Venezuela: ¿dictadura comunista para siempre?

Venezuela: ¿dictadura comunista para siempre?

Como decía Francisco Largo Caballero, dirigente marxista de la guerra civil española: “Las elecciones sirven, pero si las ganamos”

Por: Ariel Peña González
diciembre 11, 2020
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Venezuela: ¿dictadura comunista para siempre?

Al igual que en las dictaduras comunistas de Cuba y Corea del Norte, en Venezuela, con la parodia de elecciones del pasado 6 diciembre para la Asamblea Nacional, los cabecillas del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) aseguran haber obtenido el 91% de los votos. Sin embargo, según los organismos nacionales e internacionales, la participación en los comicios no superó el 20%, aunque a los comunistas la voluntad popular les importa un comino.

A lo anterior hay que agregar que a los miembros del régimen tampoco les importó chantajear con comida a la ciudadanía para obligarla a votar, como lo hizo el parásito comunista de Diosdado Cabello. De hecho, con la farsa electoral que montó Maduro y su camarilla es indudable que se busca consolidar la dictadura a perpetuidad, en donde prácticamente el país vecino quedará convertido sin ninguna discusión en colonia cubana, que mediante el crimen y la tortura buscará evitar su liberación, radicalizando lo que llaman “revolución”. Lo anterior con las consecuencias dramáticas que no solo incrementan los sufrimientos de los venezolanos(que ya son demasiados), sino que también aumentará el número de refugiados en los países vecinos, con lo que Venezuela estaría superando en muy poco tiempo a Siria en ese tema tan dramático.

Por su fantasía comunista, el dictador Nicolás Maduro culpa a EE. UU. por las calamidades de los venezolanos, cuando en realidad ese es un país desgraciado en manos de una pandilla absolutamente inepta, que tiene de excusa a la oposición y al “imperialismo”. Por ello queda claro que a la banda marxista de Caracas no le incumbe el sufrimiento de la población, pues lo que le interesa es el poder. Aquí sí vale la expresión de un ilustre colombiano que dijo: “¿El poder para qué?”.

¿Poder sobre qué?, ¿victoria sobre quien en Venezuela? Será sobre unas masas hambrientas y envilecidas por el socialismo del siglo XXI, sabiendo que Maduro y su régimen son seguidores patológicos del peor ser desalmado y criminal que ha existido en Latinoamérica como fue el tirano cubano de Fidel Castro; también en esa narco-dictadura alaban los genocidios que cometió el rufián ruso de Lenin, quien proclamaba de manera inescrupulosa que “las masas tienen que sufrir más de lo habitual para que haya una situación revolucionaria o se consolide la revolución”. Todo ese siniestro escenario en Venezuela nos lleva a afirmar que la tiranía ha buscado de todas las formas consolidar el hegemonismo comunista, igual a lo que sucede en Cuba.

Ahora bien, Antonio Gramsci, comunista italiano muerto en 1937, diseñó de forma insidiosa lo que ha sido por décadas el engendro marxista-leninista, sin olvidar que la susodicha doctrina en su aplicación práctica se ha convertido en la que más crímenes ha cometido en todos los tiempos. Además, Gramsci para completar su cuadro de horror revuelve al marxismo con el maquiavelismo, buscando la perpetuidad del partido en el poder. Esto para crear camarillas que mediante la mentira y la violencia nunca entregan el manejo del Estado, a no ser con levantamientos populares, como ocurrió con la caída del muro de Berlín y la debacle de la URSS.

La nomenclatura comunista que se instaura en el manejo del Estado cuando conquista el poder, antes y después de lograr sus objetivos burocráticos tiene un comportamiento irracional, buscando ganarse mediante un discurso falso y miserabilista a los sectores más ignorantes y atrasados de la sociedad, y así alcanzar la hegemonía en el plano político, económico, social y cultural, teniendo como base para sus abyectos fines la enajenación y el adocenamiento de las masas.

Para Gramsci, la conquista de la hegemonía es un proceso que se vuelve constante, en donde la cultura juega un papel preponderante, además el partido se convierte en el príncipe moderno de Nicolás de Maquiavelo, siendo lo fundamental la apología a la violencia y al engaño. Para eso el partido se organiza de arriba hacia abajo, lo que se conoce en el marxismo-leninismo como el “centralismo democrático”, y que también lo enseñó el sátrapa de Lenin en Un paso adelante, dos atrás, demostrándose el carácter burocrático y brutal del leninismo.

Siguiendo el método maquiavélico, Gramsci plantea las dicotomías y los reduccionismos para dividir a la sociedad, por eso los seguidores de la secta marxista leninista, sus idiotas útiles y algunas personas despistadas, sin ningún empacho hablan de que se debe estar con la izquierda o con la derecha, con el socialismo o con el capitalismo y con la burguesía o el proletariado, pues el autor de El Príncipe decía “que en una confrontación no se puede ser neutral, porque se es avasallado por el vencedor con la complacencia del vencido”.

Hugo Chávez (1954-2013) en Venezuela dio claras muestras de su admiración por Gramsci y por ello creó bandas armadas llamadas colectivos para defender la “revolución”, pero el epígono más destacado de Gramsci dentro de la fauna marxista podría ser el genocida de Camboya en la década de los setenta del siglo pasado llamado Pol Pot, que mató a 3 millones de camboyanos siguiendo la consigna “pensar y leer es contra-revolucionario”. Y así personajes funestos y tristemente célebres del comunismo totalitario han sido los fervientes seguidores del esquematismo gramsciano.

El bloque hegemónico histórico esbozado por Gramsci es una mezcolanza, sin importar la cantidad o la calidad, en donde también se incluyen a grupos de distraídos e indecisos que se puedan alienar, para que el partido los dirija y así buscar la hegemonía del Estado reteniéndolo para siempre, siguiendo una estrategia de desgaste en contra del enemigo o “guerra de posiciones”. Para ello no hay necesidad de tener en cuenta las aspiraciones de la población, ni a las mayorías nacionales, ni tampoco los debates electorales serios, mucho menos a la democracia que se utiliza de acuerdo a las condiciones o se repudia, si no conviene.

Por su rezago ideológico y falta de discernimiento, Latinoamérica ha tenido que soportar la aplicación de los métodos de Gramsci, que expresan las intenciones torvas del engendro marxista-leninista. Por ello después de la caída del muro de Berlín, Fidel Castro junto a Lula da Silva fundaron el Foro de São Paulo en 1990, Hugo Chávez montó el bolivarianismo (ultrajando la memoria del libertador) y Evo Morales de forma engañosa usa al indigenismo en Bolivia. Todas esas abyecciones son para desarrollar un bloque hegemónico comunista que le haga perder la voluntad a las masas, para que sean presa fácil de la nomenclatura, como lo hace la camarilla de Maduro en Venezuela.

Y la fórmula venezolana es la que le tienen a Colombia a partir del 2022 si llegan mediante las elecciones a conquistar el gobierno las llamadas fuerzas progresistas, que simplemente son partidos y movimientos comunistas que usan diferentes máscaras para engañar a la población.

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