Mucho egresado, poco profesional

Mucho egresado, poco profesional

El auge de las universidades de garaje, la mercantilización de la educación y otros factores son los causantes de este preocupante fenómeno

Por: Dustin Tahisin Gómez Rodríguez
agosto 16, 2019
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Mucho egresado, poco profesional
Foto: PxHere

Cada semestre se gradúa una significativa cantidad de personas, que salen de las universidades colombianas a engrosar el mercado laboral cada vez más minúsculo. Sin embargo, en vez de ser una noticia positiva, en virtud de que entre más personas sean se supone que habrá mejor mano de obra calificada, con lo cual la competencia y la competitividad profundizarían el aparato productivo como su entorno inmediato —si tomamos las teorías desde la economía laboral como lo son la de capital humano y la de la señalización—, no lo es. Lo que se identifica es un detrimento paulatino de los salarios reales, dada la sobreoferta de egresados del algunos programas universitarios, así como un cúmulo de ellos que no encuentran trabajo, ya sea por capacidad instalada de las empresas colombianas que no los necesita o simplemente por las asimetrías tan radicales que existen entre los egresados de las universidades y los de las llamadas universidades de garaje.

En efecto, en la prensa local se volvieron normales los encabezados de puentes que se caen, ya sea por corrupción pero sobre todo por negligencia; la cantidad de demandas que sufre el servicio de salud por inadecuados conceptos de algunos médicos; economistas que no saben matemáticas o sencillamente solo hablan desde esta abstracción lógica mientras cada vez hay más pobreza y contaminación; o el cúmulo cada vez más amplio de egresados de ciencias sociales y humanidades que no saben leer y generan dictámenes o apreciaciones fuera del contexto. En consecuencia, pareciera que lo que hay son muchos egresados con certificados de colores y muy pocos profesionales. Entendidos estos últimos como personas calificadas tanto en competencias gruesas y blandas, que contribuyen en fortalecer el aparato productivo como enriquecer el acervo científico del país.

Decisivamente, muchas de estas universidades de garaje se volvieron expendedoras de certificados con precaria preparación para sus egresados y en consecuencia con devastadores efectos para la sociedad colombiana que urge de mano de obra calificada. Entre las falencias que cometen estas expendedoras de diplomas se encuentra concebir a los estudiantes como clientes a los cuales no se les puede exigir porque si no se retiran de la institución. De igual modo, en precarizar los procesos investigativos de los estudiantes, sobre todo para graduarse, encontrándonos con educandos que hacen trabajos de grado mediocres que son avalados y subidos en repositorios institucionales, perjudicando la adquisición de competencias en lectura y escritura, así como en la clasificación y búsqueda de información fidedigna, teniendo en cuenta los presupuestos de capitalismo cognitivo de Fumagalli.

En el mismo sentido, hay educandos que estudian por la noche y ven seis, siete y hasta ocho materias al mismo tiempo, con promedios excesivamente altos, ratificando lo antes dicho frente a ser clientes y no educandos o graduados con maestría y especialización en tres años, cuando se supone que una maestría es para adquirir competencias investigativas. No obstante, estos personajes sin evidencias contundentes se atreven a llamase magíster con tesinas que no contribuyen sino que desmejoran el significado de ser magíster en la academia como impulsores de la frontera del conocimiento. De igual modo, hay PhD que no tienen producción investigativa o profesores ejerciendo su labor de construir conocimiento de la misma forma en las que les enseñaron, como si las generaciones no hubieran cambiado. Para terminar, el presente escrito es un llamado por fortalecer el capital humano en aras de mejorar la calidad de vida de las personas, en virtud de que prepararse posibilita la movilidad social y en consecuencia la reconfiguración del ecosistema social.

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