Nobel para los recuerdos: la razón por la que Annie Ernaux ganó el gran premio de la literatura

Nobel para los recuerdos: la razón por la que Annie Ernaux ganó el gran premio de la literatura

Para aquellos que solemos entretenernos muchas veces repasando álbumes de fotografías, nos queda más fácil comprender la obra de la francesa

Por: Fabio Larrahondo Viáfara
octubre 10, 2022
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Nobel para los recuerdos: la razón por la que Annie Ernaux ganó el gran premio de la literatura

 Para aquellos que solemos entretenernos muchas veces repasando álbumes de fotografías familiares, de amigos o personales, nos queda más fácil comprender la obra de la francesa Annie Ernaux, a quien la Academia Sueca, a sus 82 años de edad, la ha ungido con el Premio Nobel de Literatura 2022.

Basta con dejar que nuestra mente se llene de esos momentos que quedaron atrapados en fotos o videos para abrir puertas a historias, gestas, triunfos, derrotas y a todas aquellas sensaciones que llenan las alforjas de nuestras vidas…. Cuando las páginas van pasando con ellas se mueve el carrete de nuestras vidas, es como dar “enter” en estas calendas.

Podríamos llegar a beber del existencialismo y afirmar que el mañana no existe, que todo es un presente continuo, que siempre estamos en una misma línea del tiempo y que son, precisamente, esas marcas las que nos llevan a los recuerdos y otras instancias. También se puede decir que el ayer son las huellas del presente.

Personalmente me encanta y siempre me atrapa este tipo de literatura, aquella que se nutre del mismo escritor y sus recuerdos, “allí está su trazabilidad”, dirán los analistas del yo social. Al sumergirse en este tipo de literatura se siente un recorrido por caminos conocidos, así se hayan dado en países muy distantes y hasta en regiones que jamás hayamos conocido.

Recordemos que en nuestro terruño latinoamericano también tenemos un adalid de este estilo, a la misma que la Academia Sueca ya debe estar estudiando y planillando para el Nobel de Literatura. Les hablo de Isabel Allende, aquella chilena que nos cautiva con libros como “La casa de los espíritus” (1982), “Eva luna” (1987), “Largo pétalo de mar” (2019) y más recientemente “Violeta”. Allí, en estas como en el resto de sus obras, aparecen las huellas de su vida puesta en el plano del entorno.

Y en nuestro país me atrevo a mencionar a Alvaro Mutis, aquel poeta y novelista colombiano que nos dejara en el 2013 luego de haber pasado casi toda su vida en México y cuyos recuerdos nos llevan a acompañar al sempiterno viajero Maqcroll, quien le sirve de disculpa para que sus recuerdos se remonten en el tiempo. A Mutis la Academia Sueca también le está debiendo el Nobel, aunque de manera póstuma.

La huella Nobel

Annie Arnaux, sin llegar a ser muy “taquillera” en América Latina, sí se puede asegurar que no es una desconocida y que, además, su obra ha sido y viene siendo estudiada en círculos intelectuales.

Sin llegar a ser una máquina de vender libros, se puede afirmar que su designación no generará rechazos, ni asombro, porque en realidad tiene un recorrido amplio, meritorio y su sed de escribir aún no se aplaca.

Annie Ernaux se convierte en la mujer 17 en ganar el Nobel de Literatura. En nuestro continente solo lo ha conquistado Gabriela Mistral, chilena, poeta y cuyo verdadero nombre era Lucila Godoy y lo conquistó en 1945. “Tala” y “Desolación”, entre sus principales obras.

De Ernaux la Academia Sueca al dar a conocer su decisión de otorgarle el Nobel escribió en su sustentación exaltó: “El coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces…”.

Les cito e este momento a Isabel Allende para insistir en que estamos ante una corriente de escritores fogueados, veteranos y multicontemporáneos que sin reñir con el realismo mágico nos hablan del controversial sujeto en proceso, siempre inacabado, siempre en construcción y cargado de insipientes presentes y luengos pasados que terminan siendo uno solo: la vida.

Igualmente, la Academia Sueca recalca en su documento sustentatorio del Premio Nobel que en su obra se “examina su vida marcada por fuertes disparidades en cuanto al género, idioma y clase”.

Esta apreciación tiene gran peso teniendo en cuenta que ella pasó su niñez en el pueblo Ivetot, en Normandía, donde su familia tenía una tienda de abarrotes y fue allí donde comenzó a tejer sus recuerdos, a hilvanar y desenredar el ovillo, al punto que todos esos recuerdos vienen a conformar el eje central de su obra.

Ahora vendrán los reconocimientos, pues, por encima del premio en dinero, el Nobel tiene el imán de atraer el interés de los lectores por conocer y disfrutar los libros de quienes conquistan este prestigioso premio dotado de 10 millones de coronas suecas, unos 920.000 dólares.

En las primeras palabras

En sus primeras declaraciones no dudó en afirmar que “escribir es un acto político y de mucha responsabilidad, porque, entre otras cosas, nos abre los ojos ante la desigualdad social”.

Agregó que al escribir “se utiliza el lenguaje como un cuchillo para rasgar los velos de la imaginación”.

Volviendo a la exigencia de la escritura, Annie Arnaux, va más allá, y la califica como una tarea de “de gran responsabilidad (…) es dar testimonio, no necesariamente en términos de mi escritura, sino dar testimonio con precisión y justicia en relación con el mundo”.

Bajo esta perspectiva se consolida la tendencia a considerar que es una escritora que construye con filigrana los recuerdos bajo una rigurosa investigación que le permite la contextualización social.

Estamos ante una Premio Nobel para los recuerdos, para la construcción del presente continuo, donde el ayer hace parte de la misma línea de tiempo.

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