Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 3: la lección de la unidad

Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 3: la lección de la unidad

Ser diferente es un derecho universal inalienable, conforme al respeto y la tolerancia. Esas diferencias no tienen por qué destruir ni destruirán el espíritu humano

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
abril 21, 2023
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Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 3: la lección de la unidad

“De la semilla de la división surgen el caos, las divergencias, los partidismos, el caudillismo y otros desastres”

En primer lugar debo advertir que la palabra “unidad” es bastante compleja. Sin embargo, podría ser un reto interesante para el lector de esta lección vislumbrar los alcances de dicho concepto y la íntima relación que guarda con el tema de esta serie: la paz. Espero que con un poquito de paciencia y otro tanto de perseverancia el lector de este texto, apropiándose de la capacidad de asombro, pueda ver con nuevos ojos lo que entendemos por realidad.

Suena trascendental, es cierto, pero es que en la unidad están involucrados elementos cosmológicos, ontológicos y físicos (especialmente de la física cuántica). En efecto, de la unidad venimos, en ella existimos y a ella retornaremos. Así las cosas, en el universo todo está cohesionado (microcosmos y macrocosmos). Todo se mantiene, permanece y subsiste en perfecto equilibrio. Hay una interrelación unívoca en todo lo existente. Al respecto, los mismos científicos han hablado del efecto mariposa (teoría del caos). En un mundo globalizado, interconectado, donde la información llega al instante, dicho efecto parece evidente. Lo que sucede (causal o casualmente) en cualquier lugar del mundo, incluso del universo, de alguna manera nos afecta e involucra a todos. Una acción allá tiene incidencia aquí.

Alguna vez, quizás, se demuestre que los puntos de referencia “aquí” y “allá” son también relativos. Desde la física cuántica se puede argumentar que incluso observar algo afecta el resultado. El que observa incide de alguna forma en el resultado de un suceso. Así mismo los pensamientos son energía. Cada vez que pensamos emitimos vibraciones. No es para nada descabellado concluir que inclusive la manera en que pensamos incide en el entorno, en el planeta, en el destino de la humanidad. Me atrevo a afirmar que si la humanidad entera se detuviera al menos durante un minuto (todos los seres humanos emitiendo pensamientos puros, bienintencionados, en un estado de meditación y quietud), enfocados durante ese solo minuto en el amor y la paz, seríamos testigos del milagro más extraordinario de la historia: una especie de salto cuántico, una iluminación total probablemente. Aten los cabos y reflexionen en las implicaciones de esta conjetura en la situación de guerra o de paz, de odio y miedo o de amor en el mundo.

En fin, a partir de lo anterior se infiere que en las antípodas de la unidad subyace la división. La división es la que genera las guerras, conflictos y todas las manifestaciones de violencia: actitudinales, verbales y por las vías de hecho o armadas. En otras palabras, la división es lo opuesto a la paz que es unidad. ¿Recuerdan el antiquísimo principio bélico del “divide y reinarás”? Fue muchos siglos antes de Maquiavelo. Investiguen y lo comprobarán.

La luz es sinónimo de unidad, la oscuridad es caótica y divide. Les estoy revelando una especie de secreto, así de simple. El que lee que entienda, y el que entienda que lo aplique y verá. He aquí otra revelación: la oscuridad como tal no existe, es ausencia de luz. El odio y el miedo tampoco existen: son ausencia de amor. La sensación de carencia, de separación son  fantasmas inexistentes. Esto lo comprobaríamos si pudiéramos observar las cosas como son,  sin comprometer las emociones; es decir, tomando distancia. Por eso la división es la consigna contraria a la ley universal de la unidad. Cualquiera que siembre la semilla de la división (cizaña) y del caos quiere generar: desorden, divergencias, disidencias, enemistades, deslealtad, envidia, odios, miedo, partidismo, caudillismo, extremismo, clasismo, segregación, racismo y un extenso etcétera de ismos.

En este orden de ideas, consciente de lo que he podido llegar a comprender, declaro: lo que le haces a otro, ya sea bueno o malo, con recta intención o mala intención… en realidad se lo haces a ti mismo. El daño que causes volverá a ti por el efecto boomerang o acción-reacción. Ayer, hoy, mañana… la ley del “trata a los demás de la misma manera en que quisieras ser tratado ” se cumplirá como una sentencia inapelable. Por eso, el que genera estragos y daño, haciéndole daño a la humanidad entera, en últimas se hace daño y de la peor manera a sí mismo. Quien así actúa no es para nada inteligente, sino, por el contrario, un tonto a la enésima potencia. Hay que despertar.

Por otra parte, pareciera que la información que les he dado no fuera verificable. Esa errada percepción sucede por el inmediatismo, la profunda caverna en la que anda sumergida la generación actual esclava de la mórbida aceleración e impaciencia (desesperación) aumentada por el abuso de la tecnología y dispositivos electrónicos.

En esta misma línea, la ley de la unidad tiene que aplicarse para implementar la paz. Si un individuo no posee paz interior, es ridículo que hable de paz exterior o colectiva. Más que hablar de paz hay que convertirse en la paz. Si en tu corazón hay paz, sentirás y actuarás en unidad.

En suma: la unidad en cuanto totalidad prevaleció, prevalece y prevalecerá. Las diferencias entre los individuos que conforman la unidad siempre existirán: ser diferente es un derecho universal inalienable, conforme al respeto y a la tolerancia. Esas diferencias no tienen por qué destruir (ni destruirán) el espíritu humano, la fraternidad a la que está convocada la humanidad entera. Existió, existe y existirá la diversidad inmersa en una inmanente unidad: géneros, especies, civilizaciones, culturas, pueblos, razas, lenguas, patrias, religiones… todas y todos cohesionados por el vínculo del amor… esa es la unidad que abre las puertas a la paz. Termino esta lección con las palabras de Jesús cuando hablaba del Padre y de la Unidad: “[…] que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad”.

Posdata: próxima lección… el amor.

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