Así viven los pobres más pobres de Bogotá

Así viven los pobres más pobres de Bogotá

En La Colmena 1500 familias apenas alcanzan a comer dos veces al día. Sobreviven en casas de hojalata expuestos al helaje de los cerros. No aparecen ni en los mapas

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junio 22, 2021
Así viven los pobres más pobres de Bogotá
Fotos: Leonel Cordero

El único bus que llega hasta el barrio Los Alpes en Ciudad Bolívar es el T11 del Sitp. Pasa cada 40 minutos y va hasta la calle 222, para devolverse. El recorrido puede durar cuatro horas. Los Alpes es el último barrio legal de la Bogotá urbana que no tiene nada de urbana. Queda en la parte más alta de una de las tres montañas que forman la localidad 19, en la que viven unas 700 mil personas y donde viven los más pobres de Bogotá.

Pero los pobres más pobres son los del sector La Colmena que colinda con Los Alpes. Ni siquiera aparece en la lista de barrios pobres de la Alcaldía. Tampoco aparece en mapas. Ni siquiera es un barrio. No tiene calles ni esquinas. Son hileras de casas mal apiñadas y mal encajadas entre la montaña. Las dividen angostos pasadizos empinados de tierra negra y húmeda por donde solo cabe una persona a la vez. Algunas de las casas de lata están montadas sobre un caño de aguas podridas que atraviesa la zona de lado a lado.

Barrios pobres

La Colmena está mal incrustada sobre una de las montañas de Ciudad Bolívar, la localidad más pobre de Bogotá donde viven unas 700 mil personas. Fotos: Leonel Cordero

Las casas están hechas de cualquier cosa que sirva para mantenerlas en pie: hojalatas, tablas, costales viejos, troncos, plástico, llantas de carros. Es una zona que se puede ir abajo cuando a la tierra le dé la gana de moverse o el agua del caño se rebote y la debilite. Las casas caerían como fichas de dominó apiladas, una tras otra.

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El 75% de los que viven en La Colmena han llegado huyendo de otras partes del país. A Doralia Cortés y a su esposo la guerrilla los sacó de una finca en Garzón, Huila. Cuatro años después de haber llegado a Bogotá, como todos, le compraron el lote a unos estafadores que les vendieron los terrenos sin ningún documento de propiedad. La tierra no era de ellos, pero eran los que mandaban en la zona. Les dicen tierreros y también dicen que son paramilitares. A la brava y sin el control de nadie se adueñaron de la tierra que era propiedad de la firma de ingenieros Humberto Abella. La compañía de ingenieros le dio la espalda al problema y desde sus oficinas en el norte de Bogotá demandó la invasión a sus terrenos. El pleito está vivo.

Barrios pobres

Doralia Cortés llegó a La Colmena en 2014. Es desplazada del Huila. Su miedo más grande es que la saquen de aquí, perder lo que ha invertido y no tener a donde llegar con su familia.

Doralia Cortés vive desde hace seis años en La Colmena. Pagó 800 mil pesos en cuatro contados por un lote 14 metros por un lado y 7 metros por el otro. La casa de Doralia Cortés está encerrada en drywall, una lámina de yeso endeble, y hojalata, que están sujetados a unos palos de madera anclados a la tierra. Su esposo construyó tres piezas, un baño y patio para lavar y colgar la ropa. En la construcción han invertido tres millones de pesos. Viven con sus dos hijas adolescentes. Para no dormir entre la humedad, el polvo, el barro y el frío pusieron tapetes baratos sobre sobre la tierra viva. Opción que usa la mayoría de sus vecinos.

En La Colmena hay unas 1500 familias distribuidas en cuatro sectores que ellos mismos dividieron y bautizaron con nombres que no tienen nada que ver con lo que son: Maravillas de Dios, Primavera azul, Tabor Altaloma Caño y Ensueño. Sus vecinos, que han tenido unos pesos más de suerte, que viven en casas de bloque y ladrillo en el barrio Altaloma, que está en camino de ser legal, quieren desaparecer La Colmena con habitantes y todo. Los de La Colmena son indeseables para sus vecinos.

Barrios pobres

Los habitantes de La Colmena, unas 1500 familias, son invisibles para la mayoría de bogotanos. También son invisibles para los gobiernos. Fotos: Leonel Cordero

La Colmena está más alta que Monserrate. Desde aquí la Iglesia orgullo de los que viven en la Bogotá plana se ve minúscula metida entre la larga cordillera de montañas verdes y casi vírgenes del oriente, que a diferencia de estas montañas no están atiborradas de casas desde la base hasta la punta. A Monserrate muy pocos de los que viven por estos lados la conocen personalmente. A muy pocos les interesa conocerla. Muy poco les interesa también esa Bogotá ajena y lejana que se divisa en su totalidad desde aquí y que parece un tapete color ladrillo. Son invisibles para esa otra ciudad. Solo bajan allí a rebuscarse la plata que por estos lados es escasa.

