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El debate sobre el uso de celulares y otros dispositivos como laptops, computadores, consolas, por parte de los adolescentes y niños, está sobre la mesa.
Algunos piden prohibiciones rotundas; otros los ven como herramientas mágicas de aprendizaje. Sin embargo, la realidad es más compleja: las tecnologías digitales pueden ser aliadas poderosas para educar, entretener y conectar… o, también, convertirse en fuentes de aislamiento, adicción y bullying).
No se trata de prohibir ni de soltar las riendas. Se trata de acompañar. En este nuevo “parque digital”, los niños no solo juegan: también se forman, se exponen, se comparan, se expresan y se relacionan con sus pares. Padres, educadores y sociedad deben procurar actuar con sensatez, evitando las posturas extremas.
Criar hijos en un mundo digital
Los niños de hoy crecen en una era sin precedentes, en la que lo digital impregna casi todos los aspectos de sus vidas. De acuerdo con reciente estudio de la OCDE, con un 96% de los jóvenes de 15 años con acceso a dispositivos y un 98% que ya cuentan con un smartphone, su infancia y adolescencia es muy distinta a la de generaciones anteriores. Los móviles no solo ofrecen entretenimiento y conexión social. Su uso expone también a niños y jóvenes a riesgos como el ciberacoso * y al uso excesivo, adictivo, de pantallas.
Hábitos digitales: la nueva normalidad infantil
Los menores pasan cada vez más tiempo conectados (el Dane lo corrobora en el caso colombiano; véase Impactotic). En 2022, en países OCDE, cerca del 50 % de los adolescentes de 15 años usaban dispositivos digitales más de 30 horas semanales, y muchos superaban las 60. No se trata solo de usos alrededor de rutinas de aprendizaje estructurado, sino también de ocio, participación en redes sociales y en videojuegos.
La exposición prolongada puede tener efectos importantes, diluyendo la línea entre diversión saludable y uso excesivo. En muchos países de la OCDE se observan patrones diferenciados: algunos muestran altos niveles de juego intensivo, especialmente entre varones (8% de los chicos juegan al menos siete horas al día durante la semana).
Beneficios y riesgos del mundo digital
Las plataformas digitales ofrecen múltiples oportunidades: aprender, entretenerse, socializar. Las apps educativas y las comunidades online pueden contribuir a mejorar el desarrollo del lenguaje y las habilidades sociales. No obstante, el uso excesivo —especialmente sin supervisión— puede generar problemas derivados del sedentarismo y la mala calidad del sueño.
Es importante equilibrar actividades digitales con el mandato de tiempo desconectado, priorizando siempre el bienestar físico y emocional de los niños.
El papel clave de padres y educadores
Tanto padres como docentes son actores fundamentales en la relación que los niños construyen con la tecnología. La OCDE destaca que limitar el acceso no basta. Se requiere de un enfoque más profundo, basado en el diálogo y la educación digital.
Hablar sobre seguridad en internet, alfabetización digital y uso responsable es crucial. Es posible promover un vínculo más sano y consciente con la tecnología.
Impacto psicológico del uso excesivo
El vínculo entre pantallas y salud mental es cada vez más relevante. De acuerdo con la OCDE, cerca del 12 % de las niñas y el 8 % de los niños de entre 11 y 15 años desarrollan usos problemáticos al interactuar en las redes sociales: hay mayor proclividad a que se intensifiquen sentimientos de insatisfacción, se generen conflictos familiares y aumente la ocurrencia de estados de ansiedad o depresión.
Estudios indican que más de dos horas diarias en redes pueden tener efectos negativos sobre el bienestar emocional. Monitorear el uso, promover iniciativas de bienestar digital y establecer límites claros puede marcar la diferencia.
Crear entornos digitales seguros y escuchar a niños y jóvenes
Para proteger a los niños online, se requiere la acción conjunta de gobiernos, desarrolladores y escuelas. La OCDE impulsa el concepto de “seguridad desde el diseño” —es decir, integrar la protección de los niños y jóvenes usuarios desde el inicio de la cadena de los servicios digitales.
Incluir la voz de los niños en la creación de políticas digitales es esencial. Su participación asegura que las medidas reflejen sus experiencias y necesidades. Iniciativas como la de la OCDE, que incorpora opiniones infantiles, contribuyen a generar normas más justas y efectivas.
El universo digital evoluciona con rapidez, como lo estamos presenciando en esta éopoca de la inteligencia artificial. Se requiere investigación constante acerca de cómo afecta a la vida y salud mental de niños y adolescentes.
Invertir en relaciones digitales saludables debe ser un objetivo compartido entre padres, educadores y legisladores. La falta de acción puede tener consecuencias duraderas. Las salidas no pueden ser la prohibición o la permisividad, caminos fáciles que eluden la complejidad del desafío.
Acompañar a los niños en el mundo digital es tarea conjunta. Aprovechar los beneficios de la tecnología, minimizando sus riesgos, permitirá que los niños crezcan seguros.
Del mismo autor: El fin del monopolio universitario sobre el conocimiento