Un gobierno de expresidentes
Opinión

Un gobierno de expresidentes

Si Duque se deja encasillar entre Uribe y Pastrana, dos figuras con ideas cuestionables o con tendencias fuertes de confrontación, su presidencia será un dolor de cabeza

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julio 17, 2018
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Como si Colombia no tuviera suficientes dificultades que enfrentar, a estas se le agrega una más de carácter insólito. Tal y como se ven las cosas, el próximo gobierno será un gobierno de expresidentes. A diferencia de lo que sucede por ejemplo en Estados Unidos, en nuestro país, quienes ejercieron la Primera Magistratura no se dedican a sus respectivas fundaciones, a escribir libros y a dictar conferencias muy bien remuneradas, sino que siguen gobernando. Con excepción del expresidente Belisario Betancur, quien se dedicó a la cultura, todos los demás de una u otra manera siguen actuando no precisamente detrás de bambalinas en temas cruciales con resultados que pueden ser nefastos. Otra excepción ha sido sin duda el expresidente Alfonso López Michelsen quien como se reconoció siempre, cuando hablaba ponía a pensar al país.

En el caso del próximo gobierno, tendremos una sobredosis del expresidente Álvaro Uribe Vélez y del expresidente Andrés Pastrana, cuyas trayectorias e ideas son ampliamente conocidas. El presidente electo Iván Duque llama a su mentor “el presidente eterno”, expresión que, sumada a algunas salidas en falso, por ejemplo, llevándole saludes de su jefe real al rey de España, anuncian el grado de influencia del actual senador Uribe en las decisiones de la próxima administración. Si a esto se agrega el control de este expresidente en el Congreso de la República, especialmente en el Senado, la dosis de su intervención será infinita. Lo que debe reconocer el presidente electo es que el costo político de lo que suceda en su administración, lo va a asumir él y nadie más.

 

 

El presidente electo llama a su mentor “el presidente eterno”,
expresión que, sumada a algunas salidas en falso, como llevándole saludes
de su jefe al rey de España, anuncian el grado de influencia del senador Uribe

 

Para acabar de confirmar esta realidad, la entrevista reciente del expresidente Andrés Pastrana en el Nuevo Siglo, aumenta aún más las preocupaciones. Afirma el expresidente que si en el próximo gobierno se hace una reforma tributaria solo se justifica si es para bajar impuestos. El economista más novato sabe que esto es imposible porque los costos para la economía en términos de su viabilidad fiscal y su reconocimiento internacional por parte de las calificadoras de riesgo, es inmenso. Solo cuando se está en esa posición privilegiada de no tener que asumir las consecuencias de sus palabras, como es el caso del expresidente Pastrana, se pueden hacer este tipo de afirmaciones.

Si el presidente electo, Iván Duque, se deja encasillar entre estas dos figuras con ideas tan cuestionables o con tendencias tan fuertes de confrontación, su presidencia será no solo un terrible dolor de cabeza para él y su equipo sino una situación muy compleja para los 50 millones de colombianos, 8 millones de los cuales no lo apoyaron en la elección presidencial. La oposición, que también será muy dura, tendrá razones para alimentar su crítica y el país seguirá dividido volviendo supremamente difícil enfrentar todos los problemas pendientes que solo se resuelven con concertación entre los que están de acuerdo y los que no, en cada una de las reformas pendientes.

Los expresidentes, Uribe y Pastrana, por lo que se ha visto hasta ahora, no se van a dedicar a cuidar a sus nietos precisamente. Intervendrán no siempre de manera positiva a menos que las cualidades de buena persona y hombre inteligente que se le reconocen al presidente electo, le den suficiente capacidad para que pueda imponer su estilo, que hasta el momento parece más reflexivo y conciliador que el de sus dos grandes asesores. Si esto no sucede, el gobierno Duque tendrá todos los errores de las presidencias de Uribe y Pastrana y no necesariamente algunos de sus aciertos. Los tiempos son otros y sobre todo, los colombianos no son los mismos de antes, cuando se sentían amenazados con ser guerrilleros, si expresaban sus desacuerdos. Esta es una diferencia sustancial que tendrá que asumir el nuevo mandatario.

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