¿Mujeres desoladas?... Príncipes azules S. A.
Opinión

¿Mujeres desoladas?... Príncipes azules S. A.

Por:
octubre 28, 2014
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Uno de los rasgos más irritantes de esta cultura, a mi juicio, es la educación de las mujeres para huirle a la soledad como al diablo. Se construye desde muy pequeñas la noción de ser y estar incompletas y la terrible sensación de la desolación: hay un verdadero duelo, e incluso desespero, cuando estamos solas. Y allí no hay ninguna duda: o único que calma la desolación es la presencia de un hombre.

No es un invento individual. Basta con recordar las expresiones: ¿Se va a quedar solita?, pregunta que se lanza, incluso a mujeres exitosas y libres, o que conviven con una gran familia. Y más cotidiana aún, la conocida frase: ¿Por qué tan solitas?, referida a mujeres que se divierten juntas, aunque sea un grupo numeroso.

Al respecto, Marcela Lagarde, feminista mexicana, llama a diferenciar entre soledad y desolación:

La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.

Es muy posible construir una soledad grata y feliz. Un sentimiento de bienestar cuando estoy conmigo misma, cuando no hay ningún límite que provenga de afuera, cuando no hay testigos o testigas de mis decisiones, actuaciones, manías, vicios. Conozco muchas solas felices.

Es muy posible, pero no fácil. Desde pequeñas nos infundieron como objetivo fundamental para las princesas, encontrar al príncipe azul, el que salva de peligros, madrastras, hermanastras, brujas y hechizos y nos lleva en sus fuertes brazos a vivir a su castillo, a salvo de nosotras mismas. (Es requisito perdernos de nosotras mismas).

Ese mensaje no termina cuando dejamos de leer cuentos de hadas. Hollywood (y sus variantes de otros países) lo mantiene vigente a través de una amplia gama de películas en las que, no importa qué tan llena esté la vida de las protagonistas, o qué tanto le hayan huido a casarse, terminan dándose cuenta de que la típica boda, con ramo, baile, brindis y todo el ritual era lo que daba sentido pleno a su “realización”.

Pues bien, ese vacío enorme que necesita ser llenado a toda costa, se ha convertido en un nicho para un rentable negocio: estafar a las princesas incompletas. No es un negocio nuevo. Hace muchos años existen negocios de búsqueda de pareja, no solo para mujeres mayores, sino “presentaciones en sociedad” de chicas en “edad de merecer”, agencias matrimoniales, etc.

Hablo de otra modalidad que se basa en el engaño que facilitan las redes sociales. Hay personas (hasta ahora he sabido de hombres, pero no dudo en que haya mujeres también) que se han venido especializando en la búsqueda y estafa de mujeres solas. Crean perfiles con fotos, profesiones casi siempre heroicas o exóticas como soldados, marines, dueños de viñedos, curadores en museos de arte, médicos en misiones. Y enamoran a las mujeres, dedicándose durante meses a construir un amor de telenovela. La siguiente fase tiene desenlaces muy variados.

En una reunión de amigas, cada una tenía uno o dos casos para contar: El de la mujer que fue llevada a Estados Unidos, donde fue esclavizada para cuidar a un enfermo terminal. El de la amiga que recibió en su casa al “Marine norteamericano”, se casó con él, viajó a su luna de miel, todo con dinero del padre de la novia, quien les solucionó el impasse de que al novio, por un error, se le bloqueó su tarjeta de crédito. Solo supieron de él una vez más, por una llamada en la que decía que iba hacia Afganistán y a su regreso, les pagaba la deuda.

La otra amiga que, a punto de consumar el amor de su vida, le debe girar un dinero a él provisionalmente, mientras viene a casarse y ser felices, comiendo perdices, y luego recibe un correo de un supuesto hijo, anunciándole de la muerte repentina del príncipe azul, quien murió amándola más que a nada en el mundo y deseando con toda el alma venir a Colombia a casarse.

La de la amiga que hace aseos en apartamentos y tiene un novio soldado español quien la prefiere porque “las latinas son muy amorosas” y decide casarse con ella después de una misión militar a un país en guerra en el África. Después recibe una llamada donde le dice que la guerra está muy cruenta y el gobierno del país ha decidido darles como recompensa diamantes a cada soldado. Ella debe enviar un giro para pagar el envío de los diamantes que asegurarán su futuro matrimonio. Luego, ella descubre que todas las llamadas se han hecho desde Medellín, aunque el número tenía muchas cifras y el buzón en inglés. Otras han descubierto que su amor inglés, es en realidad un joven africano, dueño de un Internet desde donde se dedica a mantener romances con cientos de mujeres y a recibir giros de ellas.

Muchas más historias han circulado, unas más cerca que otras, unas más truculentas que otras. Algunas mujeres han quedado aún más desoladas que otras: Algunas se sienten viudas de su gran amor, con lo que dan un toque más romántico que reconocer la estafa.

En cualquier caso, la moraleja es la misma: Tenemos que aprender a disfrutar la soledad. Si nos sentimos completas, si nos amamos tanto a nosotras mismas, cualquier relación que construyamos será basada en la igualdad, en la serenidad y no en el desespero. Sabernos completas y autónomas nos hace menos vulnerables y podemos disfrutar de otras presencias y otros amores, sin demandar que nos complete, nos complemente, nos haga felices… Esto nunca se encuentra afuera, si no somos capaces de descubrirlo dentro.

También le plantea fuertes interrogantes a los hombres latinos: ¿Qué hace que las mujeres busquen relaciones amorosas tan lejos? ¿Por qué se han popularizado dichos de que están “ocupados o dañados, como los teléfonos públicos? ¿Por qué las mujeres prefieren lejanos hombres, ideales e inexistentes, sintiéndose menos en peligro de violencias que con relaciones con los hombres cercanos?

¿Será posible que aprendamos de nuevo a reconocernos sin tantas caricaturas y estereotipos y nos podamos dedicar a construir relaciones de amor, respetuosas de la soledad y el amor propio de cada uno y cada una?

Esta historia continuará….

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