblemente una noche, requirió los “servicios” de un nuevo amante y le ordenó al hermoso súbdito ultramarino que reemplazara a don Manuel de Godoy en los rituales del amor. Y el payanés, Mayo, hubo de obedecer la orden, pues era la orden de una reina. Y cumplió su misión al parecer satisfactoriamente, con mucho valor —risas—. De estos amoríos resulta que don Manuel Mayo derivó inmensos privilegios: riqueza, lujo, poder. Era el único que en esa época en la ciudad de Madrid tenía carroza tirada por seis caballos. Cuando estaba gozando de estas prerrogativas, invitó a su amigo caraqueño Carlos Palacio, hermano de la madre de Bolívar, a que viniese a vivir con él en su palacete. A su vez, Carlos Palacio invitó a su sobrino Simón Bolívar, a vivir en la casa de don Manuel Mayo. Y Bolívar y su tío compartieron en dicho lugar una buena temporada. En esa convivencia, Bolívar adquirió muchas mañas de señorito: el uso de las lociones, los trajes confeccionados para un dandy, las clases de baile y esgrima, y también las clases de francés. Y es a través de Mayo que Bolívar entra en relación con la Corte española.

A.O.: Qué hombres más valientes de Godoy y Mayo.

V.P.: Por no hablar de Goya, que la retrató —risas—.

A.O.: D. Manuel de Godoy, su ministro y amante oficial, es aquel que facilita el ingreso a las tropas francesas y a Napoleón en su paso a Portugal por España, lo que desata una crisis familiar, nacional y con ello la confiscación de la corona española por parte de Napoleón; suceso que tiene un impacto extraordinario en el proceso de las guerras de Independencia en las colonias de España. ¿Cree Ud. que esa rebelión obedeció a un temor a que las ideas de la revolución francesa fructificaran en las colonias americanas, o son precisamente esas ideas las que llevan a la revolución?

V.P.: Este es uno de los fenómenos más complejos y sugerentes en la interpretación de nuestras guerras de independencia. Inicialmente existió ese terror de que el jacobinismo pudiera “infectar” nuestra católica y domesticada cultura colonial. El proyecto inicial de las élites criollas fue apoyar la monarquía española para defenderse del influjo de la ideología francesa. Pero la política —tanto la de hoy como la de ayer— es dinámica e impredecible; y esas mismas élites que inicialmente reclamaban de España un buen trato para su dignidad ultrajada —pues los españoles nos consideraban súbditos de segunda y hasta de tercera— vieron que una vez destronado el rey de España se abría una coyuntura política para reclamar la plena autonomía de las colonias y progresivamente, apropiándose de algunos elementos ideológicos propalados por la revolución francesa, esas élites consideraron que lo más beneficioso para ellas era fundar repúblicas con plena independencia. Por supuesto, repúblicas que de manera exclusiva esas élites iban a usufructuar a su antojo. Las repúblicas que ambicionaron no fueron democracias, fueron en su ambición oligarquías republicanas.

A.O.: Algunos hablan de revolución. Otros dicen que fue simplemente una secesión para empeorarlo todo.

V.P.: Nuestra Independencia nunca fue una revolución. Fue un cambio significativo en las formas políticas. Un cambio que nunca tuvo la intención de introducir reformas profundas en la estructura social. Fue un proceso sin duda épico, con manifestaciones de heroísmo y de valor, pero siempre —y hasta hoy lo sigue siendo— un proyecto en beneficio de la élite criolla.

A.O.: ¿Cómo ve el papel del clero en la gesta republicana? José María Restrepo Sáenz dice que más de cien sacerdotes católicos fueron obligados a regresar a España desde las colonias americanas. Y hubo próceres clericales, tales como Domingo Belisario Gómez en Bolívar, Cauca; don Andrés Ordóñez, en La Plata, provincia de Neiva, comandante de 300 nasas según D. Santiago Arroyo, cofundador del periódico payanés La Aurora y autor de unos apuntamientos en verso. El obispo Jiménez de Enciso, propietario de la hacienda Yambitará, quien hizo arrodillar a Bolívar para trabajar en su causa; o Agustín Ramos Sarasti, sacerdote y mecenas de la Independencia en Popayán en el año de 1811. ¿Fue mantenida la iglesia como un aparato ideológico que jugó a favor de la revolución de Independencia?

V.P.: La iglesia como es bien sabido, casi en su totalidad era una institución que pertenecía al poder, tanto económico como cultural. Su participación fue muy ambigua, pero mayoritariamente inclinada a la defensa de los fueros de la Corona, excepcionalmente hubo clérigos —en especial del bajo clero— que apoyaron la causa revolucionaria. Pero los “revolucionarios” de la época fueron cautos e inteligentes en no cuestionar el papel de la iglesia en el Nuevo Orden que querían fundar.

