Rusia despierta el dinosaurio

Rusia despierta el dinosaurio

Vladimir Putin, por años planificó el debilitamiento interno de los Estados Unidos y otras democracias europeas, interfiriendo en sus elecciones

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
marzo 08, 2022
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Rusia despierta el dinosaurio
Foto: Pixabay

La caída de la cortina de hierro acelerada tras el derribo del Muro de Berlín en 1989 fue preaviso a la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, que con la mano fuerte de Stalin, después de la repartición del mundo entre triunfadores de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en la superpotencia que en el cambiante escenario geográfico de la Guerra Fría disputó la hegemonía con los Estados Unidos y los líderes de la OTAN, (organismo que unió a las democracias europeas del Atlántico Norte, con el propósito de impedir el avance del socialismo línea Moscú).

Disuelta la URSS y quedando Rusia como un gigantesco país actuando sin las numerosas repúblicas que le obedecían y azotado por el traumatismo de abandonar una economía planificada y controlada por la burocracia del partido comunista, durante los primeros años la transición hacia el capitalismo fue traumática, pues quedaron desprotegidos millones de personas y sobre todo los mayores, nacidos en el régimen soviético y acostumbrados a recibir austeramente todos los servicios básicos.

Al borrachín de Boris Yeltsin le correspondió feriar entre sus amigos del partido y de la economía clandestina (mafia rusa), las grandes empresas estatales, incluidas las petroleras, hoy en manos de multimillonarios que además de poseer lujosas residencias y yates hasta en Estados Unidos, compran equipos de fútbol, como el Chelsea (de Inglaterra) actual campeón de la Champions.

Vladimir Putin, como exdirector de la KGB (la más poderosa agencia de espionaje del mundo) no se resignó a la caída de la URSS y de su locomotora Rusia, y con el patrocinio de Yeltsin fue escalando posiciones hasta convertirse en el máximo líder de su partido y el país que prácticamente, a lo Zar o Stalin, regenta desde hace más de 20 años.

Con la idea de recuperar el protagonismo en el mundo unipolar dominado por los gringos, con astucia de jugador de ajedrez y habilidoso practicante de Judo que aprovecha los movimientos y fuerza del contrario para derribarlo, Putin, desde hace años planificó el debilitamiento interno de los Estados Unidos y otras democracias europeas, interfiriendo en sus elecciones, y la invasión de territorios vitales para el despliegue del poderoso ejército y gran arsenal nuclear que heredó Rusia, al disolverse la URSS.

Desde hace más de 20 años desconociendo que Ucrania fuera un país independiente, pues está ligado al mito fundacional de la Rus, que fueron ampliando los zares y fortaleció Stalin, con la excusa de proteger a la población de origen ruso y asegurar base segura para su flota naval, se tomó el mar Negro, ubicado en gran parte del territorio de Ucrania y en la actual ofensiva busca asegurar el mar Azov, dejando al invadido país sin acceso al mar.

La ampliación del radio de acción de la OTAN hacia países de la antigua “Cortina de hierro”, llegando hasta los países bálticos, que pertenecieron a la URSS y las gestiones de dirigentes ucranianos para vincularse como socios activos de la Comunidad Europea y de la OTAN, fue la excusa de Putin para ampliar la toma del territorio iniciada en 2014, y que empezó con el control de las repúblicas de Georgia y Bielorrusia.

Putin abonó el terreno para sus jugadas, debilitando y polarizando el sistema político norteamericano, al difundir por las redes sociales y filtrar a la prensa noticias para desprestigiar a Hillary Clinton y favorecer a Trump, quien fue elegido presidente y con su personal política exterior se alejó de sus aliados europeos, debilitó a la OTAN y la influencia global de los Estados Unidos, retirándose además de la Alianza del Pacífico, dejándole el terreno fértil para el ascenso de China, que con más cautela al igual que Rusia, Irán, India, Brasil, Turquía, bregan por la cimentación de un nuevo orden internacional multipolar, en el que la economía y geopolítica no sigan los dictados del dólar y la alianza industrial, política y militar, que tras bambalinas le impone sus dictados a los presidentes demócratas o republicanos que llegan a la Casa Blanca.

Con aliados en Venezuela y Nicaragua, armados por Rusia y China, y con litigios en las fronteras colombianas, quedamos de refilón como escenario en el juego de movimientos, espionaje y fortalecimiento militar de las potencias que se preparan para la posible Tercera Guerra mundial.

Las bases militares norteamericanas establecidas desde el gobierno de Uribe, los coqueteos de la OTAN, vinculándonos como país socio con el que realiza maniobras militares, así lo demuestra.

También la confirmación del retardado encuentro entre los presidentes Biden y Duque, este castigado “con el látigo del desprecio”, después de que el uribismo y el gobierno colombiano le apostaron a la reelección de Trump, quien sigue con el cuento de que le robaron las elecciones, debilitando aún más la otrora fuerte y autodenominada ejemplar democracia norteamericana, en la que los Estados gobernados por los republicanos les siguen recortando los derechos al voto de negros, latinos y asiáticos.

Cuando los gringos acaban de salir derrotados de Afganistán y aburridos de la guerra que con excusas falsas emprendieron contra Irak, donde al igual que en Ucrania, la población civil fue la principal afectada por los bombardeos y combates, Putin en otra etapa de su antiguo sueño imperial, recordando con su táctica y discursos “de combatir a los fascistas ucranianos”, se embarcó en la guerra rápida, al estilo de la que emprendió Hitler, ampliando sus fronteras a costa de países vecinos con la excusa de proteger a la población de origen alemán que vivía en esos territorios.

Con la prolongación de la resistencia del pueblo ucraniano y con el fantasma de la guerra perdida en 1989 en Afganistán y que desencadenó la ruina de la URSS, quién sabe si Putin, acorralado por el bloqueo económico y aislamiento de Rusia, tendrá éxito en su sueño napoleónico o se pegará un tiro en el pie, alentando a la oposición rusa y a los multimillonarios que ven en peligro sus negocios y fortunas, y en su desespero se atreva a hundir el botón y acelerar la destrucción de su país y sus vecinos, y a la larga, con el invierno nuclear de la plaga devoradora de recursos y contaminante en que se convirtió la especie humana desbocada gracias al neoliberalismo depredador que reina en el planeta.

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