"Yo nunca supe qué eran las drogas, nosotras fuimos criadas en la iglesia” Un bautizo en el yagé

"Yo nunca supe qué eran las drogas, nosotras fuimos criadas en la iglesia” Un bautizo en el yagé

"A Sandra ya le habían contado que uno sentía que la tierra lo agarraba, entonces no hizo mucha fuerza, se dejó ir hacia atrás y le pidió a Dios"

Por: Natalia Maria Sierra Sanchez
marzo 23, 2017
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Foto: Archivo eltiempo.com

A Sandra ya le habían contado que cuando la “medicina”  llegaba a su clímax,  uno sentía que la tierra lo agarraba, entonces no hizo mucha fuerza, se dejó ir hacia atrás, cerró los ojos y le pidió a Dios que le ayudara.

“Estaba cansada, no podía parar de pensar en Rodrigo, tenía la cabeza fría, necesitaba meterla a la candela, recuerdo que a cada rato me corrían del fuego,  muy lejos, escuchaba que me decían que me quedara quieta, parecía que me hablaran desde lejos, eran  Jorge y Marcela los dueños de casa,  y el “abuelo” que tenía de apellido “Alegría”; No podía concentrarme, tenía un mareo terrible, sentía que quería ir al baño y para eso había que ir muy lejos, la sensación era como si me ahogara, en un veneno que cada vez se ponía más fuerte, tenía una vibración en el cuerpo muy extraña, quería rezar, y no podía ni  recitar media palabra, o bueno recitar no, orarla, bueno, en fin, no podía pensar en nada, no era yo quien tenía el control”

Sandra se rió de lo que estaba diciendo, como es católica, no quería  que la gente pensara que estaba perdiendo su camino, y menos metida en un cuento que nada que ver con la religión.

Es que  eso es  muy difícil de concordar, moverse, pensar, alucinar, yo nunca supe que eran  las drogas, nosotras fuimos criadas en la iglesia, siempre listas los domingos a las siete  de la mañana, bañadas vestidas y bien peinadas!

Sandra es  grandota, gruesa, de piernas y torso largo, igual que sus dedos, - debió tener habilidad para tocar piano- se arregla poco, luce como si tuviera uno de esos maridos que le prohíben maquillarse, porque las ven bonitas y de pronto se las quitan.

Yo soy muy buena con las manos, se bordar, pintar cositas, me gusta hacer collares pulseras pendejadas! A todo eso nos enseñó mi mamá, me hubiera gustado tocar un instrumento, pero, no, mi papá no nos dejó, decía que la música no daba plata, pero cuando nos llevaban cada domingo después de misa a la casa de don Abelardo,- amigo del papá que les había ayudado en una época de crisis-  me dejaba tocar el piano, uno de cola blanco era hermoso, y siempre me decía que pidiera un piano al niño Jesús, mi mamá nunca dijo que el niño Jesús existía, entonces para mí no había ninguna esperanza de tener ese piano.

No tuvo una vida fácil y el hombre con el que se casó, con el que decidió compartir toda la vida a lo largo tampoco funcionó.

 Ellos no eran casados, pero ya llevaban nueve años viviendo juntos, los dos de la misma edad,  ella trabaja en mercadeo y él es administrador. En los tres primeros años fueron muy felices, él era el hombre ideal y ella  muy activa, pero con el paso del tiempo, engordó y el también, el matrimonio se les volvió rutina y empezaron a tener problemas, ya no se entendían, y su marido le reprochaba siempre que ella ya no era la misma.

En diciembre del 2014, una amiga que se había conseguido un novio muy espiritual, le contó, que se había metido en el cuento del yagé, la vida le había cambiado, y  además desde el novio tomó la “medicina” se había vuelto más juicioso. Sandra vio una oportunidad para tambien salvar la relación.

Se documentó, miró en internet y preguntó, aprendió que el nombre original es “ayahuasca”, es una planta sagrada  que crece en el Amazonas y el Brasil, leyó, que por medio de ella, se curan enfermedades, se cierran ciclos, se sanan relaciones con la madre y el padre, en fin que servía en general para arreglar todo lo que no esté bien, de adentro hacia afuera. Aprendió que el yagé es una tradición milenaria, muy propia de los indios Cofán del Putumayo.  Encontró que es una cura para el alma, sabía que físicamente era una intoxicación y que espiritualmente era una “limpia”, que el trance duraría cerca de ocho horas y que de eso no se iba a morir; todo lo contrario, era una nueva oportunidad.

