Pobre Santos

Pobre Santos

"En la nación nadie lo respeta, puesto que no cuenta con el más mínimo ápice de credibilidad. Sus antiguos aliados le hacen el feo"

Por: Juan David Escobar Cubides
abril 23, 2018
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Pobre Santos
Foto: Twitter @JuanManSantos

Santos, el presidente menos querido de nuestra historia republicana, está padeciendo el ocaso del abandono comunitario. A decir verdad, son escasas las gestiones positivas que pueden rescatársele en sus ochos años de Gobierno: el programa Ser pilo paga con un sinnúmero de deficiencias, y las viviendas gratuitas con notables incumplimientos. En lo restante, padece desaciertos proverbiales.

El pobre Nobel está asumiendo las consecuencias que apostó desde el comienzo con su escueto capital político. En la nación nadie lo respeta, puesto que no cuenta con el más mínimo ápice de credibilidad. Sus antiguos aliados le hacen el feo, porque tienen presente que no es conveniente mantener una relación cercana a él. Su candidato Vargas Lleras lo pisotea, lo utiliza como le place, lo irrespeta y, lo peor, lo increpa cada vez que quiere a través de sus variables pronunciamientos. No hay peor humillación para un mandatario que, tener que soportar los actos de insolencia de su supuesto ‘candidato’. ¿Si no lo respeta su propio ‘reemplazo’ (Vargas Lleras), entonces quién lo respetará?

He ahí el dilema de Santos: ¿cómo confiar en un Vargas Lleras bipolar que algunos días se levanta gobiernista y otros días antigobiernista? Muy risible, por cierto.

Entretanto, la preocupación del Nobel es sencilla: no tiene a nadie establecido, como lo anhelaría, para preservar sus desaciertos de ocho años, ya que, ningún sujeto llegaría a la Casa de Nariño siguiendo sus flacos ‘lineamientos’. Un prospecto tan impopular como él, solo aportaría desprestigio político a cualquier campaña. Nadie cercano a Santos triunfaría en alguna contienda electoral. Ni siquiera, para aspirar al Concejo de un municipio de quinta categoría. A no ser que, aquel que así lo desee, esté dispuesto a quemarse en sus cenizas.

No obstante, lo que llama la atención es que sus antiguos colaboradores han brincado rápidamente del barco: son pocos los que se atreven a mencionar sus ‘obras’ de gobierno, porque saben que no es mucho lo que pueden rescatar, entonces sin importar el hundimiento, prefieren guardar silencio para ‘dinamizar’ sus carreras legislativas, verbigracia, Roy Barreras y Armando Benedetti, antiguos ‘santistas’, pero ahora ‘vargaslleristas’. Y también el propio Vargas Lleras, quien, sacando provecho de ello, únicamente se limita a alardear con sus ‘ejecuciones’ de infraestructura de manera individual, olvidando la aprobación de su jefe (Santos).

¡Como si ello fuera suficiente!

Algo, realmente, nauseabundo. Pero, para el Nobel esta situación no se torna injusta, toda vez que, a todos en la vida nos llega lo que nos merece. Y, en efecto, Santos se ha hecho acreedor de la desgracia que padece. “Si traicionas a quien te extendió la mano, tarde o temprano, también serás traicionado” Así es la vida.

En realidad, Santos padeció innumerables desaciertos en su desgobierno, como, por ejemplo, en materia económica con el derroche del erario, las reformas tributarias, y el incremento de la deuda externa, entre tantos otros como el incremento de cultivos de coca; sin embargo, su gran y principal fracaso versará sobre sus dos fallidos procesos de paz. El primero que le tardó siete años con las Farc y, que, está a punto de colapsar con la extradición de alias Jesus Santrich, ya que tiene presente que, con ello fracasaría más de la cuenta, porque por sí mismo ya se trataba de un negocio fallido. Y el segundo por el ELN, porque ya vimos a la misma comunidad internacional, que mucho lo respaldó, señalándolo hace unos días por su laxitud frente a esa banda de facinerosos.

Además, fue más que un legítimo detonante el asesinato cobarde de los tres periodistas ecuatorianos. Tanto así que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, en un acto de gallardía retiró su calidad de garante en esa macabra negociación. No podíamos esperar menos; lo que empieza mal, termina mal. Sabíamos que una mala negociación, generaría un caos mayoritario. Ahí lo tienen.

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