Por qué terminaron los cuatro niños montados en la fatal avioneta del Guaviare

Por qué terminaron los cuatro niños montados en la fatal avioneta del Guaviare

Su papá organizó el viaje para tenerlos con él en Villavicencio, hoy protagonizan una historia que tiene en ascuas al país, como si se los hubiese tragado la selva

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mayo 18, 2023
Por qué terminaron los cuatro niños montados en la fatal avioneta del Guaviare

La avioneta de matrícula HK2803 despegó a las 6:05 de la mañana del improvisado aeropuerto de Araracuara que está en medio de la gigante selva en los límites entre Caquetá y Amazonas. Es una vieja y destapada pista controlada desde la desvencijada base militar puesta allí al lado de la calle sin pavimentar donde solo aterrizan avionetas pequeñas y helicópteros militares. Era el lunes 1 de mayo de 2023.

Para salir de la selva había buen tiempo. Hernando Murcia, el piloto de la avioneta que le pertenecía a la empresa de vuelos Avianline Charter´s despegó sin problema después de recibir la autorización de la torre de control para volar con destino a San José del Guaviare.

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En la pequeña aeronave que llevaba Hernando Murcia, un extaxista bogotano de 55 años que se volvió piloto en 2021, iban seis personas más, todos indígenas y todos huyendo de lo mismo: las amenazas de las disidencias de las Farc que controlan el cultivo, transporte y venta de marihuana y coca en la zona.

Los pasajeros de la HK2803 eran el líder huitoto Hernán Mendoza, director de la Fundación de profesionales indígenas Yetara; Magdalena Mucutui y sus cuatro hijos: Lesly Jacobo Bonbaire (13), Solecni Ranoque Mucutui (9), Tien Noriel Ronoque Mucutui (4) y el bebé de 11 meses de nacido, Cristian Neryman Ranoque Mucutui.

El vuelo de Magdalena y sus cuatro hijos lo había pagado su esposo y padre de sus niños, Manuel Ranoque, gobernador de la comunidad Puerto Sábalo. Un mes atrás, el líder indígena había salido huyendo del resguardo por amenazas de los guerrilleros. El 11 de abril, sin despedirse de su familia, salió corriendo porque los hombres armados que mandan bajo la espesura de la selva, le dieron una hora para no matarlo.

El vuelo de la HK2803, que una hora y media después de despegar se convirtió en tragedia, serviría para facilitar el reencuentro de Manuel con su familia para luego buscar cómo llegar a Bogotá donde tenían la intención de hacer una nueva vida.

A las 7:34 minutos de la mañana del 1 de mayo, el capitán de la Cesna HK2803 reportó problemas con el único motor de la aeronave y se declaró en emergencia. La señal de la avioneta se perdió a 175 kilómetros de su destino, sobre el río Apaporis.

A partir de ese momento, el vuelo para sacar a los indígenas del yugo de la guerra se convirtió en tragedia. El piloto no pudo acuatizar en el río Apaporis, protagonista de las crónicas de Germán Castro Caicedo y terminó con la avioneta de nariz contra los árboles de la enorme selva.

Cuatro helicópteros, dos aviones fantasma, y casi cien personas entre militares, organismos de rescate e indígenas de la región se sumaron a la búsqueda que dio las primera respuestas 370 horas después.

Un tetero de color rosado, que le pertenecía al niño de 11 meses fue el primer indicio para los rescatistas que estaban cerca de hallar algo. Así fue. Metros mas adelante encontraron la avioneta destrozada, partida en tres pedazos y en su interior, un cadáver, tal vez el del piloto.

Más horas transcurrieron y encontraron los cadáveres de otros dos adultos: el líder indígena y Magdalena. De los niños no hubo rastro alguno. Frutas consumidas por humanos y fragmentos de un frágil resguardo hecho con hojas y algunos palos mostraron que alguien había estado por ahí.

Al parecer, se trataría de los cuatro niños o al menos de alguno de ellos. Las versiones de unos y otros y hasta la del mismo presidente Gustavo Petro, quien ordenó volcarse a la selva para encontrar a los niños, han mantenido la esperanza de que estén vivos. En la zona, dicen que los han visto río abajo en una canoa, que ya los tiene una comunidad indígena, pero nadie sabe de ellos realmente.

Dieciocho días después de que la avioneta se estrelló contra los gigantes árboles, 200 hombres los han estado buscando y el país está pendiente de ellos, lo único cierto es que hasta hoy, la selva del Caquetá no los ha devuelto.

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