Sobrevivir en medio de la revolución digital
Opinión

Sobrevivir en medio de la revolución digital

El propósito ya no es buscar una mejor información para la opinión pública, ahora es la información breve y escandalosa, que da más clics para salvar el negocio

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abril 02, 2023
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Las fake news se difunden en las redes sociales a una velocidad seis veces mayor que la información verdadera, y la probabilidad de que sean retuiteadas es un 70 % mayor. Cuando una mentira llega a 1500 usuarios una verdad va por 250.  Son datos de estudios empíricos que hacen en el primer mundo. Las noticias que más sufren son las políticas mientras que las sociedades padecen las consecuencias de la mala calidad de información, que las ha llevado a deteriorar su capacidad de análisis y a tomar decisiones a todas luces estúpidas.

La facilidad de reproducción de las falsas informaciones surge de la tendencia humana a buscar novedades. A la gente le atrae la información inusual y esta característica la usan los difusores de noticias falsas para atraer a millones de ciudadanos que no tienen mecanismos para diferenciar falso de cierto. Sin los bots -robots que se diseñan para reproducir la información simulando ser personas- las falsedades tampoco circularían a tan altas velocidades, son claves para la difusión de información falsa porque tienen un método para hacerlo, alto conocimiento del funcionamiento de las redes y de las emociones humanas y recursos para financiar las empresas (bodegas y otras formas) que las hacen realidad.

El propósito de las fake news y de información para manipular- es doble: lograr que la ciudadanía piense de cierta manera y obtener utilidades aumentando los clics para generar pauta. No se trata solo de grupos marginales o de subculturas sino de corrientes de pensamiento que habían estado represadas bajo las reglas democráticas de la libre circulación de información que exigía parámetros ya desaparecidos.

Las subculturas racistas, supremacistas, los machistas que se oponen a la igualdad de derechos de género, los que niegan la existencia de gais y lesbianas, al igual que los marginados por las reglas del comportamiento político correcto o las minorías étnicas y regionales con sus causas refundidas en las agendas públicas; o, movimientos como los gatekeepers que se originaron en los fanáticos de los juegos digitales; y muchas más subculturas, encontraron la fórmula para conectarse entre ellas, promover sus causas y tener una voz en sin controles, sin censuras, sin sanciones en las redes como funcionan hoy.

Eran voces marginadas que en los antiguos medios de comunicación -estaban mal vistas -. Se cocinaban en círculos cerrados, en clubes y asociaciones privadas donde se lamentaban de estar relegados. Ahora sus ideas y manera de pensar fluyen con libertad y reclaman mantenerse circulando. Cualquier intento de regularlos lo acusan como un intento de censura. Tienen como aliados a los Musk, a los Trump, a los antiderechos, a extremistas religiosos que promueven los esfuerzos para vengarse de la marginalidad a la que han sido sometidos, por el peligro que representan para la convivencia civilizada.

Son movimientos organizados y con recursos para programar bots eficaces para manipular y reproducir fake news o crear corrientes de opinión despertando rabias o generando angustias. Difunden la información camuflándose bajo formatos que usan los centros de pensamiento de prestigio o los medios de noticias profesionales. Se apropian de su ropaje, para sumar sus falsas informaciones al inmenso mar de informaciones de todo tipo que las redes crearon. Y existen los movimientos ideológicos y los que hacen información solo para buscar utilidades logrando altos niveles de clics o de rating como es el caso de Fox News que domina la opinión norteamericana reproduciendo mentiras que sus seguidores quieren oír.

El ciudadano común carece de herramientas, de tiempo y de interés para clasificar y diferenciar informaciones verdaderas de las falsas y desechables. Solo las elites -académicas, económicas, políticas- que necesitan funcionar con información válida consiguen información seria porque pagan por ella. Las empresas y centros de pensamiento profesionales que producen conocimiento e información invierten mucho para conseguir nuevo conocimiento y producir información de calidad y, por eso, cobran por sus resultados.

La mayoría de los ciudadanos no necesita información seria ni validada para su vida cotidiana. Más bien necesitan noticias en forma de entretenimiento y las redes permiten convertir las noticias en entretenimiento. Las noticias verdaderas amargan la vida cotidiana, venden tragedias, problemas, dramas. Las explicaciones que nos ayudarían a entender lo que ocurre en nuestra sociedad o en el planeta sirven poco para sobrevivir de sol a sol. El ciudadano normal se contenta con seleccionar la noticia que más atractiva le parece y con la interpretación que más se asemeje a su forma de ver el mundo. No repara en su origen, ni tiene cómo confirmar si es cierto o falso ni cuenta con referentes para contrastar ni para hacer interrelaciones que le permitan clasificar entre falsedades, verdades o sofismas.

