Microscopios principescos o de supermercado
Opinión

Microscopios principescos o de supermercado

El microscopio de cartón y plástico de un dólar es resultado de lo que se llama ciencia frugal: hacer observaciones y demostraciones científicas con instrumentos de bajo costo

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enero 15, 2016
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¿Recuerda cuándo vio por primera vez a través del ocular de un microscopio? Quizás en la escuela secundaria o en una feria de ciencias. Probablemente no entendió nada de lo que estaba viendo. Al rato un compañerito dijo: ¡Sí, sí, se ven como cositas que se mueven! ¡Algo como monstruitos vomitados! Entonces usted reconoció un leucocito o quizás un protozoario. O eso dijo la profesora de biología. De ahí en adelante comprendió lo que miraba, con atención e imaginación. Porque la imaginación es fundamental para hacer observaciones científicas. En las ciencias y la medicina no es tan importante lo que uno ve, sino lo que uno cree ver. Lo que le han enseñado a ver.

Siempre dije a mis estudiantes de posgrado que nunca encontré una célula con un letrerito que proclamara tumor benigno o cáncer o lesión peligrosa. Y menos aún ¡Córteme! o ¡Sáqueme!  Todas esas son decisiones que no se toman a ojo con lo que uno ve, sino difíciles decisiones que se toman después de mucha investigación y mirar repetidamente. Durante más de 30 años me senté casi todas las mañanas ante un microscopio y espero haber acertado más veces de las que erré.  Eso requiere atención, imaginación y mucho aprendizaje, no simplemente ver.

El microscopio fue inventado en el siglo XVII por varias personas: Lipershey, Janssen, Leeuwenhoek y otros que lo fueron mejorando. Pero muchos no creyeron en lo que se veía a través de sus lentes. Leeuwenhoek el más importante de esos primeros microscopistas decía “He sufrido muchas críticas, frecuentemente me acusan de contar cuentos de hadas cuando hablo de los animalitos que veo”. Pues para saber qué es lo que uno está viendo se necesita algún conocimiento primordial y algo de imaginación.

Durante los siguientes doscientos años el microscopio sirvió de muy poquito. Algunas princesas (y el duque de Chaulnes cuyo microscopio mostramos abajo) se divertían mirando diminutas curiosidades pero para poco más servía el invento de aquellos holandeses. Ya en el siglo XIX se acepta que todos los seres vivos son células o están compuestos de células y se empieza a entender la biología, la medicina, la vida y lo que uno ve por el microscopio. Un nuevo concepto, la célula, aclara lo que se ve por el ocular.

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Sorprende dando otro salto de dos siglos hasta hoy que todos hablamos de células (buenas, malas, enfermas, sanas) pero la mayoría de las personas nunca ha visto con sus ojos y al microscopio una sola de ellas. Quizás muchos no tengan acceso a ese instrumento tan esencial en el pensamiento biológico moderno.  Eso se solucionará en el futuro próximo cuando podamos comprar en cualquier supermercado por menos de un dólar (a como esté el dólar en ese momento) un Foldscope como el que vemos en la foto de abajo. Nota para suspicaces: quien aparece con el aparatico no es Donald Trump ni ese antipático millonario ha comprado su distribución.

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Un biofísico de la Universidad de Stanford, Manu Prakash, creó el Foldscope: un microscopio de cartón con dos lentes plásticos que se arma como doblando un origami y permite ver células y microbios grandes.  Prakash vio la necesidad del invento al participar en investigaciones de malaria en países tropicales y pobres donde es difícil hacer observaciones de campo si no hay un microscopio a la mano. Hace dos años en Nigeria pudo mostrar con el Foldscope a un escolar, recién picado por un mosquito, la probóscide con la cual el zancudo podía transmitirle el plasmodio de la malaria y enfermarlo. La probóscide con que el vector atraviesa la piel luce al microscopio como una aterradora lanceta, convenciendo a cualquiera para tomar medidas protectoras.  El joven admitió entonces “realmente debo dormir bajo un mosquitero”.

El progreso de la ciencia no se debe muchas veces
a la tecnología más avanzada
sino a sencillas ideas novedosas que deben ser popularizadas

Este barato microscopio de cartón y plástico es resultado de lo que se llama ciencia frugal: hacer observaciones y demostraciones científicas con instrumentos de bajo costo. Esto permite que las ideas científicas lleguen a cualquiera con experiencias o experimentos sencillos. El progreso de la ciencia no se debe muchas veces a la tecnología más avanzada sino a sencillas ideas novedosas que deben ser popularizadas.

Es un poco triste que la comunidad científica, sobretodo los investigadores de gama alta, frecuentemente expresé cierto desprecio por los popularizadores de la ciencia.  Alguien una vez me comentó sobre otro científico: “Dejó de publicar artículos en journals reconocidos y se dedicó a escribir pendejadas”. Yo creo que si una persona se dedica a ofrecer al gran público ideas científicas de calidad en lenguaje fácil está haciendo una meritoria labor. Además nadie puede predecir el futuro académico de un jovencito que ve por primera vez una célula o un parásito al microscopio.  Aunque este no sea un artefacto principesco sino un humilde aparato de cartón comprado en un supermercado.

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