Turismo, ¿paz o seguridad?

Turismo, ¿paz o seguridad?

Aunque se plantea como un nuevo dinamizador de la economía, hay distintos modos de llevarlo a cabo, ¿cuál será el mejor?

Por: Oscar Hernandez
mayo 30, 2018
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Turismo, ¿paz o seguridad?
Foto: El Espectador

Durante el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez sucedió lo impensable, luego de aterrizar en La Macarena Meta, epicentro de la guerra contra las Farc, el entonces presidente realizó una caminata desde el río Guayabero hasta Caño Cristales, donde disfrutó de un nado recreativo en las claras aguas que bajan de la serranía. Para ello fue necesario el despliegue de cientos de soldados e impresionantes y costosos dispositivos de seguridad.

Uribe tenía dos objetivos con esa acción, retar a las Farc en un sitio icónico e imponer un modelo de turismo basado en la militarización y la “seguridad” asociada a la vigilancia con un alto costo económico e incluso en vidas. Este modelo trajo cerca de 5000 turistas/año a este destino y por su belleza se posicionó a nivel nacional e internacional. Sin embargo, la historia pudo ser distinta, pues un explosivo de alto poder había sido instalado por la insurgencia y sería accionado al paso de la caravana presidencial, pero el atentado se frustró y el modelo de turismo se impuso.

Más adelante, en el 2016, año de la firma de la paz, un grupo de cerca de 100 bicimontañistas recorrió la trocha entre Vistahermosa y La Macarena hecha por las Farc y las comunidades durante la época del despeje. Así mismo, en Yarumales, una vereda enclavada en el Parque Sierra de La Macarena, se encontraron decenas de guerrilleros que hacían socialización del acuerdo de paz con esa comunidad, y como estaba preparado un gran acto político y cultural, bailaron, se tomaron fotos y hablaron sobre la paz para luego seguir su camino sin ningún problema hasta llegar a La Macarena. En el sector no había presencia militar y había libre movilidad por primera vez para personas que no eran de la región y que portaban costosas bicicletas, GPS, teléfonos celulares, cámaras y otros elementos que en otro tiempo eran absolutamente prohibidos en esta región. Los expedicionarios eran guiados por campesinos de la zona y comieron, durmieron y disfrutaron de hermosos e inexplorados sitios turísticos con mucha amabilidad local antes de llegar a su destino. Ese año visitaron este La Macarena más de 17.000 turistas.

Ahora, debido a la inseguridad sobre el proceso de paz y por la probabilidad real de una nueva guerra, la situación no es igual. La incertidumbre ronda a soldados, policías, guerrilleros, comunidades y turistas. En el 2017 la cifra de visitantes que venía en ascenso se estancó e incluso se redujo según datos oficiales. Tras la salida de las Farc los conflictos socioambientales se agudizaron y existe un malestar general en toda la región del AMEM por el incumplimiento en la implementación de los acuerdos de paz. De hecho, hace pocos días se presentó el último hecho que tiene preocupados a todos: desconocidos quemaron la infraestructura para recepción de turistas ubicada a 1 km de Caño Cristales en un lugar fuertemente militarizado. Ni en los momentos más duros de la guerra se realizaron este tipo de actos. El desconcierto es total.

En esta época electoral, que para muchos es la culpable de la situación actual, se habla mucho del turismo como nuevo dinamizador de la economía y los candidatos que se disputan la presidencia, Duque y Petro, han planteado dos maneras de desarrollarlo desde la discusión paz o seguridad; aunque los dos términos suenan parecido no significan lo mismo, veamos: la seguridad, desde el punto de vista militar, es un término que implica grandes inversiones económicas, compra de armas y equipamiento, instalación de bases militares, logística, restricciones a  la movilidad, impactos ambientales, sociales y fundamentalmente se desarrolla en un contexto de conflicto o guerra que por lo general no es del agrado de turistas y viajeros; la paz, en cambio, significa planeación turística, emprendimiento privado, participación comunitaria, infraestructura, capacitación, empleo, institucionalidad, preservación y restauración ecológica, y principalmente salvar vidas.

No existen modelos turísticos exitosos en un contexto de guerra o conflicto, y aunque se pueden desarrollar son costosos en su operación y generan conflictos socioambientales que a mediano plazo no permiten el incremento de visitantes, sobre todo extranjeros, contrayendo la inversión en infraestructura y afectando seriamente la institucionalidad al promover la informalidad y la ilegalidad. En cambio, en contextos de paz y posconflicto existen modelos exitosos como los de Costa Rica en Centroamérica, donde se ha dinamizado la economía a partir de la formalización de actividades y el trabajo mancomunado entre comunidades, sector privado e instituciones con modelos de promoción estatal, iniciativa privada y concesiones de servicios turísticos a las comunidades locales en las áreas protegidas. Los resultados son claros: preservación de los ecosistemas, resolución pacífica de conflictos, crecimiento económico, infraestructura  y servicios turísticos de calidad que son demandados por clientes con alta capacidad adquisitiva.

La seguridad es un indicador importante para el turismo, sobre todo la “percepción”, que tiene que ver con la imagen que proyecta el destino y la experiencia que viven los viajeros asociada no solo al destino turístico como tal sino a su contexto social, ambiental y de calidad de servicio; la evaluación de seguridad de un turista se hace pensando en delitos menores como probabilidad de accidentes, robo o estafa, pero nunca se contempla un bombardeo o un enfrentamiento armado pues esto descarta el sitio de facto. Además, en la evaluación que hace el turista es más importante la seguridad operacional, la legalidad de los prestadores de servicios turísticos y la posibilidad de atención médica, agua potable y accesibilidad. De hecho, muchas veces brinda más seguridad tener comunicaciones, electricidad o contar con buenas vías de acceso que estar inmerso en dispositivos de seguridad con hombres armados o barreras que intentan esconder las necesidades de las comunidades locales.

Sobre la discusión entre paz y seguridad es claro que la primera es condición básica de la segunda, la teoría que contempla lo contrario no parte por lo menos de un análisis económico coherente pues los costos son más altos y a largo plazo insostenibles.

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