¡Usted es un hijo de… mamá recochera!
Opinión

¡Usted es un hijo de… mamá recochera!

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abril 08, 2015
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Medio país está escandalizado por cuenta de "La infamia que aquí llaman paz", el crudísimo discurso del escritor Fernando Vallejo en el marco de la Cumbre Mundial de Arte & Cultura para la paz, en el que llamó al Presidente Santos el más grande bellaco de la historia de Colombia y a las negociaciones en Cuba una gestión de iguales, “alimañas todos. Unos bribones negociando con unos hampones”.

Dicho lo anterior, de ahí para arriba “atendió” a todos quienes han estado al mando de este país y han estado relacionados con los intentos que sobre la paz se han iniciado anteriormente con o sin éxito, incluidos los subversivos de turno. No se salvó nadie.

Pero más allá de lo que dijo Vallejo, si se está de acuerdo o no con su discurso que conserva su estilo habitual, me llaman mucho la atención varias cosas que pertenecen definitivamente a nuestros arraigos culturales.

En Colombia la gente sigue fijándose más en la forma que en el contenido, es decir, es más importante “el tonito” que el mensaje. Muchos reclamaban sobre los calificativos de Vallejo. Entonces me pregunto: ¿a estas alturas de la corrupción, cómo debemos llamar a los hampones de todo calibre, incluidos los de cuello blanco, ¿Don Ladrón?. O a los integrantes de los grupos al margen de la ley, ¿Señor subversivo?

Crecimos “delicándonos” por todo como las tías, ¿se acuerdan cuando una tía hacía onces y la otra tía no iba? Se volvía la tragedia familiar, peleas de años por bobadas pero eso sí todas muy dignas. “Es que prefirió…”, “es que le dijo a… que yo…”, etc., etc., etc. Esto me acuerda de una fusión empresarial en una multinacional en la que trabajé. A todos nos inauguraron con tremendo regaño por algún proyecto que no respondía a las expectativas del jefe extranjero, criado en otra cultura: la de la practicidad y la de “lo que pasó quedó atrás”. En cinco minutos todo estaba bien otra vez y debíamos estar ya pensando en cómo solucionar lo objetado ¡y listo!, olvidado el asunto. ¿Que nos costó trabajo? ¡Pues claro porque nos criamos con las tías pelietas! Pero pronto entendimos que así es exactamente como uno no se amarga la vida, superando lo sucedido y no quedándose pegado en el pasado; llamando todo como debe ser.

Las cosas hay que tomarlas de quien vienen, lo que es realmente importante es lo que se dice; no cómo se dice. ¿Cuánto de lo que manifiesta  el escritor es cierto? Léalo y concluya.

Obvio que todo tiene sus reglas y sus escenarios, pero ¿en un país como el nuestro donde el descaro ya no tiene límites, hay que ponérselos a las palabras? Cada quien puede pensar y expresarse como lo considere. Aquí queremos vestir todo con decencia, cuando en el fondo de los hechos, de decencia no hay nada. Esta situación me recordó a Hassam, el humorista. Él justifica el nombre de su personaje Próculo Rico, a que se lo puso la mamá porque era… “recochera”. ¿Cambiamos la palabrota entonces?

Dejémosle la diplomacia a la Cancillería y llamemos las cosas por su nombre. Alguien tiene que darse la pela, sobre todo si se trata de nuestros intereses como nación.

¡Hasta el próximo miércoles!

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