Una vida sin propósito
Opinión

Una vida sin propósito

Por:
mayo 16, 2015
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Soberbia (del diccionario de la RAE):

  1. f. Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros.
  2. f. Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás.

La soberbia es uno de los siete pecados capitales, según el dogma cristiano. Yo me pregunto ¿qué puede ser más soberbio que asegurar que el ser humano es la cúspide de la creación? ¿Que es el heredero irrefutable del trono de la naturaleza? Stephen Jay Gould nos invita a confrontar el hecho de que “somos, a pesar de nuestras glorias y logros, un accidente cósmico momentáneo que nunca sucedería de nuevo si el árbol de la vida se plantara otra vez desde su semilla y creciera bajo condiciones similares”. ¡Amén, Stephen!

Ya veo venir en los comentarios condenas a arder en el infierno y todas esas amenazas que vienen repitiendo desde las épocas más oscuras de la civilización. ¿Por qué será tan difícil para tantos pensar que se puede vivir una vida plena sin creer que hay un propósito celestial, inmutable, impuesto? Yo (y estoy seguro de que muchos otros) vivo una vida feliz y plena, “sin propósito”. Mis actos son reflejo de la realidad, de un análisis crítico de lo que me rodea, del entendimiento de que mis acciones benefician o afectan a otros seres que comparten conmigo este planeta y al resto de la naturaleza abiótica que permite que la vida exista en primer lugar, no de lo que otros digan (o hayan dicho) que es “mi propósito”.

Saber que no hay un propósito divino para nosotros no le quita valor a la vida. ¡Todo lo contrario! Cuando uno lo acepta, se da cuenta de que somos los únicos dueños y responsables de nuestros propios destinos. Existimos por una simple coincidencia, por la confluencia de eventos aleatorios, pero acumulativos. Una respuesta tan sencilla como “42”, basada en hechos y evidencias es mucho más valiosa que una complicada, llena de contradicciones y difícil de defender, basada en experiencias personales irreproducibles, y en mitos y leyendas pasadas de generación en generación a manera de “teléfono roto”.

¿Qué propósito tenemos los que no somos cristianos, musulmanes, judíos, o cienciólogos? ¿Por qué decidieron no avisarnos a mí y a otro montón de gente para que también nos salváramos? ¿Dónde quedamos nosotros? Ya sé, el infierno es un lugar común al que nos mandan. Y para ser sincero no me preocupa en lo más mínimo: siempre he pensado que de existir, el infierno debe ser mucho más divertido que el cielo. ¿Quién se quiere ir a encontrar con santos, papas, curas y monjas para que le hagan la vida imposible… eternamente? ¿Para que se obsesionen con su vida privada; con lo que hace debajo de las sábanas? ¿O con tantos suicidas y sus 72 vírgenes? En el infierno, en cambio, hay miles de científicos ateos (que después de tantos años de haber sido enviados allá lo habrán mejorado),librepensantes, roqueros, y un montón de personajes de la industria del entretenimiento de adultos (no todos han decidido seguir a Jesús cuando se les acaba la fama). También habrá un montón de abogados, banqueros y políticos, hay que reconocerlo, pero eso también puede ser una ventaja.

Uno tiene un propósito cuando toma la decisión de emprender algo. Y aquí otra vez me pego del diccionario:

Propósito.

  1. m. Ánimo o intención de hacer o de no hacer algo.
  2. m. Objeto, mira, cosa que se pretende conseguir.

Esto quiere decir que primero hay que saber qué para después saber por qué y cómo. Nadie escoge nacer, así que por definición no puede haber un propósito a priori (sin trampas, el de los padres no cuenta porque ese es el de ellos, no el suyo).

En conclusión, esto del tal propósito celestial me parece una idea bastante primitiva, de cuando todavía pensábamos que la posición de las estrellas el día de nuestro nacimiento o la dirección en que crecían los cuernos del toro negro influencian nuestra vida. Hoy, creo que muchos entendemos que son nuestras propias acciones las que tienen consecuencias, a pesar de que tantos insistan en rezar para que las leyes de la naturaleza cambien en su favor incluso después de reconocer que “no son dignos” de tal favor. Cada quien define su propio propósito, algunos temprano, otros más tarde. Estoy seguro de que con el tiempo los mecanismos autocorrectores de la naturaleza sintonizarán a quienes lo hagan olvidando las conexiones que tienen con otros humanos, otros seres y con ella. Alguien muy inteligente llamó a este proceso “selección natural”.

Ahora sí, bienvenidos los comentarios. Civilizados, eso sí. Y sobre todo, no-personales. Como dice Savater: “Las creencias no son todas respetables. Quienes son respetables son las personas, no las creencias. Si así hubiese sido, la humanidad no habría podido avanzar un solo paso”. Y queremos avanzar, ¿no? Aún más de lo que ya lo hemos hecho.

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