No fue casualidad atentar contra el integrante más ingenuo e impopular del Centro Democrático

No fue casualidad atentar contra el integrante más ingenuo e impopular del Centro Democrático

En Colombia, la violencia política ha sido usada para mantener el poder. Hoy más que nunca, se requiere democracia, justicia y respeto por la vida.

Por: David Curtidor Argüello
junio 13, 2025
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No fue casualidad atentar contra el integrante más ingenuo e impopular del Centro Democrático
Foto: Leonel Cordero / Las2orillas

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En Colombia hemos sufrido de crímenes y más crímenes políticos, convertidos en mecanismo de mantenimiento del poder por una élite sanguinaria y excluyente como pocas; el listado no terminaría solo empezando desde Rafael Uribe Uribe en 1914.

En cada sepelio de un dirigente popular o de la Unión Patriótica, en los 80 y 90, los familiares y compañeros no pedían sangre, retaliación o venganza, todos eran llamados a la PAZ y por el establecimiento de una democracia representativa para superar la democracia restringida que padecíamos gobernados en semidictadura al amparo del oprobioso Artículo 121 de Estado de Sitio de la Constitución de 1886.

Esa misma figura permitió la expedición del tenebroso Estatuto de Seguridad, con el cual se amparó todo tipo de crímenes y persecución política, la misma que se concretó en represión, incluyendo torturas con encarcelamientos y exilios como el de Gabo a México y tribunales de guerra dirigidos por militares contra civiles, casi todos juzgados por delitos políticos como participar en una manifestación o movilización social.

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En 1990, siendo estudiantes, nos movilizamos con muchas fuerzas populares y logramos hacer realidad una Constitución que prometía apertura política y democracia directa, en oposición al oprobioso régimen político que padecíamos, no obstante, la guerra siguió y a su amparo la democracia material ha tenido dificultades para hacerse realidad.

Ad portas de una consulta popular, con una derecha sin discurso o propuestas y acorralada por la movilización social en las calles, atentan contra la vida de un precandidato cuya popularidad es bastante precaria, las razones del escaso respaldo político son sabidas y me abstengo de ventilarlas ahora cuando él lucha por su vida.

No me arriesgo a señalar culpables del atentado, casos se han visto, no obstante, resulta ridículo pensar que se trató de un autoatentado en el cual la víctima pide que le disparen y, supuestamente, señala con el dedo el sitio donde debe ir la bala, bien de goma o metálica, cualquiera de las dos puede matar, como ocurrió con Dylan Cruz, muerto con una arma 'no letal'.

La sociedad y la democracia necesitan a Miguel Uribe vivo, expresando sus ideas de manera pacífica, incluso, aunque ellas puedan no ajustarse al respeto por el dolor de otros o busquen cercenar los derechos fundamentales, en esos casos, la respuesta debe ser política o judicial si llegaren a comprobarse hechos dolosos.

La acción intrépida y el atentado personal, han sido consigna y acción casi exclusiva de la extrema derecha, en ese campo deben quedarse, nosotros proponemos un país con amplia democracia, paz y efectiva participación social y política, que justamente se hace posible con una Consulta Popular.

Pronta mejoría y larga vida para Miguel Uribe Turbay.

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