Decidió irse por lo confiable, con su amiga Viviana. Ya le habían advertido que había un sin número de payasos que se hacían pasar por chamanes, que el que ella conocía era efectivo y que pronto se acercaba una “toma” con un abuelo muy mencionado, el abuelo “Pasos alegría” Eso ocurrió  a finales de febrero.

Viviana era la “sensei” del asunto, aprendí de  goticas, planticas, baños, libros, sitios, en fin, tenía tarea sí de alimentar el espíritu se trata. A punta de gotas de “Rescate”, me mantuve estos cachos tan bien puestos de mi marido.

Empezó  el pre del asunto, mi amiga dijo que me tenía que alimentar bien que no comiera carne, salsas ni grasas saturadas, nada de bebidas negras, que durmiera bien, que no fumara, para el día de la toma solo podía desayunar galletas con aguapanela, todo esto era para asegurar un buen viaje y que lo más importante era que tuviera un propósito para ingerir esa medicina, la famosa “ayahuasca”; Además, me dijo que hacia frio, había que llevar falda larga y una buena ruana si tenía, ah!, y que nada de color rojo, más bien ojalá de blanco,  por aquello de la “energía”.

Llegó el famoso domingo,  Sandra pudo dormir, amaneció y rezó un padre nuestro, su propósito lo tenía muy claro y era no perder a Rodrigo, hacer lo que fuera por que él se quedara con ella, por no dejar derrumbar su hogar, estaba nerviosa,  pudo tomarse la aguapanela, otro poco lo hecho en un termito, además hechó unas galleticas por si le daba hambre en el camino, Rodrigo se fue a montar en bicicleta con los amigos, ella le advirtió que llegaba de noche y el feliz se tomó el día, él no le preguntó qué haría, y ella tampoco explicó.

Mi amiga me recogió, venía vestida de blanco, con un cinturón de color verde, parecía una serpiente.

-Muy nerviosa o qué?

-No, bueno si, un poquito.

-Fresca! que de eso no se muere y además me lo vas a agradecer

-Yo lo único que quiero es que Rodrigo no me deje

-Ah! Pero una cosa es lo que usted quiera y otra lo que el universo te pueda mostrar

-Cómo así? O sea que puede que el universo no quiera que me quede con Rodrigo? A no mija entonces yo para qué voy a ir…

-Relájate…. Pensá en vos, no en él, por alguna vez en tu vida,

Sandra se quedó callada, le cogió un ataque de hambre terrible, estaba ansiosa, se tomó su aguapanela como si fuera el último de la vida  y se comió todo el taco de galletas que era para compartirlo entre los tres.

Arribaron a la puerta y Sandra se rio al ver el nombre del sitio “El Oásis” era mágico, habían letreritos de colores por todas partes indicando dulzura, amor, bienestar, energía, mensajes hermosos de esperanza, habían perros y gatos y unas niñas que parecían hadas, unas chiquitas todas despeinadas y cacheticoloradas y con unos risos monos, eran  las hijas de los dueños de casa.

Jorge y Marcela salieron por ellos, les dieron la bienvenida y les dijeron que se cambiaran y se fueran a esperar afuera de la maloca. Sandra ya estaba lista, le llamó la atención la casa porque estaba llena de cosas, como si no hubieran terminado de desempacar, ero estaba ansiosa de saber cómo era una maloka, enseguida salió por la puerta trasera.

A mano izquierda estaba una maloka hecha en guadua,  lucía como esas tienditas de indios, tenía una puerta pequeña y muchos mensajes bonitos alrededor, iguales que los de la entrada, parecía de un cuento de indios no de hadas,

de adentro salía humo, porque la madera que quemaban esta quemando estaba un poco húmeda de la lluvia de la noche anterior, ella quería entrar pero todavía no podía, todos debían entrar al mismo tiempo, le fue indicado donde quedaba el baño y dónde podía aliviar!

-Aliviar? Qué es eso?

La amiga de Sandra le explicó que el alivio era el vómito, y que se le llamaba así porque era la forma de sacar todo lo malo que se tiene adentro, “es el alivio del alma”; Dicen los taitas y que debía ser en la tierra porque ella tenía la fuerza para transformar las cosas.