A.O.: “No hay nada más demencial que la supuesta razón histórica” dice uno de sus aforismos. Armando Martínez Garnica, director del Archivo General de Colombia, demostró con documentos históricos que San Martín propuso a Bolívar en la Entrevista de Guayaquil (1822) traer un príncipe europeo a gobernar la América. Bolívar se opuso inicialmente en dicho encuentro, según la correspondencia de su edecán enviada a Antonio José de Sucre. Pero en 1829, cansado y enfermo, muy escéptico sobre la suerte de la América, recibió nuevamente la propuesta por parte del Congreso de hacer una Monarquía Parlamentaria, lo cual no vio con malos ojos, como consta en la obra “Au pays de l’Eldorado. La Colombie sans guide” (‎Arthaud, París, 1977): los agentes diplomáticos de Francia y Gran Bretaña fueron informados por el secretario de Relaciones Exteriores de que, en caso de ser aprobada esta propuesta antes presentada por Páez, “Bolívar se mantendría como jefe de estado vitalicio” y el soberano designado no ejercería hasta después de su deceso, el cual sería un príncipe francés. ¿Qué opinión le merece esto?

V.P.: Este también es uno de los grandes momentos de confusión histórica. Bolívar sin duda alguna y en momentos muy diferentes tuvo algunas veleidades y simpatías con la posibilidad de un régimen monárquico. Pues Bolívar, por supuesto, por su inteligencia de estadista era pragmático en comprender ciertos movimientos de la historia. Pero acabó definitivamente rechazando esa posibilidad; para él hubiera sido un contrasentido personal y un contrasentido histórico derrumbar una monarquía para instaurar otra. Pero el tema de la monarquía y las formas de Gobierno fue en muchos sentidos la gran manzana de la discordia de aquella época. San Martín efectivamente propiciaba una especie de monarquía constitucional de diseño inglés. La Constitución de Bolivia diseñada y pensada por Bolívar evidentemente tiene elementos que uno podría considerar de contenido monárquico. Pero el hecho concreto es que el proyecto de Bolívar acabó fundando repúblicas, “repúblicas aéreas” decía él, que es un concepto indicativo de que las Repúblicas salidas de la Independencia eran proyectos hacia el fracaso. El tema es infinito e imposible de ser abarcado en una breve entrevista, pero como nota al margen yo agregaría esta afirmación dolorosa: “en Colombia, por ejemplo, más que una democracia tenemos una delitocracia”. En Venezuela una seudodemocracia ultrajada y desfalleciente. El destino de América en esencia ha sido trágico y turbulento. La democracia real nunca ha fructificado entre nosotros, el sueño libertario de Bolívar además de inconcluso es un sueño fallido hasta el momento.

A.O.: Si los miembros del Congreso que fundó la Gran Colombia un 17 de diciembre de 1819 en Venezuela (porque se fundó en el Congreso de Angostura) nos hubieran dejado en manos de un príncipe Habsburgo, ¿cree Ud. que nuestra evolución habría sido más rápida y feliz?

V.P.: La historia admite muchas interpretaciones, pero acaba imponiéndose la contundente significación de los hechos. Yo a veces he pensado que la guerra de Independencia podría haberse evitado y que, al evitarse, las posibilidades de desarrollo material, social y económico tal vez hubiesen sido más positivas para nuestra vida colectiva.

A.O.: Hemos hablado de la historia que surge en España y ve nacer su héroe en la Capitanía de Venezuela, desde donde vino a sacudir el poder español de lo que hoy es Colombia, Ecuador, Perú, Panamá y Bolivia. ¿Qué opina de los últimos acontecimientos con la hermana república venezolana?

V.P.: Pues a mí me escandaliza y me estremece. ¿Cómo puede uno imaginar al señor Trump, a Bolsonaro o a nuestro sonrosado tecnócrata “restaurando” democracias? El homenaje que le va a ofrecer la ultraderecha que ahora gobierna América Latina, al Libertador Bolívar, pareciera ser una invasión a su patria. ¿No es esto escribir un nuevo y exaltado capítulo de esa historia regional de la infamia? Adquiere pleno sentido mi expresión de que no hay nada más demencial que la supuesta razón histórica. El destino de la historia hasta ahora no ha sido la conquista de la libertad como lo pretendió el racionalismo. El mundo parece que tiene ciclos de esquizofrenia y de locura. Ahora, a nombre de la democracia, se aplasta a los pueblos, se hace la guerra, se roban las materias primas. El ser humano es humillado en todas partes. Vivimos un capítulo oscuro y una nueva y tenebrosa marea fascista que amenaza a nivel planetario los pequeños frutos del árbol triste de la libertad. 

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