Política y políticos. ¿Qué son?

Política y políticos. ¿Qué son?

Un buen político es un privilegio y un gran honor y todo honor implica responsabilidad. Es en responsabilidad civil. ¿Necesitamos más políticos y menos rebuscadores?

Por: Javier Hernández Ramírez
agosto 12, 2022
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Política y políticos. ¿Qué son?
Fotos: Leonel Cordero/Archivo

Para empezar, la política es un gran reto intelectual y humano. Y es, nacido del mejor sentimiento: el deseo de servir. Es cuestión de amor por la gente. En su origen, la mayoría de los políticos aman a su gente, luchan por su gente, y se inician en la cuadra, en el barrio, en su pueblo. Todo empieza por un ideal, por una esperanza...por amor a las causas justas y colectivas. Político es quién ejerce esos preceptos como propios, y logra conservarlos el tiempo suficiente para poder alcanzar cotas de poder.  Lo malo es el escabroso camino que recorren solos, sin acompañamiento censor y vigilante de aquellos que los eligen. El poder es como la lengua, en la fábula de Esopo: los mejor sí se usa bien, lo peor sí es pervertido. Por desgracia, es un gran corruptor. Lo malo es que no tenemos mecanismos de control ciudadano sobre aquellos que elegimos. Es una tarea pendiente.

Hoy no existe. Y eso es muy malo. Tenemos que buscar (sí, a través de ellos mismos) una manera de que respondan por “un Plan de trabajo legislativo” de seguimiento funcional. Porque aquello de que, como la mujer de César “no sólo deben ser honestos, sino parecerlo” no es un asunto exclusivo de ellos, es tarea de los electores también. Porque existen malos elegidos y malos electores. No basta con votar. No es votando y ya. No, señor, así no. Porque los elegimos y los soltamos a la vorágine del poder, al tormentoso río de las presiones y tentaciones, propias del juego de intereses que se mueven a su alrededor, sin vigilar que no extravíen el caminado.

Pero si los cuidamos de ellos mismos, si constituimos Ligas de Electores, y nos apersonamos de sus luchas y logros, con homenajes por bueno y abucheo-reclamo, por lo malo; sí encontramos forma de supervisar su actuar en nuestro nombre... ellos gerenciarán en forma adecuada nuestro afán cotidiano, y representarán nuestros anhelos de paz social, de equidad económica. Verán que tengamos una justicia pronta y eficaz. Un político, observable, auditable, serán nuestro alter ego esté en donde esté.  Con buenos electores, se construyen buenos políticos. Los buenos son muy útiles.

Y necesitamos más políticos buenos, para que protejan a este país de los técnicos, gente muy preparada, nadie lo niega, pero con el corazón y los sentidos, ajenos al sentir y ser del pueblo al que pertenecen. Lo suyo es más bien el éxito personal, no la causa del pueblo al que deben servir con lealtad. Tal vez de manera algo maniquea, pienso que todo programa técnico debe partir de una necesidad correcta políticamente, y su ejecución por los técnicos, obedecer a los proyectos que un programa de gobierno plantea desde la campaña política. Es asunto del político interpretar a la gente; es asunto del elector, saber a quién elige. Estoy convencido que el trabajo de los buenos políticos son cuestión de amor, fruto del romance entre ellos y su pueblo. Es por eso que, aunque tenemos grados de corrupción altísimos, el porcentaje de tramposos en las corporaciones, es mínimo. NO todos llegan a robar. Muchos lo hacen por el prurito del poder, de los honores y por humana vanidad. Debemos tener herramientas de control de las tareas de los corporados. Vigilarlos y orientarlos.

Sólo si esto ocurre, de nuevo, volveremos a tener líderes que sientan a las masas y masas que sientan a sus líderes. Electores y políticos que caminen juntos. De esa forma, este país puede volver a pensar en los pobres y hacer algo por ellos. Yo prefiero un cacique apasionado y mandón, a un frio y apático tecnócrata interesado sólo en su carrera. Insisto, para mí, la política es cuestión de amor. De amor al prójimo y a causas colectivas. Es un arte-oficio, no una profesión maldita per sé.

