Guerra de precios de útiles escolares en las calles de Bogota

Guerra de precios de útiles escolares en las calles de Bogota

En San Victorino se consiguen cuadernos desde los $1.500, a los que los vendedores les pierden plata para atrapar cliente, que recuperan con lápices y colores

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enero 26, 2022
Guerra de precios de útiles escolares en las calles de Bogota

De los 28 años que tiene, Kevin Bucurú lleva 20 siendo impulsador en San Victorino. La mamá de Kevin tiene un local en una de las 22 bodegas que hay en el sector. En el local, en este comienzo de año, como todos los comienzos de año, venden lo que la temporada demanda: cuadernos, lápices, colores, borradores.

En San Victorino el mercado cambia con el paso de los días. En enero y febrero y de pronto algo de marzo los útiles escolares son los que mueven el comercio. Cada pedazo del año es un vestido nuevo para este sector de la ciudad, que es el que manda en el mercado informal de Bogotá. Después de la actual temporada, siguen los días de la mujer, de la madre, del padre, cometas, amor y amistad, disfraces, y la navideña que comienza en noviembre con los árboles y pesebres y termina en diciembre con los juguetes, para volver a los cuadernos. Es un ciclo. San Victorino no descansa.

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Kevin lleva en la mano derecha tres cuadernos. No le quita el ojo de encima a nadie. Analiza a todos los que cruzan afanosos cuidando sus bolsos y bolsillos. A toda persona que pasa con cara de estar buscando algo le pregunta con insistencia si lo que necesita son útiles escolares. Él les dice que les consigue los mejores precios. Convence a muchos que optan por seguirlo a la bodega de fachada amarilla y arquitectura republicana marcada con el número 11-38 de la calle 11, la más comercial de la zona. Kevin, como los muchos impulsadores que se pelean los clientes, ganan entre el 5 y el 8 por ciento de lo que compre el cliente.

Los descuentos en los cuadernos, que es lo más costoso de las listas escolares, es el gancho en San Victorino para atrapar los clientes en esta temporada que va hasta el mes de marzo. Foto: Mauricio Cárdenas

Frente al local de la mamá de Kevin está el de Marina López. Tiene 58 años y lleva 50 como comerciante en San Victorino. Hoy su local de tres metros por siete es una papelería bien montada. En septiembre será una venta de flores y muñecos y bombas de corazones y en diciembre solo venderá juguetes.

Doña Marina empezó con una caseta heredada por su mamá en el viejo San Victorino, que eran cientos de casetas de latón apiladas entre las carreras Décima y Caracas y entre calles Jiménez y 12, de donde los comerciantes fueron desalojados en 1998 por orden del entonces alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, buscando la recuperación del espacio público del Centro de la ciudad.

El gancho para atrapar los clientes que buscan los útiles escolares de sus hijos son los cuadernos. En el local de doña Marina hay una mesa con cientos de ellos, de todos los precios y todas las marcas. “Es lo más caro de la lista y es por donde hay que atrapar”, dice la hija de la comerciante, quien explica que los clientes de este lugar son familias humildes que tienen entre 2 y 4 hijos estudiando y que lo que necesitan es economía en su máxima expresión.

En San Victorino hay cuadernos de 100 hojas desde dos mil pesos de la marca colombiana Marfil. Aunque intentan parecerse a los más costosos, la calidad de su pasta acartonada y la impresión de sus líneas no es la mejor, son gama baja, dicen los vendedores, pero para la billetera de muchos, que no buscan el muñequito o cantante o modelo o futbolista de moda son ideales.

Atraer al cliente con los cuadernos es tan ganchudo que casi siempre el comerciante, que los compra a mil ochocientos, los deja 300 pesos por debajo de este precio —perdiéndole— con el objetivo de que les compren allí toda la lista de útiles. En los demás productos: colores, reglas, tajalápices, lápices, borradores y marcadores, se desquitan. El cliente se va feliz y todos ganan. Una lista completa, comprada en este lugar, puede costar un poco menos de cien mil pesos. La misma lista en un almacén de cadena pasa los 150 mil pesos. En San Victorino hay cuadernos de $1.500, $3.000, $4.000 y de ahí para arriba; el más caro, un cinco materias, vale 22 mil pesos.

San Victorino

Los precios en esta temporada, también en San Victorino, llegaron a duplicarse. La pandemia, el paro y las dificultades para importar, son las causas de esta subida.

Aunque en San Victorino se pueden encontrar precios más cómodos que en cualquier almacén, los clientes están pagando mucho más de lo que pagaron por los mismos útiles un año atrás. La hija de doña Marina, que trabaja con ella desde hace unos 10 años, explica que el alza en los precios es una realidad que también los golpeó a ellos. La joven cuenta que muchos de los productos, como la resma de papel, subió casi el 100%. “Hace un año se conseguía en ocho mil y hoy la misma resma vale 18”, dice. El cuaderno más barato, que hoy se vende en $1.500 o $2.000, hace un año se conseguía hasta en 800 pesos. La pandemia, la baja importación y el paro del año pasado pasaron factura.

Con todo lo anterior en San Victorino siempre será más barato comprar cualquier cosa. Aquí se consiguen los mismos cuadernos que ofrecen los grandes almacenes, pero el precio está muy por debajo. Un cuaderno de la marca Norma de gama alta puede costar por fuera de este sector unos doce mil pesos; aquí vale nueve mil. Los colores que allá valen 15 mil pesos en el Centro de Bogotá se consiguen a 10 mil. Aunque hay que saber comprar, dice Kevin. El joven impulsador cuenta —a manera de chisme— que, así como hay útiles de marcas que son originales también los hay ‘chiviados’ y que parte del negocio también está ahí.

En la calle también están las improvisadas papelerías que muchos montan en carretas. Viviana Andrea Sanabria también tiene 28 años y lleva 18 vendiendo en las calles del centro de Bogotá. En su local ambulante, montado sobre la calle, tiene invertido unos cuantos millones. Allí tiene todo lo que le piden a un estudiante promedio.

En la calle de San Victorino se consiguen cuadernos desde mil quinientos pesos en adelante. Los vendedores, como Viviana Sanabria, ambulantes pueden jugar con los precios en favor del comprador, ya que no pagan los tres millones de pesos en arriendo que si se pagan en los locales de la zona. Foto: Mauricio Cárdenas.

Viviana no vende nada por unidad. Solo vende listas de útiles completas. A sus clientes les dice que así lo hace para poderles dar mejores precios. Es verdad. Lo que cobran Viviana y los otros carreteros que venden en plena calle es menor que el valor que se consigue en los locales de las bodegas. Los tres millones de pesos de arriendo que los ambulantes no pagan los pueden poner a jugar en favor del cliente que termina seducido por la economía, que al final es lo que busca al visitar este popular sector, el cual, con la temporada que sea, mueve billones de pesos al mes y pone a andar la rueda de la economía informal, esa que paga poco o nada de impuestos pero que tanto bien le hace al bolsillo de los más pobres.

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