Mercados financieros (Parte III)

Mercados financieros (Parte III)

"Los analistas financieros, no son hijos de la razón, sino de las emociones, por eso fallan todos los análisis"

Por: Camilo Villegas
noviembre 21, 2017
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Mercados financieros (Parte III)

Pantallas electrizantes, resolución ultra HD, plataformas interactivas, líneas y más líneas. No de coca; líneas de tendencia, osciladores, resistencias, soportes, ruptura tanto al alza como a la baja… sino fuera por las velas japonesas y porque creo que estoy en el edificio de la Bolsa de Valores de Colombia… pensaría que son las once de la noche y que estoy en uno de los burdeles más famosos de Amsterdam. Ahí está la señora que ha acudido a corroborar que su hija no trabaja como stripper, también la que busca un remedio contra los ataques de ansiedad, no sé, y los señores con problemas conyugales o que quieren escapar de la rutina diaria. Algunos consultan el número que les han dado a la entrada, calculando cuánto tardarán todavía en atenderlos; dizque un analista. Han de volver a sus oficios, a la oficina, a sus obligaciones. Romper la rutina está bien, pero sin excederse.

Pero nada de eso. Estoy en las plataformas de trading de la bolsa en uno de los momentos de mayor volatilidad. Decimos volatilidad como si supiéramos exactamente de qué hablamos, pero lo cierto es que nos referimos a estos asuntos por acercamiento, por aproximación. Volatilidad quiere decir, aproximadamente, que se está perdiendo mucho dinero. Que lo están perdiendo, para ser más exactos, las personas que no son tiburones financieros ni nada semejante, sino personas ingenuas, como usted o como yo, que han caído en la trampa mortal del dinero fácil, que conduce, indefectiblemente, si no eres un especulador, a la ruina. La gente de clase media y baja llegan a las burbujas cuando están a punto de estallar, influenciados por un familiar o conocido que la semana pasada compró acciones de una empresa de tecnología ubicada en Silicon Valley y ha duplicado su patrimonio. Estos familiares o conocidos son letales. Si pudiéramos preguntárselo a los que compraron acciones de Ecopetrol en los últimos años, nos lo confirmarían.

Cambiando de tema, pero siguiendo con lo mismo, leí en la revista The Economist que la mayoría de las iniciativas que tomamos al cabo de la jornada tienen como origen una emoción más que un razonamiento. Usted podría pensar que para invertir en Bolsa por ejemplo, se utiliza el análisis técnico, fundamental y la cabeza, pero no es así. Funciona, por debajo de todas esas variables, una brújula emocional que nos orienta hacia el mercado continuo, la renta fija o el baloto, de forma aleatoria. Quizás por eso el comportamiento de la Bolsa, y de la realidad en general, resulta inexplicable. Los índices Nikkei o Dow Jones miden, más que la salud económica de los inversionistas, su temperatura sentimental, su miedo.

Cuando se desploman esos índices es porque las personas no se encuentran bien. Si usted escucha las primeras noticias del día en la cama, habrá notado que la devaluación del peso colombiano suele manifestarse anticipadamente en el estado de ánimo de su pareja. Así las cosas, no se entiende la seriedad intelectual con que los “expertos” nos explican la incidencia de James con Colombia en los partidos decisivos. Las emociones dependen en gran medida del nivel de hormonas circulante en el torrente sanguíneo, pero ese nivel varía a su vez por factores que permanecen fuera de control. Si uno, pongamos por caso, se enamora, suben los estrógenos y la testosterona y quizá las acciones del grupo Aval o Bancolombia. A lo mejor acaba de enloquecer el mercado de divisas porque uno ha encontrado a la mujer de su vida o se ha nivelado el petróleo para compensar una catástrofe sentimental de la que ni siquiera teníamos noticia. Toda la gente que en estos instantes se encuentra haciendo el amor en un consultorio odontológico, en la habitación de un hotel o en un apartamento clandestino, tal vez está contribuyendo a reducirle a Rodrigo Jaramillo,  principal accionista de Interbolsa, el déficit.

No sabemos por qué suceden las cosas. Creíamos que el mundo conocido era en gran parte el resultado de una actividad neuronal, cuando no es más que la proyección de un estado de ánimo. Los políticos, los futbolistas, la policía, los analistas financieros, no son hijos de la razón, sino de las emociones, por eso fallan todos los análisis políticos y deportivos.

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