Un partido de carbón (I)

Un partido de carbón (I)

"La paz se construye dejando atrás la simbología que reinó y que sigue rigiendo estos doscientos años de soledad"

Por: Eva Gómez Rodríguez
marzo 07, 2018
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Un partido de carbón (I)

La tradición del día de Reyes en España dice que cuando los niños se portan mal hay que regalarles un dulce con forma de carbón. Sin embargo, parece ser que la población colombiana le traerá carbón de verdad a la Farc, a ver si de una vez por toda se queman en la contienda electoral.

No se puede tolerar que tras más de cincuenta años alzados en armas por decisión de las élites colombianas, pues son una consecuencia directa de las políticas que han estado empobreciendo a la población desde que se le ocurrió a Llorente no prestar un jarrón, hayan formado el partido Farc para entrar de lleno a la arena parlamentaria. No nos digamos mentiras, siguen siendo recordados por gran parte de la población como una organización que cometió masacres y asesinatos selectivos, de la misma manera que la oligarquía a la cual se enfrentaban. No se puede justificar moralmente ningún asesinato, ni en defensa del Estado ni por la construcción de la nueva Colombia.

Esto nos lleva al hecho ineludible de que es un serio problema, de cara a la reconciliación, que las víctimas tengan que ver día a día, en todos los noticieros, las siglas de quienes fueron sus victimarios. Esta situación no le sirve a las víctimas ni a ellos. Los miembros de la Farc han de saber que esto no es, como diría Iván Márquez, una simple maniobra de marketing, sino que es una cuestión primordial, si lo que quieren es quitarse de encima toda la propaganda que sobredimensionó su papel en la guerra.

La paz se construye dejando atrás la simbología que reinó y que sigue rigiendo estos doscientos años de soledad. Piensan que, mutatis mutandis, tras los acuerdos de La Habana, toda Colombia es un país de paz y prosperidad donde lo único que importa es la participación electoral, y no los cambios económicos necesarios que lleven a cabo la tan ansiada redistribución de riqueza. Sí, puede sonar muy comunista, incluso el autor que más desarrolló la idea (Léon Walras) fue tachado como tal, pero lo único de comunista que tenía era la propaganda que le hicieron.

La Farc (nombre que ni en los mejores sueños del excelentísimo y dignísimo expresidente de la República, el señor Álvaro Uribe Vélez, lo hubiese soñado) debe empezar a pensar que, si quieren integrarse de nuevo al conjunto de la sociedad colombiana, no pueden pretender tener privilegios jurídicos ni electorales. De hecho, no sería descabellado que por lo menos el secretariado se hubiera sometido a penas privativas de libertad, siendo coherentes con el ethos que promulgan;así mismo, el resto de guerrillerada se pudo dedicar a labores más provechosas para la paz que la participación parlamentaria, pues lo único que ha generado la adjudicación de curules ad-hoc es polarización e inequidad. Una de las labores a llevar a cabo podría ser, por ejemplo, el destinar todos los esfuerzos a generar cooperativas económicas, no cooperativas como las del excelentísimo y dignísimo, que dieran empleo a muchas de esas personas que se encuentran en situaciones de pobreza.

De la misma manera, debieron haber pasado por la desproporcionalidad del sistema electoral, puesto que es el medio por el cual se rigen las élites de este país, y que gran parte de la población colombiana después de tanto años ha aceptado (como casi todas las democracias occidentales). Sí, diez curules en el Congreso, como si no les importara la memoria de miles de personas de su bando que se lanzaron a las montañas y peliaron por una Colombia mejor, por no hablar de aquellas víctimas a las que  abofetearon tan sólo por haber nacido en un país llamado Colombia.

Ojalá, por nuestro bien —sí, el de todos, incluso para aquellos que crean que haya que ejercer la lucha de clases en todas sus modalidades—, que la Farc y la oligarquía salvaje de este país se den cuenta que la paz no se construye solo con la ausencia de la guerra, siendo necesario también, dejar de lado todo tipo de simbolismo que haga entender la paz como una lucha de contrarios (paz-guerra).

Finalmente, esperemos que también lo entiendan el resto de los candidatos, que dejen de prometer, que dejen de jugar con la ilusión de la gente, y que de verdad hagan más accesibles las herramientas necesarias para la autonomía —ética—, es decir, la dignidad de las personas. Al fin y al cabo, aprender a vivir en sociedad es de lo que tendremos que empezar a hablar en algún momento.

Continuará…

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