Mi sincero apoyo a la doctora Cabal

Mi sincero apoyo a la doctora Cabal

"No se desgaste doctora, no se estrese ni se desanime por culpa de esa horda de iletrados que tienen la desfachatez de cuestionar sus sabias declaraciones"

Por: Cristian Jimenez
noviembre 30, 2017
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Mi sincero apoyo a la doctora Cabal

Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no lo haya confirmado se tienen serios indicios de que en Colombia se muere más gente de envidia que de cáncer, como dijo un celebre compatriota. Y me preocupa (pero sobre todo me indigna) ver las redes sociales atestadas de críticas hacia la doctora María Fernanda Cabal.

Por eso salgo a defenderla, porque le tienen tirria, porque le tienen envidia. Porque en Colombia muchos ignorantes —los castrochavistas en especial— no soportan que en el Congreso haya mujeres desbordantes de moralidad y de gracia, atiborradas de belleza e inteligencia, como Mafe. Así la llamo de puro cariño.

Me molesta mucho que a Mafe le tengan envidia, aún cuando debo reconocer que como humanos somos proclives a caer ante la tentación de este detestable pecado capital. Yo, por ejemplo, debo confesar con mucha vergüenza que también he sido víctima de febril envidia hacia José Félix Lafaurie: no cualquiera se da el lujo de levantarse una mujer como Mafe.

¡Pero ojo! Soy consciente de que la doctora no necesita que la defiendan. Ella con su gracia natural, pantalones bien puestos y argumentos holgados tiene con qué defenderse de sobra. Y si algún desafortunado tropiezo llegase a suceder, pues ahí están su partido y sus allegados, un excelso grupo de ilustres e intachables colombianos con mano dura, anegados de virtudes, rebosantes de criterio.

Mi defensa férrea, incondicional apoyo y sincera solidaridad con Mafe. Porque, díganme, cómo puede uno competir con la magnanimidad y buen juicio del doctor Uribe, la compostura inalterable de Paloma Valencia, la gracia natural de Fernando Londoño, la simpatía y el intelecto del doctor José Obdulio o la inefable sabiduría del adelantado Alejandro Ordóñez, este gran prócer que dedicó buena parte de su ya remota juventud a la bien merecida incineración de libros de talante castrochavista, en tiempos en los que el castrochavismo aún ni existía. Todo un visionario.

Si bien en mi humildad reconozco que Mafe no necesita la defensa pública que de ella hago (porque Mafe en realidad no necesita nada), vale la pena utilizar la libertad de expresión con la que cuento —gracias precisamente a defensores de la democracia como ella y los suyos— para manifestar mi total y sincera admiración, para demostrarle al país que aún quedamos ciudadanos de bien, con el criterio suficiente como para cerrar filas en torno al partido que Mafe tan bien representa, y contribuir con la erradicación (manual y forzosa) de la demoníaca influencia comunista en el país del sagrado corazón.

No se desgaste doctora, no se estrese ni se desanime por culpa de esa horda de iletrados que tienen la desfachatez de cuestionar sus sabias declaraciones. No pierda usted la calma ante esa turba de colombianos descriteriados y desagradecidos, que en su ceguera insisten en desconocer su invaluable aporte a la patria. Mejor aproveche su posición en el Legislativo para impulsar una ley que nos permita expulsar del país a castrochavistas, comunistas, santistas y antiuribistas en general. Que el Estado pueda disponer de los recursos necesarios para mandarlos lejos, a la Unión Soviética si es posible.

No les pare bolas, doctora Mafe, que los colombianos que sí somos de bien sabemos que usted tiene todo lo necesario para estar donde está y llegar aún más lejos. Su honroso título de los Andes; su compromiso con las clases menos favorecidas, que puso de manifiesto en su sagrada unión con José Félix, un humilde representante de los pequeños productores agropecuarios de Colombia; su incondicional apoyo a la educación, mandando a estudiar a los vagos; el honroso círculo social en el que se desenvuelve; su compostura; su altura moral. Además ¿Quién mejor que usted que es fotogénica para estar en la Cámara?

Es increíble, doctora, que todavía haya gente en Colombia que se cree la mentira de la masacre de las bananeras, o la farsa del proceso de paz. Déjelos, que se apoltronen en el infierno a escuchar vallenatos al lado del comunista de Fidel y del detestable García Márquez, cuyo único mérito es un Nobel, que pareciera ser un reconocimiento reservado a comunistas y maleantes, sino vea al presidente Santos. Déjelos que ardan en el averno, que se chamusquen en las flamas purgatorias, mientras gozamos de esa Colombia pura y perfecta que soñamos usted y nosotros, los de bien.

Gracias a las luces que nos aportan sus deslumbrantes declaraciones sobre la invención de la masacre en las bananeras, nos queda claro que el pelele de Jorge Eliecer Gaitán debe estar también en el inframundo, junto a Gabo. Porque el mito ese —de acuerdo con su apropiada tesis— lo propagó García Marquez a través de Cien años de Soledad, un claro ejemplo de la narrativa comunista, publicada en 1967, es decir, 38 años después de que Gaitán denunciara la masacre. El precoz de Gaitán había ya comenzado a propagar el mito en el año 1929, cuando Gabo tenía apenas uno o dos años. Y esto, estimada Mafe, solo puede obedecer a un contubernio demoníaco entre ese par.

Que arda Gaitán, que en el mismo debate en el que denunció en el congreso la masacre, se atrevió a decir dizque “en este país el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”. Imagínese doctora, no solo propagó un mito 38 años antes de que se inventara, sino que vociferaba discursos incendiarios, de corte castrochavista, más de medio siglo antes de que apareciera el castrochavismo ¿No le parece, doctora?

No se preocupe, Mafe, que a usted el tiempo le dará la razón. Algún día no muy lejano usted será por lo menos presidenciable. Y la historia colombiana recordará con verdadero orgullo patrio sus discursos, sus declaraciones, su carrera política, en fin, toda su genialidad.

En Pereira, por ejemplo, villorrio provincial del que desciendo, tal vez nos juntemos los orgullosos Cabalistas y hagamos un monumento en su honor. En Pereira que queda bien cerquita de Santa Rosa de Cabal, que espero se llame así en su nombre.

Mientras eso sucede, cuente doctora Mafe con mi amoroso apoyo, como un militante más de las brillantes ideas que usted encarna. Y si por algún infortunio poco probable del destino llega usted a separarse de José Félix, téngame en cuenta como consorte sustituto. Vea que yo odio igualmente a los castrochavistas; además a mí también me gustan la tauromaquia y las vacas.

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