¿Qué ocurre con las obras públicas en Bogotá?

¿Qué ocurre con las obras públicas en Bogotá?

La ingeniería colombiana ha enfrentado grandes retos constructivos. No tienen excusas para justificar su rechazo

Por: Pedro Mejía Sandoval
septiembre 30, 2015
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¿Qué ocurre con las obras públicas en Bogotá?
Foto: subida por autor

Algo muy serio está pasando, ya que resulta casi imposible que las obras de construcción que se vienen desarrollando en Bogotá en los últimos años se ejecuten en los plazos previstos o por lo menos en plazos razonables.

En días pasados nos sorprendió el Director del IDU con unas declaraciones sobre la intersección vial de la calle 94 por NQS donde manifestó que nuevamente es necesario ampliar el plazo para su entrega, y que su finalización podría ser entre abril y diciembre del próximo año, pero que no conoce con precisión cuando podría terminarse.

Mayor resulta nuestra sorpresa ante las declaraciones del mismo funcionario. El 28 de septiembre, refiriéndose a las ampliaciones de las estaciones de Transmilenio en la Autopista Norte, manifestando de igual forma que su terminación solo será posible en el mes de diciembre si el contratista toma algunas medidas de emergencia, “y eso… si la burra arrima”, como dicen jocosamente en mi tierra boyacense.

En ambos casos, el director del IDU, William Camargo, atribuyó estas demoras a “dificultades con las redes de servicios públicos”, lo cual, a nuestro entender, no puede ser una causa imprevisible en el desarrollo de ninguna obra porque el traslado de redes o su modificación debió considerarse en los estudios y diseños previos a su ejecución. Resulta increíble que las empresas de servicios públicos no conozcan suficientemente sus redes ni puedan intervenirlas oportunamente, lo que equivale a decir que la ciudad no tiene como enfrentar una grave situación de emergencia. Si esta es la razón de los atrasos de los contratistas, será justo entonces que las empresas de servicios como la EAAB, ETB  o CODENSA se hagan cargo, junto con el IDU, de los mayores costos en que ha incurrido el contratista para su ejecución, ya que estarían demostrando su incapacidad para planear y estructurar adecuadamente la ejecución de los proyectos que necesita con urgencia nuestra ciudad;  y dejar de paso de amenazar a la ciudadanía con nuevos cobros de valorización como si ésta fuera la culpable de tantas y tan graves imprevisiones.

Soy un vecino muy próximo a la obra del “nunca acabar” de la calle 94 y desde mi ventana puedo observar a diario su desarrollo con una lentitud asombrosa, que me lleva a pensar que quizás haya un motivo especial de alguna de las entidades del distrito o del consorcio contratista para demorarla tanto como sea posible. La obra se desarrolla en varios frentes pero en ninguno vemos un esfuerzo especial para obtener un avance manifiesto, algo que nos haga pensar en su pronta terminación. Durante estos años hemos visto por periodos la obra suspendida, los equipos improductivos o el personal inactivo, sin apreciar ningún hecho que refleje la determinación de terminarla pronto, como podría serlo el trabajo en fines de semana o durante los puentes en los que podrían obtener rendimientos superiores, o la implementación de jornadas nocturnas para labores con bajo impacto de ruido. De seguro se acabará el largo verano del fenómeno del niño y nos sorprenderá el tremendo invierno de la próxima niña sin que la obra salga de su fase crítica.

La ingeniería colombiana ha enfrentado grandes retos constructivos en obras de infraestructura muy complejas, y no es posible que pueda reunir tantas dificultades como para imposibilitar su ejecución de manera oportuna, en especial teniendo en cuenta la  trayectoria de las empresas que conforman el consorcio contratista y la interventoría.

Las mencionadas obras en la Autopista y la NQS constituyen, sin duda, el mayor obstáculo para la movilidad en la ciudad, ocasionando trancones monumentales en el norte de la ciudad,  con todas sus implicaciones sobre la productividad y la tranquilidad de sus habitantes; es cierto que los ciudadanos debemos ser conscientes  de que por encima de nuestra comodidad prima el bien común, pero pensamos que una de las reglas básicas que deben asumir el IDU  y los contratistas durante la etapa de planeación de las obras, es que éstas afecten lo menos posible la vida ciudadana, previniendo todos los inconvenientes de orden contractual o técnico que, como ya dijimos, deben evidenciarse en los estudios previos, si estos son elaborados con la  rigurosidad indispensable. No de otra forma podrá nuestra Bogotá enfrentar los grandes proyectos que ahora requiere para superar el caos en que se encuentra.

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