Una carta al enemigo

Una carta al enemigo

'A propósito de la masacre en la discoteca gay de Orlando ¿Será que no podemos vivir entre diferencias?'

Por: Iván Darío Hernández Jaramillo
junio 27, 2016
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Una carta al enemigo

Asustado -y no me gusta sentir miedo- por esa violencia que se genera en núcleos moral, social y religiosamente correctos, y totalmente consternado por el terrible asesinato en la discoteca gay de Orlando hace dos semanas, días después de que a tan solo 6 kilómetros de lo sucedido también asesinaran a una joven cantante y compositora, decidí escribir esta carta al enemigo. A cualquiera que nos daña. ¿Pretendía borrar el perpetrador toda la gama de colores de la bandera gay del horizonte? ¿O el asesino de la música no podía sintonizar otra canción en lugar de destruir la radio completamente? En la era de la re evolución espiritual y mental ¿qué hacemos pensando en destruir todo lo que no sea igual a nosotros? ¿No podemos vivir entre diferencias? ¿Es asesino el delicioso mamoncillo por tener en su núcleo una dura pepa que si nos la tragamos nos puede atorar?

Hay  gente que simplemente no se entera de que todos somos universos individuales. Que siendo hijos, novios, esposos, parte de una familia, parte de un grupo de amigos, parte de una sociedad, no tenemos ni debemos ser idénticos a un núcleo total, sino que por el contrario deberíamos aceptarnos como personas, que así como con los colores de un paisaje, enriquecemos la paleta de tonalidades en el horizonte al ser diferentes.  Matar no siempre significa asesinar, para matar. A alguien de morado quizá no le pueda parecer bien el rojo y el amarillo.

Recién esta semana, Disney donó 1 millón de dólares a los familiares de las víctimas del tiroteo en la discoteca de Orlando. El cantante Adam Levine también ofreció pagar los servicios fúnebres de su protegida Christina Grimmie. Me pregunto cuántas familias fieles a esas citas mágicas que propone Disney en las salas de cine, también son homofóbicas. También le tienen pavor a que sus hijos resulten gays. En la película Buscando a Dory de Pixar, en una de sus mejores escenas, hay un encuentro entre un pulpo y una pareja de lesbianas. Ojalá que todas esas personas que tanto miedo le tienen a los homosexuales, no se vengan a escandalizar, a censurar o empiecen a satanizar algo sobre lo que discutir es simplemente idiota. Somos un género total, somos seres humanos y nuestras preferencias sexuales no nos convierten en los alienígenas asesinos de Hollywood.  Dory va a conmover tremendamente a mucha gente, y no creo que los niños empiecen a tocar las piernas de otros de su mismo sexo en el tiempo restante del metraje de la película.

Sin embargo tengo que aceptar que me da un fresquito que cada vez que respiro --con cada bocanada de aire me llena más de conflictos-- el hecho de vivir en un país lleno de matices, cuyos ciudadanos a pie cada vez son al tiempo menos y más prevenidos y violentos. Habría que agradecer, como están las cosas en el mundo, de que no nos mataron por empelotarnos al lado de la Catedral Primada de Colombia. Menos mal que eso no fue considerado, ni por el Procurador, como una afrenta a la religión.

Ven te cuento don enemigo: andar de villano en la vida de la gente ya no puede estar pasando. ¿Son actos de odio solamente de género, solamente religiosos, o tu odio señor enemigo, y toda tu maldad, solamente es medible con tu peligroso nivel de ignorancia? Empiezo a cuestionarme sobre esto, no sorprendiéndome solamente por el nivel de arrebato enloquecido de la gente que ama patear al que es distinto, sino cuestionando nuestros propios odios individuales. ¿Por qué tenemos que odiar? ¿Cuándo eso condujo a algo productivo? Llegamos al punto además en que dejamos de reconocernos como iguales, tan aceptados y tan rechazados como nuestras propias víctimas y victimarios. Empelotarse en público sirve para enterarse de eso. De nuestra profunda igualdad.

Ven don enemigo, para ya de matar al que no es un reflejo exacto de tus egos. Otros, diferentes a vos, no podemos vivir plenos sin  notar las bellas diferencias en nuestro horizonte.

 

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