Posicionando la opinión pública

Posicionando la opinión pública

"No puede ser un acto de Estado, mucho menos de estadista, salir a recoger en un aeropuerto una dosis de vacunas. Ni siquiera si fuera una dosis representativa"

Por: Carlos Tamara
febrero 17, 2021
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Posicionando la opinión pública
Foto: Twitter @infopresidencia

En un principio los personajes no se reconocían, pues parecían una especie de manada perdida en los Campos Elíseos, recién salida de una manifestación de Chaquetas Amarillas contra Macron. O quizás de esos Proud Boys que recientemente atacaron el Capitolio de los Estados Unidos. Pero después la figura que iba adelante me remitió por su alto parecido a aquel célebre personaje que aparecía en la serie Isla de la Fantasía que siempre vociferaba diciendo: ¡Llegó el avión!

Como si fuera la primera vez o como si no hubiera visto jamás aterrizar un avión tan grande. Y es que en realidad era desproporcionado. Todos los aviones modernos, y en especial los de carga, son sauriodinos, superando con creces el dinosaurio rex. Ahora aquel personaje se veía más pequeño. Casi insignificante. El avión imponía su presencia achicándolo. Como insignificante era el peso, e incluso, el volumen de los raros especímenes que traía dentro.

Se sabe que toda la cantidad de coronavirus que actualmente ataca el mundo cabe en un frasco. Ya se podrá imaginar cualquiera cuánto volumen o peso pueden significar 50.000 dosis de vacunas. Y el área que ocupan es mucho menor que una de esas chaquetas amarillas.

Y luego apareció otro armatoste. Otro instrumento troglodita semejante a esas máquinas que ha inventado el mago Lorgia para montar sus estereotipados espectáculos de engaño y prestidigitación. Pero no había tal: era una simple tarima extensible que luego se desenrolló cual serpiente metálica hasta llegar a la altura del piso de desembarque del avión.

Se abrió una escotilla y, no estoy seguro, una especie de bambalina, y surgió una figura absolutamente lisa, un tanto amorfa, totalmente metálica, que encaramaron sobre la plataforma móvil de cargue y descargue. A esa figura le dieron varias vueltas. Parecía un desfile de modas. Y súbitamente apareció una cara plana. Insospechada. La bandera de la patria colombiana. ¡Mi patria querida! Hubo unos aplausos que la bandera no agradeció porque no podía ondear.

No ondeaba sobre un mástil beneficiado por el viento. No.

Hubo algo que suscitó mi atención: la bandera estaba amarrada con unas tirantas de esas que se usan para colgar el brasier femenino. La misma bandera, de no ser aquel recipiente liso, pudo haber servido como brasier. Hubo alguna intención teatral, o simplemente se soslayó esa representación tan alusiva al género femenino. ¿O era un delantal?

¿Será que se piensa en palacio que el coronavirus tiene sexo femenino? Esa suposición no la he visto en ninguna parte, pero, tratándose de la presidencia, cualquier cosa se puede esperar.  No se olvide que del seno de su bancada existe un ser superior. Aunque ahora esté, lamentablemente, subjudice.

Pero también me imaginé rápidamente otra imagen y es que no alcanzaba a precisar algo tan inaudito. No me cabía en la cabeza la representación que estaba viendo y buscaba racionalizaciones. Por ejemplo, aquellas escenas de la Dimensión Desconocida. Una serie de personajes que no se sabe si son extraterrestres, invaden la escena casi de manera zombi. So arrastrados por un designio, víctimas del espacio-tiempo.

O de aquellas escenas de la serie Zafiro y Acero, donde se reconfiguran tensiones del espacio-tiempo de tanta condensación de energía que alcanzan a configurarse unos cuerpos. Pero esos cuerpos no existen: nunca alcanzarán a ser de carne y hueso: pertenecen a un pasado o a una caverna del tiempo. No han aparecido cuando enseguida se difuminan.

Claro, todo el montaje es cursi. Es una obra de entretenimiento. No es un acto de Estado.

No puede ser un acto de Estado, mucho menos de estadista, salir a recoger en un aeropuerto una dosis de vacunas. Ni siquiera si fuera una dosis representativa para vacunar a 20 millones de ciudadanos.

Se podría calificar esto como un falso positivo institucional: simularía haber una administración cuando en realidad no la hay.

Ningún gobernante del mundo es lo suficientemente ridículo, ni aparenta estar tan desocupado como para gastar precioso tiempo de sus ministros para semejante desfachatez. ¡Dentro de aquella enorme caja no habría más que un frasco! Y no es porque esos gobernantes no estén apreciando convenientemente a sus gobernados. Por supuesto que saben cuánto están sufriendo, pero precisamente por eso los respetan: son incapaces de armar un tinglado, absolutamente desproporcionado y grotesco para montar un espectáculo en medio de un cementerio. ¡Hágame el bendito favor!

Y es que esto de la pandemia, no es de espectáculos. ¡Por favor, solicito clemencia! Esto es de tragedias.

Que se estén usando los sufrimientos de la pandemia par deslizar la construcción de candidaturas políticas es el acto más grotesco que se pueda imaginar humanidad alguna.  ¿Alguien sabe qué candidatura se va a lanzar en Sincelejo luego de poner el recibo aeroportuario de vacunas a la vice?

Es increíble entonces que ninguna autoridad o estamento gubernamental como el Congreso, o las Cortes, no se hayan pronunciado al respecto. No digamos Procuraduría, ni siquiera Fiscalía pues ya sabemos que pudieran ser de bolsillo. No mencionemos el sector privado pues nunca abrirán la boca cuando les han llenado los bolsillos de ayudas financieras que nunca necesitaron.

Y ni siquiera los líderes de los partidos, enllagados y fétidos por los cupos clientelistas.

Qué podría estar diciendo Ernesto Samper, tan otrora sutil en hacer comparaciones. O, las mismas ¡Tola y Maruja!

De alguna manera creo entenderlos. ¡Han entrado en shock! ¡Que podría ser anafiláctico!

A mí mismo me ha costado creerlo.

Es más, juro que tuve esta impresión: en algún momento las cámaras mostraron las ventanillas delanteras de la cabina del avión y me parecieron más grandes, desorbitadas, como si el avión mismo no pudiera creerlo.

Nunca en mi ya larga vida había visto un gobierno que claudicara tanto en la comprensión de la realidad como este. ¡Jamás!

El único que quizás se le equipara es el saliente de Donald Trump. Entregó, si no estoy mal un balance de 400.000 muerticos. Su histrionismo alucinante rompió récords. ¡Este va para allá que se las pela! Lo que pasa es que apenas está haciendo ensayos para cuando le toque entregar el poder. ¡Entonces será Troya!

Notas. Toda mi visión fue de apenas unos minutos. No pude soportar ver toda la pantomima. No fui capaz.

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