'Políticos profesionales', los verdaderos enemigos del pueblo

'Políticos profesionales', los verdaderos enemigos del pueblo

Viven de la política, toman decisiones para favorecer sus propios intereses y creen que es un negocio del que pueden lucrarse muy bien

Por: Edilson Silva Liévano
abril 23, 2018
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'Políticos profesionales', los verdaderos enemigos del pueblo

No es lo mismo vivir para la política, que vivir de la política. Algunos sujetos políticos no profesionales pueden vivir (en cuanto son sujetos de acción) para la aspiración de influir en la política mediante la organización y la persecución de ciertas objetivos, los cuales confían a los líderes para que una vez como estén en el lugar deseado (presidencia, gobernaciones, alcaldías, Senado y Cámara) legislen o tomen las decisiones a su favor; mientras que otros, los políticos profesionales viven de la política, no ya en cuanto aspiran a influir en la política, es decir, en cumplir los intereses de quienes los eligieron, sino en cuanto toman decisiones para favorecer sus propias alianzas con corporaciones, es decir, político y corporaciones (empresas comerciales, trasnacionales, empresas criminales) integran una familia bajo una ecuación: leyes por prebendas.

A las alianzas corporativas de los políticos profesionales se suman los altos salarios y pensiones que ningún otro ciudadano del país ganará; los porcentajes de corrupción disimulados bajo el nombre de “mermelada” que reciben los políticos, desde el presidente y sus ministros en adelante (caso Isagen, etc.), y de ahí para abajo por la venta de empresas (caso emblemático creación de las EPS, Ley 100); otorgamiento de contratos a empresas multinacionales (caso Odebrecht); fallos a favor de las corporaciones y en contra de los trabajadores (caso Avianca versus pilotos); tratados de libre comercio, TLC, que acaban con la producción nacional del Agro o que obliga a los campesinos a comparar la semilla a multinacionales como Monsanto. Así que, el político profesional es aquel que sabe que la política es un negocio del que puede lucrarse muy bien, él y sus hijos, hermanos, amigos, que se portan como clientes de un negocio privado, aunque la gente siga creyendo que se trata de una gestión pública.

Debemos ser conscientes que no siempre, en la órbita política, los políticos no profesionales logran llegar al lugar donde se aprueban las leyes o toman decisiones, porque no cuentan con las maquinarias necesarias para auto-impulsarse, dígase: un discurso comunicacional mediatizado que a través de la reiteración constante donde grandes mentiras terminen por convertirse en verdades de boca en boca. Sin embargo, de vez en cuando, algunas organizaciones sociales que se comportan como políticos no profesionales logran poner en órbita algún satélite comprometido, es decir, logran algún curul en alguna parte o una alcaldía o una gobernación para trabajar por intereses que persiguen esos hombres políticos no profesionales, por ejemplo: colectivos de la comunidad LGBT, ambientalistas, organizaciones campesinas, profesores, sindicatos, feministas. Sin embargo, pronto estos políticos no profesionales son aplastados por las coaliciones de los políticos profesionales, es decir, sus iniciativas rara vez logran prosperar.

Los logros de estos satélites son tan pocos que las organizaciones sociales siguen año tras año luchado por la conquista de sus iniciativas. Es decir, la coalición que se impone es la del hombre político profesional que termina por aplastar lo que ellos llaman, las iniciativas de las minorías, y porque, según ellos, aplica la regla de las mayorías. En otros casos, ese político que pusieron las organizaciones con el voto de los simpatizantes termina por asimilarse a las prebendas de sus otros iguales: los políticos profesionales. Es decir, termina tan corrupto como ellos. De ahí que, el sujeto político no profesional (organizado, con propósito, alternativo, con criterio, cuestionador) tenga esa sensación perenne en Colombia, ese sabor amargo en la boca: “Nos traicionaron otra vez”. Dijeron que nos iban a dar salud, pero la privatizaron; dijeron que habría más empleo, pero nos quitaron las horas extras; dijeron que tendríamos una “Bogotá mejor para todos”, pero se robaron el metro para Bogotá, y el aire es irrespirable, gracias al polvo, no al diésel, según la declaración cínica del alcalde. Venden las empresas del Estado a las multinacionales; recortan los presupuestos para salud, vivienda, educación, no le cumplen a las organizaciones sociales de víctimas, de trabajadores, de indígenas, de campesinos, de profesores, pero se roban el equivalente de 20.000.000 de pesos por cada ciudadano cada año. Haga las cuentas. Usted tiene 40 años, la clase política profesional se ha robado 80.000 millones que deberían haberse traducido en su bienestar: salud, educación, vivienda, esparcimiento.

