Por el afán de cazar 'vándalos'

Por el afán de cazar 'vándalos'

En el país hay una paradoja: mientras que personas inocentes son privadas de su libertad, los que han cometido delitos graves siguen impunes. ¿Por qué?

Por: Francisco Javier Portillo Pérez
septiembre 07, 2021
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Por el afán de cazar 'vándalos'
Foto: Leonel Cordero

Pareciera que Colombia aún estuviera en la época de la inquisición, más siendo conscientes de todo lo que ocurre aquí, en donde un grupo de personas son detractores de las ideas totalitarias de sus gobernantes y en su afán de ser escuchados promueven ciertos actos contrarios a la ley suprema, entre ellos los de bloquear vías del comercio nacional, congestionar el flujo vehicular, realizar plantones, hacerse notar a través del arte, pintando el espacio público con representaciones artísticas propias de la rebelión progresista y un sinfín de movilizaciones para expresar todas sus inconformidades.

El patriarcado, pero en la narrativa actual, también llamado Gobierno y todos los simpatizantes a esta ideología dominante, considera que aquellos escenarios de protesta, marcha civilizada, son actos revolucionarios que atentan contra la seguridad pública, tanto así que creen que dichas movilizaciones se saldrán de control que tienen que “invocar” a los guardianes de la soberanía, conocidos como policías y militares, para que invadan las calles de la nación con el firme propósito de acabar (sí, así como se lee y se puede escuchar, acabar) con todo ser humano que se encuentre vandalizando y quebrantando el orden público, económico, libertad individual y hasta la propiedad privada.

En su afán de cazar vándalos le exigen a la comunidad que defiendan su patrimonio, que ayuden a los héroes de la patria a restablecer el orden, en palabras simples, que alcen las armas y purguen todo hombre delincuente, impuro, improductivo, mediocre, es así como se les conoce a cierto grupo de marchantes.

En esta cacería de brujas promovida por el patriarcado y simpatizantes, pienso que se ha perdido el norte de lo que realmente importa. Para nadie es un secreto que Colombia está en una crisis fiscal, en la que es urgente que se decrete una reforma tributaria para sacar a la patria adelante. Con empleo, educación, inversión al sector privado, disminución de impuestos a los sectores vulnerables e inversión social, el país empezará a dejar esa época oscura de inquisición, siendo el respeto, empatía y resiliencia los valores que cada compatriota exalte cuando esté viviendo su día.

Lograr la estabilidad financiera en el país radica única y exclusivamente en el sector privado, en la ayuda que los empresarios tienen para ofrecer, insisto, hay que proteger estos medios de producción; son los únicos que pueden lograr que los jóvenes salgan adelante, todos necesitamos trabajar, hay que ser productivos, y son ellos los que pueden cumplir el adagio popular de la costa: “El que trabaja no come paja”.

Es simple, elemental: hay que sacar a nuestras familias del hambre, debe ser un imperativo moral, social y político que ninguna familia colombiana pase hambre, somos gente trabajadora pese a las dificultades. Es por ello que hago una crítica al falso gobierno derechista actual, ellos parten del ideal de ser productivos, del trabajo como fuente de riquezas. Sienten aversión contra el Estado por el simple hecho de ser improductivo, burocrático y paquidérmico, tienen la postura firme de que el ser humano es capaz de realizar diversas actividades, de que puede con todo, pero lo que me sorprende es que el mismo ideal de derecha arremete contra las personas que son productivas, emprendedoras y que a su vez generan empleo.

En la crisis que estamos viviendo no cabe por la cabeza judicializar las fuentes de riquezas, empresarios que lo dan todo por el todo a diario, son personas que se levantan al amanecer con la firme idea de que el trabajo es la clave para el progreso colectivo; se preocupan por sus empleados. No podemos acusar ni juzgar a aquellos “vándalos” productivos del país, porque puedo asegurar que ellos sí son gente de bien. El ser humano está en la constante búsqueda de la perfección, pero es imposible alcanzarla.

En cada intento o peldaño agotado para alcanzar dicha sensación nos vemos en la infortuna de equivocarnos, de caernos, cometer errores y que al final del día nos pasan la factura, nuestro buen nombre se ve mancillado, quedamos a merced de las críticas y finalmente a la lapidación publica; la cárcel, en donde los días ya no son buenos, son oscuros e infernales. Ese es el calvario que debe llevar un colombiano cuando se ha equivocado, cuando se ha tropezado con la falta de oportunidades, cuando ha cometido un delito vandálico y está en proceso de resocialización y no repetición, aún con todas las trabas impuestas por la sociedad y gobernantes, siempre con la cabeza en alto, siempre con la actitud emprendedora, siempre con la conciencia limpia de que los humanos cometen errores y están dispuestos a borrarlos y a hacer de su vida y el país lo más productivo posible, generando el empleo que todos añoran.

Ahora bien, es menester aclarar el por qué de la acusación a la derecha política actual, personajes públicos que gozan de impunidad por delitos de corrupción; pocos años de condena, se la pasan eludiendo la pena ejemplar. Ciudadanos con porte ilegal de armas, perpetrando la violencia en cierta ciudad azotada por los grupos subversivos. Todos ellos disfrutando del vacío institucional existente como buenos avivatos que son. El ente acusador está en la cuerda floja, tal vez por su empatía con el Ejecutivo, su exceso de protagonismo en medios de comunicación; cualquier movida judicial que se haga e inmediatamente alardean del resultado ante todos, quedando así como unos presumidos. Hay fallas notorias en el aparato judicial, no hay duda.

Los que realmente deben estar privados de la libertad, me refiero a los depredadores del tesoro público, los sujetos activos de los homicidios, los que atentan contra la correcta administración de justicia, etcétera, gozan hoy del bien jurídico más preciado de todo ser humano, la libertad. Muy lamentable la parcialidad de la justicia en casos donde el veredicto debería estar anticipado gracias a los hechos de resocialización que tiene el imputado; actúa con coherencia y lo más importante es que es productivo para el país. Está provocando progreso, le hace saber a todo mundo de que podemos cambiar, por más caídas siempre habrá que levantarse. Es hipocresía hablar de justicia cuando no se tienen en cuenta los objetivos de la pena que profiere el derecho penal.

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