Es arte porque implica dominar la estética de las ideas y la plasticidad del discurso ético y civil convincente. Un discurso que debe de ser coherente, claro; y que, sobre todo, debe ofrecer (y lograr, en lo posible) la búsqueda incansable del bien colectivo como el ideal máximo de su esfuerzo personal y humano. Pero todavía más importante, todo político debe ser un Ser humano lleno de virtudes sociales y tener palabra de oro. Debe ser un “ser humano de mostrar” Porque la política es el ejercicio de servir al colectivo como una meta, y el goce de prestigio y el poder como recompensa. Eso es política. Todo un arte.  

Y es Oficio, porque debe ejercerse en la lucha por las ideas, cada día y a cada momento, forjando a pulso aquellas cosas que prometió y por las que fue elegido. No es nada fácil. Además, es duro, porque se ejerce en medio de las grandes contradicciones que a diario se dan con quienes representan otras ideas u otros intereses. Es un oficio bravo, cotidiano y constante...es la carpintería de los ideales.  Y si no se piensa o se actúa como animal político, si no se tiene un ideal del bien colectivo muy bien definido, y una gran capacidad de servir de eslabón entre su gente y el Estado, entonces no se es un político, sino un oportunista, un simple negociante...y es cuando aparecen las llagas que huelen fétido en las corporaciones públicas.

Si no sé es capaz de dejar a un lado la ambición personal de lucro, y nunca se entiende que la mejor paga del político es la gloria del reconocimiento y la gratitud de aquellos a quienes sirve; si el brillo humano que refleja toda dignidad electoral no basta para sentir que ya se es importante y privilegiado, entonces no existe condición del alma para pedir el favor de un pueblo, y entonces afloran la mezquindad y la corrupción que matan las ideas, la política y la democracia. El político debe pelear cada día.

Y es que un político es un guerrero de la idea, defensor de una dialéctica política, que encierra una idea del Estado, según la doctrina que profesa. Nunca debe ser un empresario de su propia ambición.

Y aquí es en donde hemos fallado más nosotros, los electores, que los malos políticos, que volvieron mala la sola idea de hacer política: los conocemos bien, ya sabemos de sus mañas...y les damos boleto de regreso a su curul cada vez que nos dicen sus clásicas mentiras.  Doña Teresa, mi madre, decía para ilustrar los errores sabidos que: “no tiene la culpa el indio, si no el que lo hace compadre” (perdón hermanos mayores).  Es que hay malos políticos...y malos electores. Los unos son visibles y se nota su mediocridad y mala fe en el ejercicio del trabajo para el que los eligieron, no “cumplen con el puesto” Los otros, casi invisibles y tontos, maldicen patalean y acusan al día siguiente votar por ellos, sin darse cuenta que son culpables al 50% de la marcha buena o mala de las cosas.

Pero ser un buen político es un privilegio es un gran honor... y todo honor implica responsabilidad. Es en responsabilidad civil, que el político debe graduarse, ya que, sin que existan firmas de por medio, lo contratan, vía del voto, para que haga un trabajo. Es su obligación responder por él. ¿¿Y??

Un político representa una idea-ideal; encarna un sentimiento-esperanza; es ancla del sueño-ilusión de los que anhelando hacer cosas buenas para los que aman, piensan que alguien -pues ellos mismos no pueden ni se atreven -tiene que hacer las cosas. Es el alter ego, en escena, del votante anónimo.

Alguien debe ordenar y dirigir las cosas. ¿Qué cosas?     Bueno, cosas como lograr que existan escuelas, colegios y universidades para sus hijos; hospitales para sus enfermos; carreteras y caminos, infraestructura, y servicios públicos para quienes habitan entre sus mismas fronteras humanas, sociales, políticas y geográficas. Cosas como ordenar de la mejor manera el decurso cotidiano y poner reglas de juego claras, justas, equitativas y generales, para que, en medio de ellas, guiados por ellas, la nación que formamos todos, sea viable, y sea posible. Para que garantice el ejercicio del Contrato Social.