Quizá usted no lo sepa, pero hay en marcha un gran pensamiento crítico propositivo por parte de las organizaciones sociales, desde la Cumbre Agraria se viene pensando un modelo sostenible bajo el concepto de “soberanía alimentaria”, y esta nace, efectivamente, de campesinos “empobrecidos” estratégicamente, del debilitamiento del mercado agrario (TLC, por ejemplo; abandono del campo). Estos hombres, junto con organizaciones de mujeres, indígenas, jóvenes tienen una visión muy diferente al gran negocio del político profesional que disfraza su negocio privado, leyes por prebendas, bajo el eslogan de “seguridad alimentaria” que proponen los neoliberales consumados. Sin embargo, nunca se fue tan contradictorio en ese concepto: acabar con los recursos naturales, contaminar el río, dañar los páramos, solo para favorecer a empresas mineras, transnacionales: petroleras, represas para la producción hidroeléctrica. Las energías limpias no son viables para esa coalición de políticos profesionales, no les dejarían grandes dividendos de ese negocio privado llamado “democracia neoliberal” que defienden a capa y espada.

Revueltos entre esa masa de políticos profesionales y los políticos no profesionales, aspirantes eternos a influenciar en las decisiones políticas, porque seguimos creyendo en la ilusión que el político está ahí para hacer cambiar las cosas, aparece una tercera clase. El hombre no político. Cuando hablo de los sujetos no políticos me refiero a la existencia real de un potencial de 36.024.467 de personas habilitadas para votar, o mejor para ser sujetos políticos no profesionales, pero que en las últimas elecciones presidenciales, en las que ganó el Presidente Santos, el abstencionismo fue del 60%. Es decir, 21, 614, 680 personas no salieron votar, y creería yo, no tienen ninguna iniciativa (acción política) para buscar una salida a este país. Excepto seguir quejándose que aquí nada es posible, que viven mal o el transporte público es fatal, que la plata de los impuestos no retorna en mejores “condiciones para la vida”. El sujeto no político va a la deriva, es apático, se autoproclama “apolítico” cuando en realidad es el eslabón perdido que permite que unos pocos estén siempre quedándose con todo, elegidos por los votos de unos pocos, muchas veces con votos comprados.

Este sujeto no político es un lector funcional, que solo lee el cheque, el letrero del bus, el titular de prensa o el noticiero, pero que no conoce las coordenadas sociales de lo que implicaría una mejor distribución de los ingresos, por lo menos dejaríamos de ser el segundo país, después de Haití, más desigual de América Latina (no es Cuba ni Venezuela ni Ecuador); el sujeto no político está en todos los estratos, es diferenciado básicamente por su ingreso, porque uno es el patrón y el otro es el empleado, es la dinámica de amo-esclavo (ahora lo quieren llamar odio de clases); es el esclavo que vive bajo la ecuación: comida por trabajo. Va y viene todos los días explotado por un mínimo que no pasa de 300 dólares al mes. El sujeto no político vive para eso, para ganarse la vida, para acumular, para progresar, para ser algún día millonario, en mi juventud los llamábamos “burros con plata”, y eso se lograba, siendo pillo, mula, narcotraficante, político, más recientemente se les dice “levantados”, y así el que medianamente levanta vida, se compra un carro, se cree de “mejor familia”. Es decir, viva el arribismo. De ahí que tanto sujeto no político se identifique (sienta simpatía) por el traqueto que le reiteran las telenovelas; por los reality shows que le venden la idea de ganarse una millonada de la noche la mañana; es amante del futbolista archimillonario porque su sueño se ve representado ahí. Es decir, el sujeto no político solo sueña en volverse famosos un día para diferenciarse de esa masa de iguales a él, y cuando no puede, al menos publica una foto en Facebook para mostrar lo que come y conquistar un like, porque se trata de ser el protagonista de una historia donde él es la estrella: narcisismo e individualismo van de la mano, y si él puede ser mejor que el otro, tener más plata, por ejemplo, eso lo hace sentirse realizado. El sujetos no político (ricos o pobres da igual) son sujetos que glorifican el trabajo como medio para lograr los fines, pero también el pillaje, la trampa, lo que este país llaman, “ser vivo”, están dispuestos a pasar por encima de lo que sea, también pueden llegar a lo que sea porque en últimas son sujetos del mercado, del cambio. Si hay que vender el voto se vende, si hay que robar se roba, si hay que matar se mata. Maquiavelo decía, el fin justifica los medios.

Esta gran masa de gente sumida como ciegos en el sistema cambiario no encaja propiamente en la categoría de “pueblo”, el pueblo es una categoría, creo, que recoge a los activistas (sujetos de acción), a los que se movilizan por el “bien común”: ambientalistas que se enfrentan a los políticos profesionales que quieren meterle el fracking a la minería petrolera; campesinos que luchan por un campo auto sostenible y productivo; comunidades como la LGBT o las feministas que se lanzan a la conquista de sus derechos; madres de desaparecidos que luchan por su retorno o por la justicia de los falsos positivos; personas que buscan sacar de la escena política a esos corruptos que han integrado el crimen como parte de una ética política nefasta y criminal: ladrones de los impuestos; privatizadores de la salud, acabadores de la educación, detractores de la felicidad; aliados estratégicos con criminales. A veces los sujetos políticos no profesionales llegan lejos o por lo menos cerca como cuando los bogotanos quisieron destituir al alcalde Peñalosa, inmediatamente los políticos profesionales se aliaron para favorecer su corporación (Volvo+ política = TransMilenio). El alcalde se queda así la voluntad expresara en las firmas dijera lo contrario.

