Ser una persona mayor en Colombia: una condena o una oportunidad
Opinión

Ser una persona mayor en Colombia: una condena o una oportunidad

¿Dónde están os recursos para sostener a esa población creciente? Cinco grandes prejuicios bloquean la participación plena de las personas mayores en la sociedad

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mayo 05, 2025
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La población de Colombia en 2050 será de aproximadamente 57 millones de personas. De ellas, más de 14 millones —la cuarta parte— tendrá más de 60 años. Así que los que hoy tienen 35 años, a alistarse: a mediados de siglo, es decir, a la vuelta de la esquina, estarán en ese grupo. Esto ya no es un tema lejano o ajeno. Es el futuro inmediato.

Hace apenas seis décadas, Colombia era un país de niños y jóvenes. En 1960, nacían más de 45 personas por cada mil habitantes, y morían unas 11. Las familias eran numerosas tanto en el campo como en la ciudad, y la esperanza de vida apenas alcanzaba los 60 años. Los mayores de 65 representaban apenas el 3% de la población.

Hoy la historia es otra. En 2024, la tasa de natalidad ha caído a menos de 13 por cada mil habitantes. La esperanza de vida ronda los 77 años. Muchas mujeres jóvenes ya no ven en el matrimonio ni en la maternidad su único proyecto de vida. Estudian, trabajan, son independientes, posponen —o simplemente renuncian— a tener hijos. El resultado es contundente: Colombia envejece. Y rápido.

Hoy, en 2025, el 15% de la población tiene 60 años o más: unos 7,9 millones de personas. Para 2050, será uno de cada cuatro. Y, sin embargo, seguimos tratando este cambio como si fuera un problema de otros, cuando en realidad es una certeza colectiva. La gran mayoría de quienes son hoy jóvenes, si la vida lo permite, llegará allí.

Más allá del debate pensional —un tema serio: ¿de dónde saldrán los recursos para sostener a esa población creciente?—, el mayor obstáculo no es demográfico. Es cultural. Persisten cinco grandes prejuicios que bloquean la participación plena de las personas mayores en la sociedad:

1. “Los viejos ya no aprenden”

Se cree que el envejecimiento conlleva una pérdida inevitable de la capacidad de aprender. Falso. La neuroplasticidad del cerebro es un hecho demostrado, y las personas mayores tienen la capacidad de aprender nuevas habilidades, idiomas, manejo de tecnologías. Lo que cambia es el ritmo, no la capacidad.

2. “Todos los mayores tienen deterioro cognitivo”

Se asocia la vejez con la demencia, cuando la mayoría de personas mayores no padecen enfermedades neurodegenerativas. Este prejuicio invisibiliza la lucidez, sabiduría y juicio crítico que muchos conservan bien entrada la vejez. No somos conscientes, por ejemplo, de lo que pierden los estudiantes universitarios cuando, por ley, se retira a profesores valiosos “porque ya cumplieron la edad”.

3. “Ya no son útiles para trabajar”

Se asume que una persona mayor ya no puede aportar laboralmente. Pero muchos tienen conocimientos, redes y habilidades valiosas. Con condiciones adecuadas —como horarios flexibles o entornos adaptados— pueden seguir siendo activos productivos. No es un fenómeno bien estudiado: ¿cuántos mayores trabajan hoy en la informalidad? Con millones fuera del sistema pensional, es seguro que muchos, sin apoyo familiar, estén obligados a trabajar.

4. “No entienden la tecnología”

Uno de los mitos más difundidos. Muchos mayores usan redes, hacen videollamadas, manejan banca digital. La brecha digital existe, sí, pero no por falta de capacidad, sino de acceso y acompañamiento. En esto podríamos aprender de Corea del Sur, que ha incorporado activamente a sus personas mayores al uso pleno de la tecnología (“ La satisfacción vital se correlacionó significativamente de forma positiva con el acceso digital, la competencia digital y la utilización digital en todos los años”)

5. “Son frágiles y dependientes por naturaleza”

Aunque el riesgo de enfermedades aumenta con la edad, no todos los mayores son dependientes ni requieren cuidados intensivos. Muchos son autónomos, activos y cuidan de otros: nietos, familiares enfermos. Reducirlos a la fragilidad es ignorar su diversidad. Basta recordar cuando, durante la pandemia, un presidente los obligó a quedarse en casa, refiriéndose a ellos como “abuelitos”, para furia y dolor de los mayores de 70.

En un país que en varias décadas de conflicto armado tuvo más de 8 millones desplazados, son muchas las personas mayores de hoy que llevan las cicatrices de la violencia en Colombia y la marca de la resiliencia. El tema del rebusque, ese término tan nuestro, se asocia, con frecuencia, a comenzar y volver a comenzar después de perderlo todo. Tenemos personas mayoras expertas en caerse y levantarse de nuevo. Unos maestros.

Estos mitos alimentan una cultura del descarte, es decir que excluye, invisibiliza o considera inútiles a las personas que ya no encajan en el modelo de productividad o juventud dominante.

Un país que envejece no puede darse el lujo de marginar a 8 millones de mayores de 60 hoy

Un país que envejece no puede darse el lujo de marginar a 8 millones de mayores de 60 hoy y a una cuarta parte de su población en el 2050. Colombia necesita una visión de envejecimiento productivo, en la que los mayores participen en la vida económica, social y cultural. Que emprendan, enseñen, lideren, acompañen. Que sigan siendo parte activa del presente.

Sí, hacen falta políticas públicas. Pero también, y quizás más urgente, hace falta un cambio de mirada. Las ciudades deben pensarse para todas las edades. Las empresas deben dejar de considerar la edad como un filtro. Las universidades, las tecnologías, las conversaciones públicas deben abrirse a la experiencia, no cerrarse en la juventud eterna, un cliché decadente.

Porque este no es un problema de “ellos”. Es un espejo. El país que construyamos para nuestros mayores será el país de millones de jóvenes de hoy dentro de unos años.

Y nadie quiere llegar a viejo en un lugar que no lo respeta.

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