Vallenato, el sonido que ilumina la vida de 80 niños ciegos de un colegio de Bogotá

Vallenato, el sonido que ilumina la vida de 80 niños ciegos de un colegio de Bogotá

Este género, declarado patrimonio cultural de la humanidad, se metió en una escuela del sur de la capital como herramienta de educación incluyente

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diciembre 02, 2015
Vallenato, el sonido que ilumina la vida de 80 niños ciegos de un colegio de Bogotá

En la tarima del colegio José Félix Restrepo, Yilmer Tumay saca suaves melodías de un pesado acordeón color amarillo intenso que esa mañana hace juego con los cálidos rayos de sol que alumbran a Bogotá.

Un joven de estatura media, tez negra y sonrisa perfecta se acerca al lugar guiado por los casi sincronizados golpes de un bastón blanco que sujeta con su mano derecha.

“Oiga, dónde estaba, no lo vi venir”, dice Yilmer al percatarse del sonido del bastón. Aunque tampoco ve, sabe que Jesús López, su amigo y compañero de grupo, ha llegado al ensayo y no duda en soltar una de las tantas bromas que se gastan entre ellos, y que hacen que ataques esporádicos de risa sean recurrentes en el encuentro.

Tras el breve saludo, cada uno toma su lugar. Yilmer con su acordeón, Jesús con su cajón y Jonathan Carvajal con la guacharaca, dan las tonadas de ‘La sigo amando’, el primer sencillo de ‘Chucho López y Los Rey de Reyes’, el grupo vallenato que desde hace poco más de dos años nació en este colegio de la localidad de San Cristóbal, donde los sueños no son pequeños y hay cabida para todos.

Julio Barrera

Fotos: Julio Barrera

Dos historias, un solo ejemplo

Una negligencia médica dejó a Jesús López sin el sentido de la vista, algo difícil de aceptar para un niño de 9 años que todas las tardes corría detrás de una pelota de fútbol en su natal Villa del Fuerte, Antioquia.

Tenía dos opciones: echarme a la pena o salir adelante y yo preferí luchar”, comenta Jesús, al que todos le dicen Chucho, y quien agrega que fue gracias a “un milagro” que pudo viajar a Bogotá e ingresar al Instituto para Niños Ciegos Juan Antonio Pardo Ospina, donde conoció su primer amor: la música vallenata.

Como la mayoría de los niños del Instituto, Chucho llegó al colegio José Félix Restrepo y allí, aparte de continuar con sus estudios de bachillerato, conoció a Yilmer, un adolescente mucho menor que él, pero del que decían “tenía magia en los dedos” cuando de tocar un acordeón se trataba.

Efectivamente, Yilmer resultó ser el compañero que Chucho andaba buscando y, sin pensarlo, le propuso formar un conjunto vallenato para darle rienda suelta al amor que juntos compartían por este género musical de la sabana del caribe colombiano.

‘Chucho López y Los Rey de Reyes’, fue el nombre con el que bautizaron este experimento, y que hoy, dos años y medio después, les ha traído bastantes alegrías.

“Ahora somos 6 en el grupo, 5 de nosotros ciegos, y es chévere cuando vamos a toques porque la gente aplaude y yo toco mi acordeón que es lo que más me gusta hacer”, dice Yilmer, un tímido adolescente de 14 años que gracias a su talento ya ha tenido la fortuna de visitar la ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar, un sueño para todo aquel que consagra su vida al este género musical, declarado hace pocos días Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

José Robayo, el único integrante vidente del conjunto vallenato, llegó a este grupo guiado por la música que salía de un cuarto de ensayos del barrio Villa Javier de San Cristóbal.

Él, un cantante aficionado de 37 años con esposa y dos hijos, no necesitó ver para darse cuenta de que aquellos muchachitos que tocaban y cantaban vallenatos tenían talento.

“Cuando entré y los vi, me emocioné mucho y ahora que estoy con ellos me siento bendecido. No sólo porque puedo cantar, sino porque todos los días ellos me enseñan algo nuevo. Es que véalos, ¿si ellos pueden, uno por qué no va a poder si se supone que está completo?”, comenta José.

Yilmer y Chucho, los dos protagonistas de esta historia, no entienden qué es ser diferente.

“Es que todos somos diferentes, cada uno siente distinto, lo único raro es que soy ciego, pero de resto todo es lo mismo”, dice Chucho quien, además, hace pocos meses estuvo en Japón en el Mundial de Fútbol Sala para Ciegos. Su amor por ‘la pecosa’ siguió intacto pese a su discapacidad y tras poco más de dos años en la Liga de Bogotá, fue llamado a la Selección Colombia para ser uno de los mediocampistas de este equipo.

Yilmer, por su parte, espera seguir en sus clases de acordeón para “ser uno de los grandes”. La mayoría de estos logros son producto de una gran motivación y una inmensa disciplina, que Chucho asegura no serían tantos sin el apoyo incondicional del colegio José Félix Restrepo, un ejemplo de que cuando hay ganas y voluntad, todo se puede lograr.

 

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