En el juicio contra Álvaro Uribe ahora desfilarán 77 testigos sin oficio alguno, para demorar hasta la eternidad el juicio. La prueba reina ya la aportó el abogánster Pedro Cadena en una conversación con el periodista Daniel Coronell, que estaba siendo grabada legalmente y por ello es plena prueba. Ahí el señor Cadena reconoce que instruía testigos sobre lo que tenían que declarar. No se necesita que venga ahora Andrés Felipe Arias "uribito" y otra tracalada de pájaros de cuenta a declarar en un juicio en donde la verdad que se tiene que buscar es si es cierto, sí o no, que se estaban comprando testigos. No se está reconduciendo la vida de Uribe.
Estamos condenados a que en lugar de disfrutar del derecho al esparcimiento viendo noticieros o cualquier programa de TV tenemos que enterarnos de estas farsas o soportar al insoportable señor Petro denostando contra tirios y troyanos, en un abierto desafío a la ética y la moral, a la decencia y la caballerosidad, y a todas las instituciones del supuesto Estado de derecho. No exagero al decir que apenas aparece en pantalla, se me descompone el estómago. Hasta el cuerpo se rebela contra el atropello. Las mascotas huyen a buscar refugio, como cuando presienten una catástrofe. Y si luego aparece la cara abotagada de Trump con su cara pintada de ladrillo y atuendo de papa, pues hay peligro de gastroenteritis aguda.
Para sobreaguar la nueva crisis
En cada crisis hay que recomendar actitudes que ayuden a resistir. Ahora solo se me ocurre sugerir que tengan fe en las instituciones, mantengan fortaleza ciudadana y que se distraigan con un caso mediático que quiero recomendar: se trata del juicio de Karen Read, que a esta altura va por su segunda etapa. El primer juicio fue anulado porque el jurado no obtuvo unanimidad sobre la culpabilidad o inocencia de Karen, quien es acusada de haber atropellado a su novio, oficial de policía, y haberle causado la muerte al dejarlo en el frente de una casa, inconsciente y bajo la nieve.
El elemento estilo Agatha Christie que rodea el caso de una estela de misterio es que Karen y el oficial se dirigían luego de una noche de copas en dos bebederos a un “after party” en casa de unos conocidos. Todos esos conocidos tienen vínculos con la policía o autoridades del ramo, están interconectados y sus testimonios son fundamentales para culpar a Karen.
Paradójicamente, todos tienen facetas contradictorias que más bien tienden a reforzar la tesis de la defensa, en el sentido de que el oficial ingresó a la casa de esa gente, allí lo mataron y luego lo sacaron a la nieve y la incriminaron a ella. La tesis de la fiscalía es que por alguna discusión, Karen atropelló al oficial en el frente de la misteriosa casa a donde iban a entrar, y se largó; para retornar a las cuatro horas en estado de histeria, en compañía de dos amigas, simulando que lo buscaba porque no había vuelto a la casa.
Los hechos ocurrieron en enero de 2022 en la localidad de Canton, Massachusetts y el oficial de la policía de Boston que falleció por accidente o asesinado se llamaba John O’Keefe. Lo único concreto e irrefutable que se ha probado hasta ahora es que los involucrados habían bebido como cosacos en dos abrevaderos del pueblo antes de acordar seguir la bebeta en la misteriosa casa. Si el difunto ingresó y luego lo sacaron inconsciente y lo dejaron a morir en la nieve; o si Karen lo atropelló antes de que entrara, es lo que está en discusión.
Lo apasionante de todo esto es que es la primera vez, al menos que yo conozca, en que un proceso penal que acapara una fenomenal atención mediática se adelanta mientras Max o Prime realizan un documental en medio del juicio, con declaraciones abiertas de todas las partes. A diario se pueden encontrar en Google o por Internet escenas en vivo de las audiencias e incidencias del juicio. Karen tiene temple, y eso es respetable. Pero también tiene desenvoltura. Eso puede atraerle un caudal de seguidores, que los tiene cual petristas en Plaza de Bolívar, pero también cierta incomodidad en alguna gente que cree que una acusada no debe hablar nunca con los medios - ni con nadie - según lo que siempre aconsejan los abogados; y que debe mostrarse recatada, sumisa, victimizada, como una Ingrid en receso; no como una Amparo Grisales en un reality.
Cada prueba de la fiscalía parece contundente. Pero luego la defensa la demuele. A su turno, cada pieza de la defensa parece definitiva para demostrar la inocencia de Karen, pero al instante aparece otra evidencia que nuevamente la inculpa. Y así estamos, en vivo y en directo. Ni la maldad de Trump, ni la Champions, ni las cartas de Álvaro Leyva o la pelea entre dos ministros del gobierno Petro están tan calientes.
Quienes tienen Max o Amazon Prime pueden ver el documental, El juicio de Karen Read, que solo llega al primer juicio. Si les interesa actualizarse pueden buscar en Internet el segundo juicio, con nuevo jurado y nuevo fiscal, pero los mismos abogados defensores y la misma acusada, muy maja.
Vale señalar que Alan Jackson, la cabeza de la defensa, también fue el abogado de Kevin Spacey en otro caso mediático. Salió muy bien librado. Según se mire, esto puede ser bueno o malo. Bueno para Karen, porque la defiende uno de los mejores. Malo para quien quiere que la verdad salga a flote, por aquello de que mientras más malo el acusado, más peso pesado el abogado.
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