Niño Dios...
Opinión

Niño Dios...

La Navidad abriga paz; sabe a esperanza, su auténtica alegría se contagia fácilmente, y sin perder esa sana costumbre, le pido al niño Jesús regalos para mi hermoso país en estos cortos párrafos

Por:
diciembre 14, 2017
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He visto al niño Dios en el corazón de muchos colombianos; se me ha aparecido en todos los espacios de mi vida; en la mirada de mis seres queridos, en mis amigos, en mis superiores y compañeros, en tantas maravillas de Colombia y por eso siempre vivo agradecido por tantos regalos que me ha dado.

Tanto mi madre, como mi abuelita y profesores en primaria me enseñaron a reconocerlo; gracias a ellos, gozo de la absoluta certeza de su existencia.

“Todas las personas siempre fueron niños, aunque no lo recuerden y solo con el corazón se puede ver bien...; lo esencial es invisible para los ojos”; eso lo escribió Antoine de Saint-Exupéry para El Principito, que leímos de niños.

Siempre la Navidad ha sido trascendente para mi familia y para buena parte de la humanidad; desde chicos, mis hijos por el buen juicio de su linda mamá, fueron escribiendo las cartas al niño Dios; mi esposa todavía las guarda con profundo celo y fervor, como patente de la Fe que profesamos y el amor infinito que sentimos por la Navidad.

Cada Navidad nos invita a inclinar la mirada al niño en un pesebre, y a reconocer en él los supremos valores que, quizás, hemos ido perdiendo: pureza, inocencia, humildad, transparencia, espontaneidad, familia.

La Navidad abriga paz; sabe a Esperanza, cada noche es un dulce sueño; su auténtica alegría se contagia fácilmente al recordar la pureza del niño Jesús, que alimenta el alma y por eso sin perder esa sana costumbre, le pido regalos para mi hermoso país en estos cortos párrafos:

Que los colombianos sigamos siendo amables, familiares, solidarios, líderes, perseverantes, trabajadores, hospitalarios y creativos; que sus cualidades se multipliquen de generación en generación para acrecentar el respeto, la unión y la perseverancia por vivir en paz.

 

Que los colombianos no magnifiquemos tanto lo negativo;
que valoremos más lo positivo que tenemos;
nuestra gente, nuestra geografía y las bondades de nuestra raza, cultura y diversidad

 

Que los colombianos no magnifiquemos tanto lo negativo; que valoremos más lo positivo que tenemos; nuestra gente, nuestra geografía y las bondades de nuestra raza, cultura y diversidad; que no reneguemos, ni critiquemos tanto de nosotros mismos; que el amor y el respeto por el prójimo renazcan como la práctica común de todos.

Que quienes se decidan a concebir hijos, los cuiden y eduquen con suma responsabilidad, que los hagan crecer como buenos ciudadanos, que les enseñen a convivir en comunidad, que no se crean tan listos desde chicos, porque pueden caer en la arrogancia y eso no les permite amar, ni respetar.

Que la política se llene de ética y de moral, que quienes la ejerzan se alejen del clientelismo; que no se endeuden, porque buena parte de sus esfuerzos se gastará en pagar favores, que no dañen  sus corazones, porque los ciudadanos los preferimos limpios y transparentes.

Que los colombianos superemos los resentimientos y las rivalidades..., que se respete la vida y la historia de cada persona y que triunfe la coherencia; esa que nos permite sostener una relación lógica entre nuestra forma de vida, los principios éticos y nuestras buenas ideas. No podemos pensar de una manera y vivir al revés de lo que pregonamos.

Que reconozcamos nuestra historia llena de las bondades y del heroísmo de nuestros antepasados; que valoremos lo que somos como país, que hagamos con lo mejor de nuestro pasado un gran altar que nos llene de orgullo e inspiración, para consolidar nuestro presente y mantener vivas nuestras esperanzas.

Que cese el lenguaje proclive a la tragedia, al conformismo, al miedo, la desconfianza, a la amenaza, la amargura, el lamento y lo maligno; que dejemos de actuar como si viviéramos entre un bosque lleno de espinas.

La Navidad, o el cumpleaños de Dios en la historia, no es otra cosa que la oferta para que en cada cumpleaños nuestro, abramos el corazón al crecimiento de Dios en nuestras vidas. Entonces, cada uno de nosotros “es niño Dios”, cuando permite que los planes de Dios fluyan en el corazón, como la sangre de la madre fluye en el hijo. Cada uno “es niño Dios”, cuando permite que lo eterno toque lo terreno, lo sagrado toque lo profano, el bien diluya al mal, o el cielo toque nuestro entorno.

Frente a todos los líos que tratamos de resolver en nuestra amada patria, el mejor regalo que el niño Dios puede darnos, es que nos deje descubrir que somos capaces de mirar la vida desde lo más pequeño, noble y sagrado, hacernos capaces de volver la mirada sobre nosotros mismos para empezar a reconstruir la vida en relación siempre cercana a quien nos permitió ser niños.

Hoy, las cálidas manos de nuestras abuelas, madres y esposas, se esmeran en estas fechas para ponerle color y sabor a las cosas; por llenar de cariño, calor y dulzura cada minuto de la Navidad; que ojalá niño Dios, la Navidad sea interminable, que su espíritu nos abrigue todos los días del próximo año, con la seguridad que recibiremos la gracia de la coherencia hasta comprender que el contexto donde se originó el nacimiento del niño Dios, ha sido la principal representación de humildad.

Feliz Navidad...

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