En fin, para que, en nombre de las muchas esperanzas puestas en él, el político ya elegido realice su propia esperanza: ser importante como individuo, y hacer cosas importantes para el pueblo y para la gente entre la que alienta. Es obligación y tarea del político hacer su mejor esfuerzo por lograr para la familia humana que mora el suelo de la patria, las cosas que su cotidianidad requiere para una vida digna y justa. Para eso sirven los políticos buenos… los animales políticos puros.

Porque sin ellos, el pueblo vive añorando cosas que jamás llegan y necesitan. Es el político honesto y lleno de ideales y buenas intenciones, quién las puede lograr. Esa es la idea primaria, simple y clara de lo que debe ser un político. Por eso digo que la filosofía del ideal político: es arte y oficio. Arte de legislar y gobernar con honor personal, y servir con honestidad en nombre de los demás, no en el propio. Y oficio, porque debe ser de tiempo completo y dedicación exclusiva. Ya el Político logra la realización personal y el poder como paga. Pues poder y prestigio andan juntos...pero, además, pagan bien por el oficio. Sí. Hacen falta muchos...y buenos políticos.

Y es que hoy, en medio de la crisis de los Partidos, las Instituciones y Principios, están más vigentes que nunca, las premisas que hacen del político, un personaje indispensable, apropiado para manejar y ordenar las cosas de su pueblo. Un zapatero hace zapatos. Un sastre hace trajes. Un político debe hacer política sobre medida, para que los habitantes de la nación en que ejerce su oficio, vivan dignamente bajo un mismo esquema de justicia, equidad y respeto. Lo demás es sólo lo demás.

Por eso creo que Colombia necesita más, y muy buenos políticos urgentemente. Hoy más que nunca este país requiere más políticos de oficio y menos rebuscadores de ocasión. Todavía no puedo admitir que alguien que por circunstancias coyunturales alcanza un cierto grado de notoriedad, (un artista o figura social) sufra una rara metamorfosis que lo convierta en político de la noche a la mañana y se haga elegir, sin saber qué hacer cuando llega a allí en donde se resuelve el destino de todo el país o de una región. Es bien cierto, que todo ser humano debe buscar ascender en la escala social y económica, como parte de su evolución humana, pero, al menos, se deben llenar ciertos requisitos de idoneidad y forma. Cada loro en su estaca. La política es un oficio de lento aprendizaje y de tiempo completo. De brega cotidiana, muchas veces, en el total anonimato.

Pero hay cosecha de “movimientos

Surgen por ahí muchos pequeños partidos llamados movimientos, lo que es totalmente válido como expresión de una sociedad. Pero tienen una premisa absurda: según dicen, detestan la política y los Partidos Políticos. Razón tendrán. Lo rocambolesco es que actúan y funcionan exactamente los mismo. Son minorías, compartiendo minúsculas celdas de poder, que generalmente no se reflejan en el bienestar colectivo y general de la nación. Existen, allí, en ellos, muchos intereses pasajeros y ocasionales sin ruta ni destino, solo por el poder. Tenemos demasiados grupúsculos técnico-cívico-sociales, sin ideario político ni filosofía de servicio o de gobierno definidos. Sin el bagaje social necesario.

Son aves de paso que no dejan huevo en el nido de la democracia que dicen buscar y defender… y que a veces ni entienden. Yo no les creo mucho. El estado necesita ser conducido por filósofos de pueblo, graduados en cada calle recorrida. Hombres y mujeres que lleven encima una teoría del gobierno, aprendida en la plaza pública, una dialéctica del poder delegado en ellos, y la idea clara de que cada sociedad es única...no vaciada en moldes que sean aplicables a toda manera de ejercer el poder.

Un país es su gente: política es conocer, interpretar y servir a esa gente.  Cuando hablaba de que todo político debe de ser un animal político quería decir exactamente eso: un político de tiempo completo, de ideas fijas en el bien común y en el servicio al pueblo que lo elige. En este punto, pueblo que elige significa: los que esperan lo mejor de él y de sus pares, que deben gobernar para todos, no sólo para aquellos que votaron por su programa o sus promesas.

