Una vez más hay una oportunidad para que los carros y las motos que le pertenecieron a la mafia pueden quedar en manos de los ciudadanos de a pie. Los vehículos que algún día fueron de capos pueden terminar en manos de gente del común — mecánicos de barrio, emprendedores de reparto, soñadores que rastrean gangas por Internet—. Así funciona la gran ingeniería social de la Sociedad de Activos Especiales (SAE): tomar lo que la mafia acumuló y ponerlo a rodar del lado de la ciudadanía.
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Esta vez la vitrina se abre en línea, pero el fondo de la historia está cargado de asfalto y suspense. Desde el mediodía del 22 de mayo hasta las 10:30 de la mañana del 23, la página elmartillo.com.co se convertirá en una pista de carreras virtual donde los clics sustituyen el rugido de los motores. Allí se disputarán seis vehículos que, si hablaran, contarían más páginas que un expediente judicial.
La pieza estelar es una BMW X4 xDrive30i modelo 2020: pintura reluciente, alma de 252 caballos y un tablero que aún huele a fábrica. Compartirá parrilla con una Chevrolet Tracker 2016 — las favoritas de los exploradores urbanos — y con una Ford Edge 2009, curtida en kilómetros pero fiel como un perro viejo. Para los amantes de la adrenalina en carreteras delgadas aparece la Mercedes-Benz A250 Sport 2016, compacta por fuera y letal por dentro. El capítulo de dos ruedas lo protagoniza la AKT AK150 BR 2015: ligera, rebelde, perfecta para zigzaguear trancones o coronar un camino de trocha. Y cerrando la formación, un microbús Mitsubishi Canter 2009, listo para reinventarse como transporte turístico, food truck o aula rodante, según la imaginación (y el bolsillo) del ganador.
Detrás de la lista de referencias y cilindrajes late otro argumento: el dinero. Solo en los primeros cuatro meses de 2025, la SAE ha recaudado más de 1.748 millones de pesos rematando medios de transporte. Son recursos que no engordan chequeras privadas; alimentan el presupuesto público y financian la misma maquinaria que persigue a las bandas que ayer presumían estos juguetes.
Ignacio Alemán, el funcionario que dirige el área de Democratización de Activos Muebles —nombre elegante para la tarea de desmantelar tesoros ilícitos—, lo explica sin rodeos: «Cada martillazo es un gancho al mentón del crimen organizado. El que compra no solo adquiere una camioneta; se lleva un pedazo de justicia sobre ruedas». Suena a frase de campaña, pero basta repasar los folios judiciales para entender la metáfora.
Participar no exige traje ni corbata, solo registrarse en la plataforma, revisar el catálogo —hay fotos, peritajes y hasta geolocalización del vehículo— y consignar el depósito que abre la puerta a la puja. Desde la sala virtual se puede subir la oferta mientras el reloj digital se consume; un espectáculo de tensión que, visto desde afuera, se parece más a un videojuego que a una subasta estatal.
Pero el verdadero giro de guion sucede cuando el nuevo dueño firma papeles y gira la llave. Ese instante en que un bien manchado por la violencia se convierte en herramienta de trabajo, en plan familiar para carretera o en la primera moto de un mensajero recién graduado. Es la pequeña revancha de la sociedad: transformar lo ilegal en cotidiano, la sombra en utilidad.
Quien se anime debe preparar el terreno. Revisar su presupuesto, imaginar rutas y, sobre todo, recordar que aquí no se compra solo metal. Se compra la posibilidad de que la carretera cambie de sentido. Que lo que antes fue símbolo de poder narco termine pintado con los colores de la vida común. Y eso, digámoslo sin pudor, es un viaje que vale cada peso invertido.