¿Quiénes son los vándalos?

¿Quiénes son los vándalos?

No todos son como la gente imagina. De hecho, muchos de ellos se visten con mucha elegancia y destruyen la propiedad pública antes de que se concrete

Por: Iovan Parra Cuestas
septiembre 11, 2020
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¿Quiénes son los vándalos?
Foto: Flickr www.audio-luci-store.it - CC BY 2.0.

En los últimos años los medios de comunicación han popularizado la palabra vándalo y vándalos, asignando en singular y en plural una serie de características a las personas que se suman a las movilizaciones, marchas, protestas que se dan en medio de reclamos legítimos en diferentes materias, particularmente sobre las constantes vulneraciones que se dan a nuestros líderes sociales.

Con lo sucedido en los últimos días en varias ciudades del país, en donde algunos grupos de personas han decidido salir a manifestar su rechazo e indignación frente a las cuestionables actuaciones por parte de algunos integrantes de la policía nacional, se han presentado confrontaciones violentas y se han consolidado dos símbolos manifiestos; el primero, en las siglas ACAB (All cops are bastards); el segundo, en el fuego de los CAI, algunas estaciones de policía y en las barricadas de las calles.

En las últimas horas los gobernantes del nivel distrital y nacional han salido en diferentes medios de comunicación a dar declaraciones sobre el rechazo a la violencia, pero dando legitimidad a la acción e intervención de la policía nacional, la cual ha perdido reconocimiento por una importante porción de la ciudadanía, no solo por el hecho concreto del abuso de poder en el caso de diferentes personas y por estos días con referencia al abogado Javier Ordóñez (QEPD), sino también porque como institucionalidad han normalizado estos casos, los de corrupción desde las altas esferas (entre generales, capitanes y políticos) y en la escala de la vida cotidiana (cada vez que hay una transacción de soborno o dinero debajo de cuerda en los barrios o por alguna infracción de transito para hacer como si nada sucediera).

En medio de tantas tensiones y confrontaciones, el viceministro del interior (Daniel Palacios) ha expresado que lo que ha venido sucediendo en los dos últimos días se denomina “vandalismo organizado”, así como también varios medios de comunicación han lanzado encuestas de sondeo con preguntas que hacen referencia a los vándalos y los actos vandálicos, dejando de lado las situaciones que en esencia han desencadenado las movilizaciones, sin hablar de la inacción (a veces pareciera ingobernabilidad) por parte del gobierno nacional para establecer verdaderas acciones que ayuden a la atención de la ola de violencia que vivimos en todo el país. Es totalmente indignante, triste e indeseable las olas de violencia que vivimos, pero no me refiero en particular a las manifestaciones de los últimos días, sino a la suma de todos los actos de violencia y muerte de los que somos testigos, de los que también somos muchas veces cómplices.

En medio del desolador panorama, me pregunto entonces si ser vándalo o cometer actos de vandalismo es la salida a nuestros conflictos, pero me he encontrado con el infortunio de saber quiénes son y cómo operan, las formas en que se organizan, la total depredación y daños que han hecho a los bienes públicos. Las primeras imágenes que se vienen a la cabeza sobre un vándalo son aquellos personajes enmascarados de los cómics y las películas que son la referencia de muchos para utilizar la palabra héroe, muchos de ellos utilizan el reconocimiento y la aceptación para cometer actos que atentan contra la integralidad de los derechos humanos y de los bienes públicos, sin tener ninguna repercusión legal. Lo paradójico de esta imagen que se viene a mi cabeza, además de relacionarla con la historia y el significado del término, es que quienes cometen actos que atentan contra la integralidad de las personas y los bienes públicos en los niveles de gobierno también podrían ser llamados vándalos y perfectamente podrías deducir que por décadas han estado perfilando, como bien lo dijo el viceministro, “vandalismo organizado”.

Los medios de comunicación, al igual que los representantes de los gobiernos, han centrado su atención en mostrar que los actos vandálicos no son la salida a las soluciones del país, pero no revelan cómo las instituciones públicas están llenas de vándalos, vestidos de mucha elegancia y acompañados de buenos perfumes, quienes incluso han destruido la propiedad pública antes de que se concrete, recuerdo la infinidad de hospitales, centros de salud, colegios, carreteras, que han sido hurtados, que han quedado en ruinas, que nunca se logro su terminación o de los cuales solo quedan las fotos de la instalación de la primera piedra (quizá la última también). Recuerdo otros vándalos que hicieron de la alimentación de los niños y niñas, que se beneficiaban del ICBF y los colegios, un negocio particular, disminuyendo la calidad y apropiándose de infinidad de recursos que debían estar destinados a una buena nutrición. Aparecen los vándalos de Reficar, Obredecht, el túnel de la línea, entre otros. Pero también aparecen en el panorama los vándalos de la parapolítica, la yidis política, la comunidad del anillo, los perpetradores de falsos positivos y por supuesto de manera más reciente los vándalos de la ñeñepolítica (bien sabemos quiénes están involucrados).

En suma y después de reflexionar para la escritura de esta breve columna, considero que los vándalos y el vandalismo no rondan las calles por estos días incendiando lugares donde la policía se ubica, sino que es una cultura y una forma de ser y expresar el poder desde la legalidad y la ilegalidad, en donde a unos vándalos y sus actos de vandalismo se les justifica por ostentar más poder, un cargo de alto rango o poseer un uniforme que les permite “actuar desde la legalidad”, mientras a otros vándalos y sus actos son tildados de delincuentes, atarbanes e incluso integrantes de grupos armados por el hecho de ser quienes no tienen el poder, más allá que el de la misma indignación e impotencia que otorga la constante injusticia y violencia estructural y sistemática que heredamos de los verdaderos e inexpugnables vándalos.

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