¿Posturas incrédulas de Stephen Hawking? Creer o no creer

¿Posturas incrédulas de Stephen Hawking? Creer o no creer

"Más romántico que creer en la justicia Divina, es creer en la justicia terrenal. Y más romántico que ser creyente, es creer en el ‘libre conocimiento’"

Por: Jorge Alonso Cárdenas León
marzo 30, 2017
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¿Posturas incrédulas de Stephen Hawking? Creer o no creer

Algunos amigos se preguntan si mis críticas a las posturas incrédulas del Doctor Stephen Hawking, se relacionan con el hecho de que él sea ateo y yo no. Bueno, en principio creo que el Doctor Hawking no es ateo. Es agnóstico y eso es diferente. Sin embargo, con el ánimo de aclarar mi posición y de motivar la reflexión sana, a través de las redes sociales, quiero pedirles a todos mis amigos del Face, que por favor se cuestionen seria y críticamente, sobre las dos posturas fundamentales de esta controversia:

Algunos creyentes aceptan sin reparo alguno, la fábula de la creación cristiana, según la cual: ‘…al principio no había nada, todo era oscuridad. Entonces Dios dijo: Esto está muy aburrido, hagamos el universo. Y así, fue creando una cosa el lunes y otra el martes, hasta que en seis días creó el universo entero, incluido el hombre. El último día de la semana se lo tomó para descansar…’

Pero hay quienes refutan duramente esta fábula −entre ellos, algunos científicos como el Doctor Stephen Hawking− porque la consideran ridícula y disparatada. Ellos sostienen que eso no es cierto y que existe una teoría científica mucho más racional, que puede explicarlo todo, sin necesidad de recurrir a un creador. Por lo demás, el Doctor Stephen Hawking acaba de encontrar que Dios no existe. Pero para no extenderme mucho, dicha teoría científica afirma a ‘groso modo’ lo siguiente:

“…al principio no había nada, ni tiempo, ni espacio. Solamente un punto infinitamente pequeño, de densidad infinita, que nadie sabe de qué estaba formado, ni por qué −de un momento a otro− de repente estalló y, así, a partir de la nada se formó el todo, en menos de una diez millonésima de segundo. Y todo eso que salpicó en todas las direcciones, formado por un larguísimo etcétera de electrones, positrones, mesones y fotones, evolucionó posteriormente hasta formar el universo conocido…”

Pues bien, yo trato de ser justo y racional, pero por más que lo intento, ambas hipótesis me parecen igualmente fantásticas y graciosas. Ninguna de ellas es mejor que la otra. De hecho, la última es más extravagante y solo supera a la primera, en que, ‘lo que al Creador le tomó una semana, al Big-Bang le tomó solamente una diez millonésima de segundo…’ No obstante, en lo esencial, ambas dicen lo mismo, ‘que a partir de la nada, se formó el todo…’, aunque nadie sepa cómo, ni por qué…

¡Enfrentémoslo…! ¿En qué es mejor la teoría del Big-Bang a la teoría de la Creación…? Yo soy científico de formación y no veo una sola ventaja en la teoría del Big-Bang. Es por eso que prefiero aceptar con humildad, que la creación es algo sobre lo que aún no sabemos nada y no descarto la posibilidad de un creador. Por lo demás, me es indiferente si el universo se creó en una semana o en una diez millonésima de segundo. Comparto la impresión de otro notable científico, tan o más prestigioso que el Doctor Stephen Hawking, sobre este mismo tema:

"Prefiero equivocarme abrasando la ilusión de un Dios que quizá no existe, que equivocarme negando neciamente la existencia de un Dios que tal vez sí existe. Porque si después, cuando me hunda en la nada eterna, si Dios no existe, evidentemente nunca lo sabré. Pero si hay algo, si hay alguien del otro lado que me espera, ¿Cómo podría justificarle mi actitud soberbia y vacía…?”

Blaise Pascal, (1623 - 1662). Matemático, físico y filósofo francés.

Pero quiero anexar un ingrediente más a la discusión:

Cualquiera que analice la historia de la humanidad, se dará cuenta rápidamente, que ‘los seres humanos, en cualquier época, en cualquier cultura o en cualquier región del mundo’, siempre han creído y lo siguen haciendo, incluso en la actualidad. Desde luego, unos en un Dios y otros en otro, como corresponde a la diversidad cultural que nos cobija. No obstante, el común denominador, a través de la historia de la humanidad, ha sido y sigue siendo, ‘la necesidad de creer’. La necesidad de creer, junto con la necesidad de conocer y de explorar su entorno, hacen parte de la naturaleza humana. Creer no es, como lo señala la arrogancia, una opción de gente inculta o ignorante. Creer es una postura humilde, como lo demuestran los tantos científicos creyentes, que siempre han existido.

La necesidad de creer es inherente al ser humano. La mayoría de los seres humanos, quieren y necesitan creer, para poder continuar. Y es esa necesidad individual, la que se refleja en el sentir social de propender por un mundo cada vez más justo; de anhelar un mejor sistema de gobierno; de creer que es posible un mejor mañana para nuestros hijos y, en general, de tener fe en la humanidad y en la preservación de nuestra especie. Creer en todas esas utopías, constituye la esencia de la fe y gracias a ellas, tenemos cultura, conocimiento y esperanza.

Pero si también ha leído o escuchado, que la fe siempre ha estado al servicio de las clases dominantes y −lo que es peor aún− que la fe siempre ha sido instrumento de subyugación, permítame compartirle que el conocimiento también. Sí, el conocimiento, la cultura, la justicia y el poder, siempre han sido y siguen siendo aún, un instrumento de subyugación. Y eso se debe a que todas las instituciones (religiosas, académicas, culturales o militares) son humanas y como tales, altamente imperfectas y subjetivas.

Piénselo. Más romántico que creer en la justicia Divina, es creer en la justicia terrenal. Y más romántico que ser creyente, es creer en el ‘libre conocimiento’, en ‘la nobleza del poder’, en la ‘igualdad cultural’, en la libertad de ‘los sistemas democráticos de gobierno’ o en ‘la igualdad de todos los seres humanos’. Por último y como soy un académico, termino esta disertación enfatizando que el conocimiento, ni es libre ni está al servicio de todos. Está y siempre ha estado, al servicio del poder. Lo mismo que la justicia y la Fe.

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