¡No! Los humanos no somos más importantes que el resto de seres vivos

¡No! Los humanos no somos más importantes que el resto de seres vivos

Copérnico, Darwin, Sartre o Einstein han mostrado que el hombre no es el centro del universo. En la naciente era del desarrollo sostenible, es crucial tenerlo presente

Por: Octavio Pineda
mayo 29, 2019
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¡No! Los humanos no somos más importantes que el resto de seres vivos

En su relación insostenible con el planeta y su riqueza de recursos naturales, el gran error del ser humano ha sido creerse el centro del universo, creer que es más importante que el resto de los seres vivos que habitan la Tierra.

Por ello es importante recordar que a lo largo de la Historia diversos sabios, matemáticos y científicos nos han mostrado, sucesivamente, que no todo gira alrededor del hombre, y con ello han ayudado a dejar atrás, poco a poco, ese egoísmo antropocéntrico y miope.

En el siglo III a. C., el astrónomo y matemático griego Aristarco de Samos fue el primero en proponer que es la Tierra la que gira alrededor del sol y no al revés, pero fue hasta el siglo XVI, en pleno Renacimiento, que esta revolucionaria concepción cósmica cobró fuerza gracias a los estudios del matemático, astrónomo y clérigo polaco Nicolás Copérnico sobre las revoluciones de las órbitas celestes. Fue la primera gran revolución desantropocéntrica.

En el siglo XIX, el naturalista inglés Charles Darwin impulsó una nueva revolución desantropocéntrica. Con su emblemática e influyente obra El origen de las especies (1859), el científico echó por tierra esa idea oscurantista de que el hombre es privilegiada creación divina al hacer ver que es una más de las muchas especies que han evolucionado biológicamente a través de la selección natural. Y posteriores hallazgos y estudios paleontológicos, cada vez más precisos, nos permiten remontarnos a esas primeras especies que poblaron la Tierra hace miles o incluso millones de años, al margen de las concepciones religiosas de un Paraíso primigenio. Fue la segunda revolución desantropocéntrica.

En pleno siglo XX, el filósofo, escritor, dramaturgo y activista francés Jean-Paul Sartre, con su confeso y razonado ateísmo, echó por tierra la idea de que algún dios hubiera creado al hombre. De ahí que Sartre, también en su bien razonado existencialismo, aclare que los valores son entera responsabilidad del hombre. Y más recientemente, otros científicos ilustres como Albert Einstein o Stephen Hawking han dejado sentado también su ateísmo, pues, dado que la ciencia ofrece explicaciones más convincentes, no hay en el universo espacio para un dios (expresión y producto de la debilidad humana) más allá de la poesía o del arte religioso. Ha sido la tercera revolución desantropocéntrica.

Pecando de ingenuidad, y sin haber sido su intención última, las religiones que propugnan que dios creó al hombre a su imagen y semejanza, relegando a todas las demás especies del planeta (también maravillosas en sí mismas), terminaron haciéndoles mucho daño a esos pobres mamíferos, aves, reptiles, insectos y plantas, pues todos ellos quedaron supeditados al egoísmo y voracidad del ser humano, quien siempre ha malinterpretado su carácter privilegiado.

Con cada vez mayores evidencias sobre lo voraz e irresponsable que ha sido la especie humana con el planeta y sus recursos, es crucial que aceleremos el paso en una nueva revolución desantropocéntrica, teniendo muy presente que el ser humano no es más importante que el resto de los seres vivos sobre la faz de la Tierra.

Nuestros malos hábitos de producción, consumo y manejo de residuos, de los cuales autoridades mediocres, ignorantes y alcahuetas han sido corresponsables e incluso cómplices e impulsoras (Trump es el mejor ejemplo de ello), han agotado muchos recursos naturales y contaminado el planeta en exceso, llenando, por ejemplo, los mares de plástico.

A tal grado que un reciente y desalentador informe de World Wild Fund (WWF) hizo ver que hemos bastado dos generaciones de seres humanos, desde 1970, para acabar con 60% de los animales en la Tierra, 50% de los corales y una quinta parte del Amazonas (ojo, ignorante Bolsonaro).

No fue necesario que cayera otro meteorito para esta nueva extinción masiva.

Con activistas y académicos de peso como el Profesor Jeffrey Sachs, la era del desarrollo sostenible, lo que incluye la economía circular o mejores prácticas de ahorro, reuso, reacondicionamiento o reciclaje, empieza a cobrar fuerza para dejar de lado el enfoque tradicional del “business as usual” (hacer negocios como hasta ahora).

Pero lo que realmente ayudará, con el apoyo de los medios masivos, a sacudir conciencias y dejar atrás concepciones antropocéntricas trasnochadas, en beneficio de los demás seres vivos del planeta (queda poco tiempo antes de que este colapse), es que el hombre entienda de una vez por todas que no es el centro del universo. En ese sentido vivimos una especie de cuarta revolución desantropocéntrica, aún en ciernes.

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