El sujeto no político es un sujeto escéptico, que no cree en la “política” (al menos eso es lo que él cree) porque le han hecho creer, gracias a la publicidad política pagada (debería ser prohibida, toda publicidad es en principio engañosa) y de la maquinaria de los medios masivos de comunicación, que aquí no hay dinero para construir un mundo mejor; que en cualquier otro lugar del mundo se puede, menos aquí. Pero claro, cuando se trata de proponer subir la edad de pensión a los colombianos nos comparan con el rango de edad que alcanzan los ciudadanos en países como Dinamarca (pregunta: ¿la calidad de vida es igual aquí que allá?), pero cuando se trata de pensar la economía, el mercado, la agricultura, ahí si no somos como Dinamarca sino como Venezuela. Así, gracias a la reiteración mediática, es decir a lo que se dice en las supuestas encuestas objetivas, en los noticieros, en las entrevistas, en los debates, etc. Gracias a toda esa propaganda le han hecho creer al sujeto no político (un campesino crítico no come cuento; un estudiante crítico no come cuento; una feminista crítica no les come cuente, un profesor crítico no come cuento), en fin, decía, le han hecho creer dos cosas: que entre ellos, los políticos profesionales de un partido o de otro, son enemigos. Por ejemplo que los de Lleras son enemigos del Centro Democrático. Mentiras, llegada la hora de las alianzas políticas, los políticos profesionales mirarán con quién van a ganar más, harán sus alianzas corporativas o dónde le van a poder cumplir a los cuatro archimillonarios que controlan el mercado; a las multinacionales  a las que les van a vender lo que queda de empresas públicas en país, y así sacarse su tajada.

La segunda estrategia ha sido convencer a los sujetos no políticos que los “enemigos” son los vecinos (todo lo que ello representa), y para ello, recurren la imagen nacionalista, romántica de la patria, la vociferan como si fuera una madre benefactora de sus hijos (el pueblo) a la que hay que proteger del enemigo externo. Se olvidan que esos que hablan de la “patria” de “cuidar la patria” de “bienvenidos al futuro”, se olvidan o lo saben, son cínicos por naturaleza, fingen amnesia, que son ellos mismos los que se han robado el futuro de esos que llaman tan abstractamente patria: se robaron la salud con la privatización y las EPS, se robaron las horas extras de los sujetos no políticos pobres para favorecer a esos otros sujetos no políticos ricos (empresarios); se robaron el dinero para fortalecer el campo como hicieron con Agro Ingreso Seguro; se robaron las tierras de los campesinos, el mayor acto de violencia ha sido el desplazamiento en Colombia; cambiaron o desestimularon la economía nacional con los Tratados de Libre Comercio y harán más de ellos; enriquecieron los bancos desangrando con el gota a gota del 4x1000 nuestros salarios; se robaron la plata destinada a la implantación de los “Acuerdos de paz”; quieren hacer trizas la posibilidad del diálogo porque les interesa el conflicto para seguir escondiendo sus crímenes o apropiándose de la tierra de los campesinos; subieron el IVA al 16 % hasta para la leche, en fin, en los últimos 16 años la política colombiana secuestró el crimen, los políticos se volvieron los mayores criminales del país.

Así que el verdadero enemigo no está en el exterior, no es Venezuela, son los políticos profesionales. Es decir, ellos son los verdaderos enemigos de las organizaciones sociales, los colectivos de trabajadores, los estudiantes de las universidades públicas; de los campesinos empobrecidos estratégicamente, de los trabajadores mal pagos o explotados, de los profesores estigmatizados o puestos en la última escala social; de la población LGTB a los que ha perseguido con referendos o desde el senado confundido con un púlpito eclesial. Ellos son los enemigos de los enfermos que se mueren en las EPS en el llamado, “paseo de la muerte”. Los políticos profesionales has sido el gran enemigo de cada niño que nace sin posibilidad de iniciarse en una sociedad más justa y equitativa, y todos ellos en los últimos 100 años han sido liberales, conservadores, uribistas, lleristas, santistas, pastranistas, el país no ha sido gobernado por otras miradas políticas, ni por otros apellidos, pero sobre todo. Han sido unos políticos profesionales quienes han estado al mando. Creo que es hora de que usted y yo no caigamos en la lógica amigo/enemigo. Ya sabemos quiénes son los enemigos del futuro. Por primera vez hay nuevos nombres por los que valdría la pena votar. Pero cuida bien que esos nuevos nombres no tengan padrinos o políticos profesionales porque ya sabe todo lo que ello implica.

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