¿Por qué pelean tanto mis hijos? Lo que todo padre debe saber sobre la rivalidad entre hermanos
Opinión

¿Por qué pelean tanto mis hijos? Lo que todo padre debe saber sobre la rivalidad entre hermanos

Muchos padres se sienten culpables de esta rivalidad, y su pregunta más frecuente es: ¿qué hago para acabar con las peleas entre mis hijos?

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mayo 02, 2025
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La rivalidad entre hermanos es tan antigua que se remonta a la época de Caín y Abel. Todos los que tenemos hermanos sabemos que existen celos y rivalidad entre los hijos que comparten los mismos padres y el mismo techo. Es interesante ver que a todos los padres les preocupa los celos que ven entre sus hijos. Todos se quejan de las peleas y se preocupan cuando estas escalan a niveles altos de violencia. De hecho, la pregunta más frecuente de los padres es: ¿Qué hago para acabar con las peleas entre mis hijos?

Los estudios muestran que los hermanos sí pelean mucho entre sí, y que estas peleas son más frecuentes y agresivas cuando solo hay dos hijos en la familia y tienen que compartir cuarto y baño. La agresión escala cuando los padres no intervienen. Se torna más intensa la rivalidad cuando la diferencia de edades oscila entre los 21 y 27 meses, y es mucho menos frecuente cuando se llevan más de cuatro años.

Muchos padres se sienten culpables de esta rivalidad, pero la realidad es que no pueden sucumbir a esta culpa. Los hermanos inevitablemente van a pelear, pues no quieren compartir el amor y la atención de los padres. Es un error separar a la familia para que los niños no peleen. De esta manera, lo que sí se logra es perpetuar la situación. El niño mayor consigue a las malas la tan anhelada atención individual y no tiene entonces incentivo para cambiar su conducta.

La solución es hacer que el hijo mayor se sienta importante y crearle un ambiente positivo

La solución es hacer que el hijo mayor se sienta importante y crearle un ambiente positivo. Es clave decirle cuánto lo quiere el bebé, cuánto lo admira y quiere imitarlo. Es necesario hacerlo sentirse especial dándole pequeños privilegios por el mayorazgo. Se le debe permitir que se acueste más tarde, hacer “cosas de grandes” con él y decirle explícitamente cuánto se le quiere. Aunque no lo demuestre, el hijo mayor se siente halagado con estas concesiones. Permítale expresar sus sentimientos negativos respecto al hermano. Trate de no tener un trato preferencial hacia el pequeño. Busque tiempo exclusivo con cada hijo.

Obviamente, hay peleas de peleas, y si la agresión se torna peligrosa, hay que intervenir con sanciones claras y justas. Cuando los hermanos pelean no hay que buscar culpables, sino soluciones. Se debe hablar de frente sobre el problema y revisar si quizá, sin querer, como padres estamos estimulando peleas, al ignorar a un hijo o no darle tiempo individual. Cuando estén más grandes, mándelos a que resuelvan el problema, a ver quién empezó, etc., y que traigan una sola versión. Nunca vuelven con una narración coherente y ahí acaba todo. Es una estrategia que funciona.

Todos los hermanos del mundo pelean y son rivales por un tiempo. Es normal sentir celos, ya que hay un solo papá y una sola mamá. Eso sí, busque ayuda especializada si la violencia ya es excesiva. También hay que intervenir y analizar qué factores están disparando esta situación. Generalmente, a medida que crecen y se vuelven adultos, estos hermanos —quienes tienen un vínculo único— se llegan a querer muchísimo y a apoyar mutuamente. Al fin y al cabo, la relación potencialmente más larga que tiene un ser humano es con un hermano. Se comparte infancia, adolescencia, adultez y vejez. Esto no pasa ni con los padres ni con los cónyuges.

De la misma autora:

La rivalidad entre hermanos es tan antigua que se remonta a la época de Caín y Abel. Todos los que tenemos hermanos sabemos que existen celos y rivalidad entre los hijos que comparten los mismos padres y el mismo techo. Es interesante ver que a todos los padres les preocupa los celos que ven entre sus hijos. Todos se quejan de las peleas y se preocupan cuando estas escalan a niveles altos de violencia. De hecho, la pregunta más frecuente de los padres es: ¿Qué hago para acabar con las peleas entre mis hijos?

Los estudios muestran que los hermanos sí pelean mucho entre sí, y que estas peleas son más frecuentes y agresivas cuando solo hay dos hijos en la familia y tienen que compartir cuarto y baño. La agresión escala cuando los padres no intervienen. Se torna más intensa la rivalidad cuando la diferencia de edades oscila entre los 21 y 27 meses, y es mucho menos frecuente cuando se llevan más de cuatro años.

Muchos padres se sienten culpables de esta rivalidad, pero la realidad es que no pueden sucumbir a esta culpa. Los hermanos inevitablemente van a pelear, pues no quieren compartir el amor y la atención de los padres. Es un error separar a la familia para que los niños no peleen. De esta manera, lo que sí se logra es perpetuar la situación. El niño mayor consigue a las malas la tan anhelada atención individual y no tiene entonces incentivo para cambiar su conducta.