La única vía pavimentada es la Carrera 26. Es la principal. Por donde llega el T11. Es la única vía de acceso al barrio Los Alpes que se alza de opulento comparado con sus vecinos del La Colmena. Las demás calles de Los Alpes esta tapizada con tierra amarilla seca que envuelven el sector en una sola polvareda que se levanta con la ventisca fría que nunca deja de soplar. El agua y luz de La Colmena son ilegales. El agua la sacan pegando unas mangueras a los tubos del acueducto que pasan por el barrio Alpes. La luz también la sacan uniendo cables a los postes de Codensa. Peligrosamente los cables de alta tensión pasan muy cerca de las tejas de latón.

barrios pobres

José Pineda, uno de los líderes del sector, fue guerrillero de las Farc por 20 años. Fue indultado. Vive con su familia hace 4 años en La Colmena. Fotos: Leonel Cordero

José Pineda llegó en 2017. Compró en dos millones de pesos un rectángulo de tierra de seis metros por 12 metros. Ahorró de los 470 mil pesos que el gobierno le dio durante cinco años por ser reinsertado de la guerrilla. Estuvo 20 años en las Farc. En 2007 lo capturaron. En octubre de ese mismo año hizo parte de los 150 guerrilleros indultados para intercambiar por secuestrados.

El exguerrillero es uno de los pocos que ha levantado su casa en ladrillo. Solo tiene las cuatro paredes que encierran el lote. Allí vive con su esposa, sus dos hijos y su papá de 78 años. La ha metido $6 millones. El programa para los reinsertados también le dejó unas máquinas de coser con las que se mantiene. Se gana siete mil pesos por cada chaqueta que entregue. Le cose a un señor que las vende en San Victorino. En una jornada de 16 horas frente a la máquina termina entre 7 y 10 chaquetas. Su esposa es vigilante en un edificio en Chapinero. Tiene que salir de la casa a las 4 de la mañana para poder llegar a su trabajo dos horas después.

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Todos los materiales que sean resistentes sirven para levantar las casas en La Colmena. Madera y hojalata son las que más se ven por este sector.  Fotos: Leonel Cordero

Para los habitantes de La Colmena la pandemia y el paro nacional son tan invisibles como ellos para la Bogotá que está abajo. No pueden hacer eco del paro. Los paramilitares que manejan la zona les ordenaron con amenaza de muerte impresa en panfletos no acompañar las protestas. Además, si un solo día dejan de hacer lo que hacen para buscar dinero, al siguiente no hay que comer.

En la casa de John Bernal, hecha de ladrillo y tablas recicladas, viven apeñuscadas nueve personas. Todos rebuscan como aportar para la comida. Ninguno, como casi nadie de La Colmena, sabe qué es un salario. John sale en las mañanas y en la Bogotá de abajo vende lo que sea: dulces, galletas, bolsas de basura.

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La preocupación más grande de los habitantes de La Colmena es tener comida para el día siguiente. No pagan arriendo. No pagan servicio y aún así la plata que consiguen no les alcanza para satisfacer el estómago. Fotos: Leonel Cordero

—Aquí preferimos morirnos de Covid que morirnos de hambre— dice Doralia desde la humilde cocina de su casa. Para salvarsen del Covid-19 su única esperanza es la fe en Dios. Poco importa si las vacunas llegan. Lo que realmente importa es cómo hacerle la trampa a la comida. Comer tres veces al día es para muchos un lujo. El menú de estos lados sabe extrañar las carnes. El huevo es el típico acompañante de los platos. Varias de las familias que por aquí viven usan el bono alimenticio que en pandemia el colegio público les da a sus hijos. Son 50 mil pesos. Lo usan para hacer mercado. Es lo único seguro que muchos reciben al mes.

Las ayudas del gobierno también son invisibles. De nada sirvieron los trapos rojos en las ventanas. El único mercado que han recibido en la pandemia lo tuvieron que pelear con la alcaldía local. A mediados de 2020 unas 100 personas bloquearon la Av. Boyacá. Los escucharon. No a todos les llegó el mercado prometido.

barrios pobres

En La Colmena viven de fe, caridad y rebusque. Allí ponen todas sus esperanzas, su hambre, sus temores y hasta el covid-19 en manos de Dios. Fotos: Leonel Cordero.

Para matar el hambre muchas veces arman una olla comunitaria en la que varias casas ponen lo que pueden. También la hacen con ayuda de organizaciones sociales que conocen de su pobreza. La olla comunitaria les garantiza a muchos al menos una comida al día.

La Colmena no solo pelea contra el hambre y la miseria. Por acá se acuestan todos los días pensando en la comida para el día siguiente, en que no los vayan a sacar de ahí, en que la montaña no escupa sus casas, en que el caño de porquerías sobre el que están no los arrastre hacia abajo. Todo, absolutamente todo, lo dejan en manos de Dios para quien tal vez no son tan invisibles.

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