El precio de la paz

El precio de la paz

"No sé si en algún momento nos merecimos la guerra que sufrimos por décadas. Tampoco sé si nos merecemos pagar tan alto el precio de la paz"

Por: Pablo Antonio Niño Barbosa
junio 12, 2017
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El precio de la paz

"Incluso la paz se puede comprar a un precio demasiado alto"  Benjamín Franklin.

El 28 de agosto de 2012 el presidente Juan Manuel Santos (JMS) le anunció al país el inicio de diálogos con las FARC en busca de "un acuerdo general para la terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera". En su alocución JMS planteó 6 puntos centrales a discutirse en la negociación: política de desarrollo agrario, participación política, fin del conflicto, drogas ilícitas, víctimas, e implementación, verificación y refrendación.

Me cuento entre los colombianos que acogieron con entusiasmo y optimismo esta iniciativa, la he defendido, con convicción y respeto por las víctimas de esta alucinante guerra, me siento profundamente comprometido a ayudar a pagar el costo económico y social de esta noble empresa; sí, me imaginé que costaría mucho, pero no tanto como lo que finalmente está costando.

La feroz oposición del expresidente Álvaro Uribe Vélez (AUV) al proceso, política que desarrolló usando sus inmensas dotes de caudillo con un innegable poder sobre las masas, produjo un efecto deletéreo pero de gran impacto en la vida política, social y económica de nuestro país: obligó al presidente JMS —por ese entonces ya debilitado por su propia miopía política—, a buscar apoyo político para sacar adelante su iniciativa, y aquí —pienso yo—, empezó la debacle que nos arrastra a todos cual avalancha invernal.

Algunos políticos fueron solícitos ante la necesidad de JMS; de forma oportuna y por demás desinteresada —eso creí yo—, diligentemente negociaron sus apoyos; recibieron poco a poco y resignadamente sus prebendas..., y el resultado final es la situación que hoy se nos muestra con las características de un estallido social.

La colección de beneficios a la guerrilla y a los sectores con potencial capacidad de presión social o económica llevaron a que con el paso del tiempo y de los conflictos, cada uno quisiera un beneficio extra para sí: algunos políticos tomaron como botín la salud y cargaron con todo dejando al sector prestador en una profunda crisis. Se sucedieron uno tras otro los paros de transporte, de ciertos sectores agrícolas, mineros, del magisterio, de las regiones y de las ciudades, etc, etc. Continuó el asesinato sistemático de líderes sociales, surgió la doctrina de inconstitucionalidad de los acuerdos, florecieron los defensores a ultranza del proceso enfrentados a los detractores también a ultranza del mismo proceso, hasta que terminaron todos sumidos en un galimatías de legalidad e ilegalidad, tolerancia e intolerancia, de pros y contras. En fin, tantas cosas que los pronunciamientos de unos y otros terminaron pareciendo un debate de académicos dedicados a la confección del diccionario de sinónimos y antónimos. Todo este caos logró que la concepción de esperanza mudara a la concepción de un ambiente enrarecido en torno al proceso de paz.

Y hasta que al fin llegamos a este escenario surrealista: niños en sus casas sin poder ir a clases, enfermos esperando al cura para su extrema unción. Ante la imposibilidad de acceder a los servicios por la profunda crisis del sector, desempleo que promete llegar pronto a los dos dígitos, inseguridad tenebrosa en las ciudades, corrupción desbordada, impuestos impagables, debates interminables en el senado y en la cámara, entre el fiscal y los medios y los otros altos funcionarios del estado (http://www.wradio.com.co/noticias/actualidad/la-enfatica-carta-del-fiscal-general-al-director-de-el-tiempo/20170608/nota/3487021.aspx), bloqueos de vías, de puertos y aeropuertos, debates en las calles, en las emisoras de radio etc, y unas cifras que nos gritan en la cara la estupidez en que vivimos: de un crecimiento de 6,6% en el 2011 pasamos a un crecimiento del 2% en 2016 (nos creímos un país petrolero y pagamos las consecuencias de las crisis global); pero peor aún resulta el 1.1% con que crecimos en el último trimestre; solo un sector de la economía. Ha acertado el caballo ganador: el sector financiero ha crecido de forma sostenida, así sea a costa del empobrecimiento de la mayoría de los colombianos (http://www.dinero.com/economia/articulo/crecimiento-de-la-economia-o-pib-en-colombia-en-2016/242252).

No sé si en algún momento nos merecimos la guerra que sufrimos por décadas. Tampoco sé si nos merecemos pagar tan alto el precio de la paz. De esto —creo yo—, tardaremos años en recuperarnos. También de este gobierno.

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