Una gran lápida negra
Opinión

Una gran lápida negra

Netflix ha producido en diez espléndidos y documentados capítulos la historia de la guerra infame de Vietnam que no produjo sino destrucción y muerte

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julio 17, 2018
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El monumento a los muertos en la Guerra del Vietnam en Washington es una gran lápida negra de granito pulido donde están escritos los nombres de 58 220 norteamericanos caídos  o desaparecidos en diez años de intervención norteamericana en ese país asiático, que terminó en 1973 con una retirada más o menos vergonzosa. La primera gran derrota militar de esa nación todopoderosa que había ganado dos guerras mundiales, a manos de la tozuda e implacable guerrilla del Vietcong y de las tropas del Vietnam del Norte. No hay en el monumento nada glorioso, es casi una tumba colectiva y solemne donde están sepultadas también la arrogancia de una nación y la pretensión de hacer universal su ideario  político.

Cuando se celebró hace tan poco el cincuentenario de la protesta estudiantil de mayo de 1968 en Francia, corrieron ríos de tinta para calificar esos eventos como definitorios de su época. En perspectiva, lo que sucedió allí fue una revuelta estudiantil a la que se unieron los sindicatos en protesta en una huelga general, por las difíciles condiciones de la economía, el crecimiento del desempleo y el autoritarismo del gobierno del general De Gaulle. Sus consecuencias fueron la caída del gobierno, al perder el plebiscito que se propuso para calmar a la población y algunas repercusiones estudiantiles internacionales. Hoy sobrevive la idea romántica de que esa revuelta de la pequeña burguesía estudiantil fue algo revolucionario.

Pero si hay un hecho definitorio de esa época es la Guerra del Vietnam, por sus repercusiones políticas, por el tiempo que duró,  por el daño que causó, por la manera como de ella surgió la contracultura norteamericana,  la afirmación de las minorías nacionales,  y el derecho de las pequeñas naciones a darse su propio gobierno. 2 500 000 norteamericanos pelearon en Vietnam, un país del tamaño de La Florida,  600 000 en su pico más alto. La guerra ocasionó la muerte de 2 millones de civiles vietnamitas y 250 000 soldados. 1 000 000 de bajas del Vietcong y Vietnam del norte. Casi 60 000 norteamericanos. Las bombas que cayeron sobre el país lanzadas por bombardeos norteamericanos fueron más que las que se utilizaron en la reconquista de Europa luego de la invasión de Normandía. Más las bombas incendiarias de Napalm, que caían igual sobre personas, animales y casas. Más el agente Naranja, que desfoliaba los bosques y envenenaba las cosechas. Todo el poderío de la gran potencia militar de nuestro tiempo derrotado por una guerrilla con apoyo popular, que vivía en subterráneos.

 

Ho Chi Minh,”la luz que ilumina”, derrotó a franceses, norteamericanos, survietnamitas y terminó unificando la nación bajo las banderas del comunismo

 

Se creyó en un principio que la guerra de Vietnam sería una repetición de la de Corea y terminaría en asegurar la división del país en dos, como se había decidido desde 1946, con la derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial y la cesión de Inglaterra a Francia de Vietnam del Sur, parte de sus antiguas colonias de Indochina, que Francia quiso reunificar con el norte comunista. Pudo más Ho Chi Minh,”la luz que ilumina”, el tío Ho, quien derrotó a los Franceses en Dien Bien Phu, luego a los norteamericanos, luego a los survietnamitas y terminó unificando la nación pero bajo las banderas del comunismo, sin que el mundo se acabara. Se hablaba entonces de la teoría del dominó. Si cae Vietnam, cae Cambodia, Laos, Tailandia y el mundo entero. Era imperativo construir un muro de contención para la expansión del comunismo chino en el sureste de Asia. Vietnam, Cambodia y Laos se volvieron comunistas y el mundo siguió andando.

Las economías comunistas se cayeron por sus propio peso, incluyendo la del Vietnam reunificado que diez años después de terminada la guerra estaba en la penuria causada por la colectivización, hasta cuando a la manera China decidió hacer pinitos capitalistas. Hoy es una nación más o menos próspera, con embajada de Estados Unidos y unos vínculos indestructibles entre ambas naciones creados por los 400.000 vietnamitas que buscaron refugio en Norteamérica luego de la derrota.

Netflix ha producido en diez capítulos la historia de esa guerra infame que no produjo sino destrucción y muerte. Con películas tomadas en el campo de batalla y testimonios actuales de los combatientes, de ambos bandos. Los jóvenes de entonces que hoy rondan los setenta, como los estudiantes franceses del 68, narran el horror de los sangrientos combates en esa selva tropical donde el enemigo era invisible. Su sinrazón, su inmoralidad. Y la guerra que se libra en casa para evitar la conscripción y la muerte por una causa inútil. Vietnam se pierde en las calles de Nueva York, Chicago y Los Ángeles. Un documento objetivo esencial para comprender la historia.

Estados Unidos firma un acuerdo de paz con Hanoi en 1973, que formaliza su derrota: el retiro a cambio de la entrega de prisioneros de guerra. Abandona al corrupto gobierno de Vietnam del Sur, que ha defendido a nombre de la democracia, a su suerte. Saigón cae finalmente en 1975. La escena de funcionarios de la embajada norteamericana abordando el último helicóptero en el techo del edificio es quizás la más definitoria de esa época. Tanta indignidad para nada.

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