Sandra solo pensaba en el asco de que toda la gente saliera a vomitar, y que además la vieran en esas:

-¿Entonces uno sale ahí a vomitar delante de todo el mundo? Gas!

-Mija! ahí es cuando uno se da cuenta que no es nada frente al poder de la tierra, ya verás, humildad!, humildad, eso es lo de menos boba.

Pronto se le acercó el abuelo, le llamó la atención porque Sandra era  distinta de los demás, lucía ansiosa, mientras que los otros, se veían contentos, como si fueran de paseo, y no a pasar un rato maluco, eso le daba un poco de confianza a ella. Eran más o menos trece personas, jóvenes, todos vestidos de blanco y  con accesorios de colores en la gama los verdes, las mujeres de falda larga, con cinturones bonitos y pulseras de colores; peinadas con trenzas. Parecía que todos se conocían.

El abuelo le  preguntó qué si tenía claro el propósito, ella le iba a responder y él la interrumpió:

-Cualquiera que sea ese propósito, piensa primero en ti, en tu libertad, en lo que quieres ser, y hacer, y lo que siempre has soñado, ¿Lo haces hoy?, Ve y piensa en ti, en nada más que en ti.

Yo me quedé callada y me fui a caminar, habían florecitas amarillas sembradas y me dio por ir al baño, era un hueco hacia la tierra y parece que eso también tenía intención, usted debía echarle tierra una vez terminara.

La amiga de Sandra la llamó, le preguntó si estaba lista:

-¿Cómo se siente?

-Lista!

-Bueno, se hace a mi lado.

-¡No me vaya dejar sola!

-Tranquila, nadie la deja sola, ni para ir al baño, para donde usted se mueva alguien sale detrás!

-¡Listo, que sea lo que Dios quiera!

La casa era pequeña, en el centro, un fuego hecho con ramas de árbol, al  fondo, una mesa con cosas dispuestas para la ceremonia. Sandra empezó a mirar detenidamente y dejó que la ubicaran, le tocó en una camita, al lado de los dos amigos, mientras  se preparaban, ella observaba:

Estaba tranquila, las personas que habían muy amables, dulces, hablaban en voz baja, cada uno vestido como para una fiesta con colores, pero todos en la gama de verdes, de pronto entró El taita y los dos dueños de la casa,  cada uno con  accesorios especiales y de poder!, el taita se pone sus plumas de papagayo en la cabeza y comienza a hacer unos cantos, como los de las películas!, todo se veía muy bonito aunque extraño, el lenguaje era nuevo para mí pero entendible, el taita dijo lo que iba a hacer, nos darían un poco de yagé  y esperaríamos; La primera parte de silencio, la segunda había oportunidad de  la palabra y la tercera se veía si se tomaba más ,- el consideraba si era necesario-, primero pasarían las mujeres y luego los hombres, pronto seguiría yo, me preguntaba si sabía maluco o no, fueron preguntas que no alcancé a hacer, de todas maneras no era que explicaran mucho.

Sandra estaba pendiente y el taita la miró, ella se acercó y le recibió, ella lo miro a los ojos como queriendo preguntar algo y le dijo:

-Poquito, por favor!

-Cuanto sea necesari0, dijo el!

Tomé el bebedizo y me dieron agüita fresca de yerbabuena para pasarlo, el sabor no estaba tan fuerte y me devolví a mi cama.

Mi amiga me dijo que ahora solo había que esperar, que me tranquilizara y dejara que la “medicina” me obrara, que escuchara, que viera todo, que estuviera bien atenta.

Esa primera hora es de incertidumbre, no se sabe bien que hacer, nadie habla mucho, uno espera y espera, y eso como que no hace nada, la gente se la pasa mirando el fuego que está en el centro, bien concentrados.

Después empezó a sentir una vibración extraña, el cuerpo le  temblaba y  le daban  ganas de bostezar, se sentía un poco mareada y de pronto ya no se podía concentrar, miró a su amiga y ella estaba fresca, devolvió a mirarla y  la perspectiva se le descompuso.  Ahí fue donde entendió que ya tenía algo.