Promesas: peligrosa palabra.  Un político de buena clase no hace promesas; contrae compromisos de honor, con aquellos que aceptan su palabra como prenda. Y los cumple...en la medida de su máximo esfuerzo. Esa es su tarea. Nunca será posible cumplir todo, ni a todos, hará la lucha. Y es por eso que hacen falta políticos...hoy más que nunca. Gente que cumpla su palabra bajo el escrutinio de aquellos que lo eligieron. Necesitamos ligas de electores. Necesitamos más POLÍTICOS DE OFICIO.

¡Pero si están en retirada! Eso dicen algunos y hasta tienen razón. Por eso estamos como estamos.

Con tanto técnico tomando decisiones políticas social, no existen políticas de estado ni soluciones estructurales a los problemas que cada día se agigantan más y más, porque nadie siente el pulso del pueblo, nadie palpa la dura realidad de las mayorías. Gobiernan y deciden por todos... sin conocerlos ni sentirlos.  Cuando los tecnócratas se incrustaron por oleadas en la administración, no a resolver lo técnico como debía de ser, sino tomar decisiones de gobierno, es decir, a tomar decisiones Políticas, se inició el alejamiento entre la gente y la política, de los políticos y el gobierno, del gobierno y del Estado ideal, que las mayorías anhelan encontrar cuando ejercen su derecho al voto en una democracia.

Claro que hacen falta los técnicos, pero las decisiones deben ser políticas. NO sé sí seré algo maniqueo. Pero creo que, entre el Frente Nacional y los técnicos venidos a más, acabaron con la política de servicio, la política de ideas humanísticas que buscaba e impulsaba el bien común como supremo logro del político. Pero los políticos también han echado leña, al fuego de su hoguera.

Muchos de ellos, pájaros de Estación y negociantes de oportunidad, envilecieron el oficio. Maltrataron el arte de servir y tener honores por ello.  Las consecuencias las estamos pagando ahora: hoy. Pero es un error pensar que solo existen corruptos en las corporaciones. Lo que sí es evidente, es que, por falta de operatividad y eficiencia de la Justicia, muchos no denuncian y otros se vuelven laxos, ante el tema.

Da la idea de que lo que tenemos, no es un ideario de servicio en cada político, en bien del colectivo, sino una enorme y fea orgía de intereses particulares y egoístas, que entran a saco, al erario. Otro mal remediable, con ligas de electores, es la perversión del político honesto, por intereses ajenos al bien general. Porque Líderes llenos de buenas intenciones, con ideal de servicio, caen en manos de poderes, que muchas veces, no pueden evitar.

Un buen político, uno honesto, sabe su sitio, entiende que existen otros tipos de poder y capea el asunto. Usa el suyo. Evita que los más poderosos y ricos (es lo mismo) sin control político alguno, acomoden las reglas a su antojo y utilidad. Está en juego todo el andamiaje estructural, en que el político ejerce su oficio. Y sí los Políticos puros, los animales políticos, esos que son respetados y tenidos como lo mejor de cada comunidad, y que hacen del poder un ejercicio de lucha y grandeza personal, pasan de agache, o participan activamente de la golpiza que recibe su pueblo cada día, la política se envilece, el poder se pervierte.

Esa no es la política, eso NO es lo que hace un político... no aquellos que yo admiré, envidié y favorecí siempre con mi voz, mis esperanzas...y mi voto. Pero...hoy es cuando. ¡Ellos, los políticos de oficio, los filósofos del servicio a pueblo… deben pasar al bate! Sacar a los oportunistas y negociante de los cargos de elección. Los políticos a la antigua deben regresar.

Nos hacen falta algunos caciques y jefes a la antigua. Hacen falta referentes en el horizonte político, en un país en el que no abundan los líderes nacionales, ni quién asuma el riesgo de serlo. Y no hablo aquí de la cúpula de mi Partido, el Liberal, porque sería hablar con sordos y, no soy idiota.

Necesitamos Políticos puros, líderes comunitarios y sociales apasionados y ambiciosos, pero honestos… para que pasen al abate.

Necesitamos gente apasionada por su pueblo. Gente que se equivoque o acierte...pero que corra con el gasto de la lucha por aquellos que lo siguen. Necesitamos políticos... urgentemente. Y no podemos seguir cazándolos: como a brujas. No los canso más.

 

 

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