¡Soy espía! ¿Y qué?

¡Soy espía! ¿Y qué?

En Colombia el deporte nacional es la hipocresía y la práctica del espionaje no se escapa de su juego macabro: es buena si la uso yo, pero mala si me la aplican

Por: edgar giraldo alzate
enero 15, 2020
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¡Soy espía! ¿Y qué?
Foto: Pixabay

Colombia está llena de cosas extrañas e inexplicables. Luego de una brillante operación de espionaje internacional, en el cual el glorioso Ejército Nacional salvó la vida de Timochenko (en su momento, su peor enemigo), aparecen las chuzadas. Así de repente su momentáneo prestigio militar se vio pisoteado por la prensa.

El caso es que los medios pasaron por alto el valor ético de la acción militar, el cual reforzaba el concepto de respetar el acuerdo de paz, de proteger a los reinsertados y del profesionalismo de los militares.

Todo empezó cuando una revista denunció (gracias a su equipo de espionaje interno) las posibles chuzadas.

Pero, en fin, no nos apartemos del tema y dediquémonos a lo que vinimos. ¡Hablemos de espionaje!

Durante 30 años, gerencié mi propia empresa de investigación de mercados, que es en realidad un sofisma para disfrazar la verdadera intención del negocio: espionaje industrial. Mi campo de acción era la industria farmacéutica y la de productos de consumo masivo.

Al igual que en el periodismo, en cualquier investigación, ya sea médica, militar o guerrillera, existen dos grupos de fuentes de información: primarias y secundarias. Las unas son las estadísticas e información archivada en alguna parte. Las otras son el interrogatorio, la observación directa, el focus group, la entrevista a profundidad, las encuestas, los muestreos, los informantes con o sin mermelada, la infiltración en el campo enemigo, etc.

Hoy gracias al impresionante avance de la tecnología y la biotecnología existe todo un armamentarium digital que ha ampliado las fuentes de información, con armas poderosísimas como el hacking, los trazadores insertados en el cuerpo, los minitransmisores, investigación del ADN, los trianguladores de llamadas, los rayos laser, Google Earth, visores nocturnos, datamining, etc. Es de anotar que en el futuro vamos a depender más y más, de otra rama aún más avanzada, como la nanotecnología.

Un gran usuario del datamining es la propia Registraduría Nacional, que usa con frecuencia este procedimiento. Básicamente consiste en cruzar bases de datos de diferentes entidades públicas, privadas, cajas de compensación o bancos. Es así como ellos pueden descubrir que el mismo contratante tiene centenares de negocios adjudicados en departamentos y municipios diferentes, a lo largo y ancho del país.

Prácticamente todos los aparatos de comunicación electrónica son susceptibles del hacking y nuestro hogar está en alto riesgo de espionaje. Las cámaras de vigilancia que se conectan al teléfono permiten que su hogar sea rastreado por dentro. Un teléfono enviado por la inocente Alexa coloca su número en el ciberespacio. ¿Sabe por qué siempre asaltan su hogar en vacaciones? Porque usted, por fantochear con sus amigos, cuenta en Facebook que estará una semana en Miami. Así los ladrones no solo se enteran de su paseo, sino que saben que su auto estará guardado en el garaje durante dos semanas.

El espionaje bordea un límite legalidad-ilegalidad que es muy difícil definir. Supongamos que un agente del Estado recibe el encargo de investigar los movimientos financieros de un narcotraficante. De repente, en el rastreo de las llamadas de su celular aparece el número de un congresista o un miembro de la Corte Suprema. ¿Qué hacer en ese caso? El caso es que cuando una investigación empieza, nunca se sabe cómo terminará o qué callos pisará.

Todos los políticos espían a sus oponentes o has sido espiados en cualquier momento y Roy lo sabe. Ellos siempre están en la búsqueda de encontrarle buscarle “la caída” a su enemigo de turno en este gobierno. Su campo de acción son los cócteles, donde se cocinan todos los chismes del país y aparecen las oportunidades de negocios.

En Colombia el deporte nacional es la hipocresía y la práctica del espionaje no se escapa de su juego macabro: es buena si la uso yo, pero mala si me la aplican. Aquí yo espío, tú espías, nosotros espiamos, vosotros espiáis y ellos espían.

El espionaje es tan antiguo como la humanidad. La Biblia lo reporta en 36 versículos diferentes. ‘Todos nosotros somos hijos de un mismo padre; somos hombres honrados, tus siervos no son espías’’ (Génesis 42:11).

Por lo tanto, como el espionaje se nombra en el Libro Sagrado está a punto de ser bendecido por Dios.

Si alguno de ustedes se encuentra con el procurador en un cóctel, por favor cuéntenle que la Fuerza Aérea podría estár llena de espías rusos que continuamente le informan a Maduro de nuestra debilidades militares. Resulta que Rusia le ha vendido aviones y helicópteros a Colombia, en condiciones humillantes, pues en el contrato posventa se especifica que los tales “técnicos” deben revisar periódicamente los motores de los tales aparatos. Ellos viven en las bases aéreas, jugando golf, sin ningún control y, como si fueran militares colombianos, tienen todos los gastos pagados.

A los diplomáticos y negociadores colombianos que hicieron ese negocio con los rusos nadie les enseñó que la primera regla de la diplomacia rusa es: “lo mío es mío y lo suyo también es mío”.

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