La solución es hacer que el hijo mayor se sienta importante y crearle un ambiente positivo

La solución es hacer que el hijo mayor se sienta importante y crearle un ambiente positivo. Es clave decirle cuánto lo quiere el bebé, cuánto lo admira y quiere imitarlo. Es necesario hacerlo sentirse especial dándole pequeños privilegios por el mayorazgo. Se le debe permitir que se acueste más tarde, hacer “cosas de grandes” con él y decirle explícitamente cuánto se le quiere. Aunque no lo demuestre, el hijo mayor se siente halagado con estas concesiones. Permítale expresar sus sentimientos negativos respecto al hermano. Trate de no tener un trato preferencial hacia el pequeño. Busque tiempo exclusivo con cada hijo.

Obviamente, hay peleas de peleas, y si la agresión se torna peligrosa, hay que intervenir con sanciones claras y justas. Cuando los hermanos pelean no hay que buscar culpables, sino soluciones. Se debe hablar de frente sobre el problema y revisar si quizá, sin querer, como padres estamos estimulando peleas, al ignorar a un hijo o no darle tiempo individual. Cuando estén más grandes, mándelos a que resuelvan el problema, a ver quién empezó, etc., y que traigan una sola versión. Nunca vuelven con una narración coherente y ahí acaba todo. Es una estrategia que funciona.

Todos los hermanos del mundo pelean y son rivales por un tiempo. Es normal sentir celos, ya que hay un solo papá y una sola mamá. Eso sí, busque ayuda especializada si la violencia ya es excesiva. También hay que intervenir y analizar qué factores están disparando esta situación. Generalmente, a medida que crecen y se vuelven adultos, estos hermanos —quienes tienen un vínculo único— se llegan a querer muchísimo y a apoyar mutuamente. Al fin y al cabo, la relación potencialmente más larga que tiene un ser humano es con un hermano. Se comparte infancia, adolescencia, adultez y vejez. Esto no pasa ni con los padres ni con los cónyuges.

De la misma autora:

La rivalidad entre hermanos es tan antigua que se remonta a la época de Caín y Abel. Todos los que tenemos hermanos sabemos que existen celos y rivalidad entre los hijos que comparten los mismos padres y el mismo techo. Es interesante ver que a todos los padres les preocupa los celos que ven entre sus hijos. Todos se quejan de las peleas y se preocupan cuando estas escalan a niveles altos de violencia. De hecho, la pregunta más frecuente de los padres es: ¿Qué hago para acabar con las peleas entre mis hijos?

Los estudios muestran que los hermanos sí pelean mucho entre sí, y que estas peleas son más frecuentes y agresivas cuando solo hay dos hijos en la familia y tienen que compartir cuarto y baño. La agresión escala cuando los padres no intervienen. Se torna más intensa la rivalidad cuando la diferencia de edades oscila entre los 21 y 27 meses, y es mucho menos frecuente cuando se llevan más de cuatro años.

Muchos padres se sienten culpables de esta rivalidad, pero la realidad es que no pueden sucumbir a esta culpa. Los hermanos inevitablemente van a pelear, pues no quieren compartir el amor y la atención de los padres. Es un error separar a la familia para que los niños no peleen. De esta manera, lo que sí se logra es perpetuar la situación. El niño mayor consigue a las malas la tan anhelada atención individual y no tiene entonces incentivo para cambiar su conducta.

La solución es hacer que el hijo mayor se sienta importante y crearle un ambiente positivo

La solución es hacer que el hijo mayor se sienta importante y crearle un ambiente positivo. Es clave decirle cuánto lo quiere el bebé, cuánto lo admira y quiere imitarlo. Es necesario hacerlo sentirse especial dándole pequeños privilegios por el mayorazgo. Se le debe permitir que se acueste más tarde, hacer “cosas de grandes” con él y decirle explícitamente cuánto se le quiere. Aunque no lo demuestre, el hijo mayor se siente halagado con estas concesiones. Permítale expresar sus sentimientos negativos respecto al hermano. Trate de no tener un trato preferencial hacia el pequeño. Busque tiempo exclusivo con cada hijo.

Obviamente, hay peleas de peleas, y si la agresión se torna peligrosa, hay que intervenir con sanciones claras y justas. Cuando los hermanos pelean no hay que buscar culpables, sino soluciones. Se debe hablar de frente sobre el problema y revisar si quizá, sin querer, como padres estamos estimulando peleas, al ignorar a un hijo o no darle tiempo individual. Cuando estén más grandes, mándelos a que resuelvan el problema, a ver quién empezó, etc., y que traigan una sola versión. Nunca vuelven con una narración coherente y ahí acaba todo. Es una estrategia que funciona.

Todos los hermanos del mundo pelean y son rivales por un tiempo. Es normal sentir celos, ya que hay un solo papá y una sola mamá. Eso sí, busque ayuda especializada si la violencia ya es excesiva. También hay que intervenir y analizar qué factores están disparando esta situación. Generalmente, a medida que crecen y se vuelven adultos, estos hermanos —quienes tienen un vínculo único— se llegan a querer muchísimo y a apoyar mutuamente. Al fin y al cabo, la relación potencialmente más larga que tiene un ser humano es con un hermano. Se comparte infancia, adolescencia, adultez y vejez. Esto no pasa ni con los padres ni con los cónyuges.

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