El bajo nivel del debate público sin duda se debe no a la existencia de las redes sociales sino a la forma monopolística, carente de filtros, controles o regulaciones como se manejan. Gracias a la ausencia de reglas, la población global ha perdido su capacidad de análisis o se la deteriorado al extremo de la estupidez. “El problema al que se enfrentan las sociedades digitales es que la mala información afecta a la sociedad en su conjunto al disminuir la capacidad de tomar decisiones mejores y en su reemplazo despierta emociones de odio, rabia o angustia que llevan a la polarización, la radicalización y a la desconfianza creciente en las instituciones…” dicen Rebecca Lewis y Alice Marwick. (Media Manipulation and desinformation online, estudio muy recomendado).

Los medios profesionales también tienen una responsabilidad en la decadencia, a partir de la toma por parte de los conglomerados económicos y de algunos barones del amarillismo para convertirlos en negocios de entretenimiento y en armas de manipulación. Las antiguas empresas de información -muchas de origen familiar con valores, principios e inclusive ideologías claras- seguían un método para reportear, investigar, contrastar fuentes, confirmar la veracidad de los datos y contrataban equipos profesionales y corresponsales en muchas regiones. Era es una tarea que exigía inversiones, era costoso pagar periodistas de alta formación y trayectoria, financiar viajes e investigaciones y resistir las presiones de los poderes sobre los que ejercía algún grado de control amparados en la solidez de lo publicado.

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Los empresarios que compraron los medios aplicaron la lógica para reducir costos: los equipos periodísticos se minimizaron y los estándares de calidad para producir información más barata se impusieron

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Estos medios son ahora escasos. Los empresarios que compraron los medios aplicaron la lógica del mercado de reducir costos: los equipos periodísticos se minimizaron y los estándares de calidad para producir información más barata (menor calidad) se impusieron. Los grandes medios que llegaron a ser los referentes sociales como instituciones necesarias para las sociedades democráticas, que tuvieron hasta un 80% de confianza de los ciudadanos, hoy apenas bordean el 40% y su credibilidad es baja. En este contexto, de estar desprestigiados, de haber perdido la confianza y credibilidad, las oportunidades que las redes ofrecieron para el ciudadano son enormes.

Decenas de subculturas que estuvieron marginadas de esos medios y de la sociedad en general, encontraron en las redes sociales los canales para expresarse, para contrarrestar las voces oficiales. Decenas de miles de jóvenes que ya saben que los sueños que la sociedad les ofrece son irrealizables y prefieren protestar y burlarse de los poderes establecidos, encontraron en las redes el mecanismo perfecto para vengarse. A los barones y conglomerados que se tomaron los medios, los afectó la irrupción de las noticias en redes.

Al perder el monopolio de la circulación de información masiva y ante el auge de la información ciudadana y las noticias en redes que la mayoría de los ciudadanos consume gratis hoy, los medios mordieron el anzuelo y tratan de imitar el contenido que moviliza masas en las redes: la información breve, atractiva, escandalosa, vendedora es la que genera más clics para lograr la pauta que salva el negocio. Los escándalos en las redes son la materia prima de los medios que las reproducen validando la información que circula por ellas y cayendo en su agenda y en sus formatos.

Cuando los conglomerados y los barones de los medios vieron amenazado su negocio y el poder que derivaban de manejarlos decidieron competir como medios digitales por las noticias de entretenimiento y de escándalo, y sin equipos suficientes ni capacitados producen información casi tan mala como la de las redes. Si invierten recursos no es para producir información de alta calidad para la ciudadanía, sino para competir por los clics en las redes. El propósito no es buscar una mejor información para la opinión pública y ayudar a una mejor toma de decisiones quedó en el siglo pasado, sino tomarse el negocio de los clics.

La información de alta calidad no desapareció porque es necesaria, sobre todo producida con los altos estándares del periodismo profesional y de los centros de investigación. Pero como tiene altos costos producirla no se regala sino que se vende generando una nueva desigualdad entre la información vulgar que puede consumir gratis la mayoría de la ciudadanía y la de alta calidad que solo pagan las élites porque si la necesitan para mantener sus dominios.

La manera de contrarrestar esa decadencia y recuperar la capacidad de ofrecer información de calidad es impulsando reglamentaciones para controlar la calidad de la información que circula en las redes, para diferenciar información de entretenimiento, y para romper los monopolios que impiden el contraste y la competencia porque se nutren económica y políticamente del control de las pocas aplicaciones que hoy mueven la opinión global. Porque sin duda las redes, algo que no podemos perder de vista, también han sido fundamentales para lograr grandes avances en derechos y en transformaciones políticas y no sería justo que en aras de regularlas, se perdiera este gran espacio de libertad y conocimiento.

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