Sentí calambre por todo el cuerpo, no podía enfocar, solo el fuego me calmaba, ya no tenía el control, veía luces de colores, mucho morado, luego vi una serpiente verde que se dibujaba en el fuego con las cenizas, parecida a la del cinturón de Viviana, ella me rodeaba y me invitaba a salirme, quería que yo la persiguiera, debía caminar detrás de ella por toda la maloca, las llamas del fuego hacían más figuras y yo cada vez me sentía peor, el malestar empezó a subir, el mareo cada vez más fuerte y  necesitaba vomitar, pronto pedí ayuda y me llevaron al baño, ahí comenzó mi calvario, el baño quedaba a poco, pero yo lo sentía lejísimos, no sé cuánto tuve que aguantar la primera arcada, después recordé que no tenía que ir hasta el baño, que la tierra haría el trabajo sucio por mí, y empecé a vomitar, en el primer instante vi que todo se movía, el piso, el tapete verde de manga que veía entre suave y viscoso, sentía que salía todo por mi boca, la humillación, la rabia, la angustia y el vacío, salían mis miedos en un color negro, cada cosa tenía un color, un llanto con desasosiego me albergaba, mis manos quedaron untadas porque yo tuve que ponerme en cuatro para sostener semejante cosa que salía de mí, lloraba como si me estuviera despidiendo de alguien que se moría, y a la vez sonreía porque por segundos me percibía liviana, pensaba en mi padre y en mi madre,  vomité por ellos.

La ayudaron a levantarse pero fue en vano porque enseguida fue otra vez. Sandra logró inquietarlos a todos, estaba muy necia, era un trabajo arduo el hecho de concentrarse, todos estaban rodeando el fuego, atentos de no dejarla acercarse mucho.

De pronto sentí que necesitaba más, tenía algo grande que sacar de mí, tenía que abrir mucho la boca, y grité, no te quiero! y lloré, y gritaba, no te quiero en mi vida! no te quiero cerca!, vete! vete de mí!, déjame en paz!, quiero vivir sin ti, quiero vivir.

Gritó todas esas cosas mientras lloraba y nuevamente Jorge la ayudó a incorporarse y a entrar a la maloca, hacía mucho frio, todavía no salía el sol.

Mi corazón iba a detenerse, mi respiración se ponía lenta, mis ojos no enfocaban, mi cuerpo no lo podía mover a mi antojo, todo era muy confuso, era como un envenenamiento lento , no podía concentrarme, sentía que me iba a morir y cuando pude levantarme un poco, vi a mi amiga tirada en el piso y al novio ayudándola a pararse para salir a vomitar, pensaba en Rodrigo y me daban ganas de vomitar, sentía fastidio, sentía que ya no tenía que estar más a su lado.

¿Esto cuando se acaba?, ¡Dios ayúdame, ya no quiero más!

 Se quedó dormida con la cabeza al lado del fuego, tenía que calentar sus pensamientos, pasaron como dos horas. Le cuentan, que lo único que hizo era tratar de meter la cabeza en la candela, luego despertó,  se sentó, y dice que se sintió mejor por fin, no sabía qué hora era, pero  ya había pasado lo peor, respiraba alcanzada, todavía  tenía pequeños flash, de lo que había sucedido, seguía en silencio, cansada, agotada de soportar tanto peso, pero ya se sentía mejor.

Me quité un peso de encima, no sé cómo, ni de qué manera, pero lo hice, me dolía la quijada de tanto hacer fuerza para que saliera todo y creo que lo logré, ¡gas! siento que tengo que bañarme, pero no quiero llegar a mi casa.

Y no llegó, le pidió a su amiga viví que si la dejaba quedarse en casa de ella, se dio un baño y pensó que ya  nunca tenía que regresar a esa casa, a esa vida y con ese hombre. Y así fue, nunca más volvió a verlo.

Con esta “toma de  medicina”, con ese “alivio”, se fue el amor. Se fue el dolor. Se fue la angustia. El llanto. La zozobra.  Ahora  Sandra está distinta, sigue con sus piernas largas, pero ya bronceadas,  maquillada, segura, altiva,  feliz, lo mejor que le pudo haber pasado en la vida, fue deshacerse de Rodrigo para siempre, y hacer todo lo que siempre quiso.

Ese día fue el último día que vi a Rodrigo en la mañana, y el último día que me vi al espejo, de esa manera.

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